Opinión | Málaga de un vistazo

De nuevo, septiembre

Septiembre amanece y todo parece quedar ya un tanto ausente. En esta orilla del sur de mi memoria, las percepciones de este lapso navegan hacia la añoranza buscando un punto de atraque en el puerto del destino. Este mes atrae siempre consigo la restauración de la nostalgia; se encarna en un narrador quien evoca y relata, ante la inherente cromática áurea de los atardeceres septembrinos, todo lo acontecido en un tiempo que no fue. Una etapa de subsistencia donde la inquietud se personifica en esas amistades que hace un ciclo que no ves, quienes te generan más desvelo al reflexionar sobre la distancia y su alcance; en la de las noches de estío sin rompeolas donde el ensordecedor silencio ya no huele a mar; en las tertulias pendientes que no pudimos celebrar en los zaguanes de nuestras vidas compartiendo una doble malta o un vino iluminado por una luna de agosto que se marchó inadvertida; en los reencuentros inexistentes que pasaron a engrosar la agenda de las datas perdidas; entre terremotos íntimos los cuales nos brindaron una luz ilusoria, sin embargo azul, que transfiguró los días en evocaciones de tardes alborozadas pretéritas; en recuerdos de un tiempo que sí fue. En el ecuador de la calle Fresca dirección plaza del Obispo, se detiene mi estimado contertulio Ítalo Calvino, y sobre este septiembre recién estrenado me dice: «Hay muchos que viven a la espera de experiencias extraordinarias; de los libros, de las personas, de los viajes, de los acontecimientos, de lo que mañana guarda en reserva. Tú no. Tú sabes que lo mejor que uno puede esperar es evitar lo peor» (Si una noche de invierno un viajero). Cierto. En esta época de temblores y seísmos tanto internos como externos, donde Averroes, el conspicuo filósofo cordobés, adquiere mayor protagonismo por dar nombre a la falla del Mar de Alborán que por su elevado conocimiento, lo deseable es rehuir de todo lo aciago. De nuevo, septiembre.