Opinión | La vida moderna Merma

Llanto por Hugo de Veró

Llanto por Hugo de Veró

Llanto por Hugo de Veró / Gonzalo León

Habría que pedir permiso para morirse. Aunque, pensándolo bien, en algunos casos lo harían sin pedirlo por el mero hecho de seguir la estela transgresora hasta el fin de los días. Ha muerto uno de aquéllos que, con casi total seguridad, no pedirían permiso. Alberto Pettenghy ha fallecido para su núcleo cercano. Peti también ha muerto. Y en Andalucía entera lloran muchos la defunción de Hugo de Veró.

Canal Sur Radio no se concibe, al menos en las últimas décadas de todas las de su historia, sin la voz a veces rauca de Hugo. Curioso que, con el paso del tiempo, incluyendo nuevas generaciones, exista todavía un seguimiento de un personaje fuera del sistema como lo ha sido él.

Libre. En su planteamiento vital y en la capacidad de trasladarlo a la faceta profesional sin que se note, el señor de las cejas de lince consiguió ser imprescindible de la manera que lo alcanzan los listos: sin intentarlo.

No conocí a Alberto. Tampoco a Peti. Pero sí a Hugo. El hombre sin whatsapp pero con guasa. La única persona que he oído decir con total seguridad y sinceridad que adoraba la radio. Entre medio, criticábamos el sistema, pero seguidamente te afirmaba y argumentaba que la radio era su vida. El amor de su existencia que trascendía la esfera vital y económica hasta llegar al plano romántico.

Un amante de la radio. En plena felicidad al haber encontrado con Rafa Cremades un espacio idílico con la radio y la noche en un cóctel perfecto. Algo que, a pesar de restarle por probabilidad la respuesta de cierto público generoso que consume radio matinal, lo tenía encandilado.

El perfil de Hugo es de una validez y necesidad que convierte su muerte en algo demasiado pesado de sobrellevar para quienes creemos y adoramos la radio y es que, actualmente, es muchísimo más complejo topar con gente culta y con recursos para participar o colaborar en cualquier medio. Y esas carencias siempre se notan.

Era el suyo, el perfil de quien, sin saberse superior -que lo era en algunos planos a la media-, convertía discursos valiosísimos en diálogos de cachondeo en los que podía trasladar con total precisión situaciones, protestas o injusticias que eran dignas de mención y nadie quisiera plantear.

Crítico con lo malo y mejorable, respetuoso con lo opuesto respetable y dictador con lo injusto, es perfectamente realista afirmar que ha sido, sin ningún genero de dudas una de las voces valientes y bravas a la hora de apuntar ante miles de oyentes aquello que fuera infame e irrespetuoso.

No sé si serán conscientes de la pérdida. Y el valor enorme de la misma. Desconozco si aún se ha procesado en la mente de algunos lo que supone dejar de tener alguien así. El hueco tan enorme y el legado tan delicado y fino que atesora.

El hombre de los cuadernos perfectamente ordenados donde cada hoja era una oda a la Andalucía profunda, un repaso a la estupidez humana y una respuesta pública a la necesidad de ser libres y sin tapujos ante las cadenas ridículas impuestas por el sistema, ha caído sobre el mute para dejar sin frescura un pedazo de la radio andaluza.

Algo tiene que haber de bueno cuando una abuela, su hija y su hijo han conocido, reído y compartido ideas con la misma persona. Algo tiene que haber de bueno cuando rajas de rojos mientras mandan, rajas de azules mientras mandan y tú siempre sigues allí. Sea quien sea el que te diera paso. Pero tú perduras. Con tus camisas de colores, la cara de pocos amigos y la simpatía a la par. El personaje funciona tanto o más que el actor que lo interpreta. Y en este caso, más allá de la singularidad del personaje -que singular era un rato-, se creó una institución en Canal Sur Radio que, gracias a un hombre menudo, supuso un gigantesco tatuaje en la memoria colectiva andaluza.

Hace poco más de un mes, al acabar la temporada estival donde dedicábamos una hora al día a decir fantasías, reparaba sobre el impresionante calado de su voz en la audiencia de esta casa. La alegría que los oyentes trasladaban por oírlo en sus horas favoritas. Y él, a lo suyo, contando historias que, sobre el papel pudieran ser tediosas, pero de las que sacaba oro y reciclaba en partituras de arte y docencia cultural.

El colaborador que consiguió que la gente conociera antes su nombre que el del presentador. Cádiz hecha persona. Pero con trazas de la Alameda. Quizá haya hecho más por muchos colectivos con comentarios, frases y reflexiones, que decenas de centros públicos de desarrollo del teorema de vaya usted a saber.

Escuchaba a Hugo en el coche yendo al colegio. Lo oía en la universidad y he tenido la suerte de poder acercarme a él. Incluso de que me presentara a su amigo que vendía pañuelos en la esquina del puente de la Barqueta.

Hugo era muy buena gente. Pues alguien que, manteniendo su carácter, opiniones y sistema vital, consigue además compaginarlo con ser buena persona, es en definitiva alguien rico espiritualmente.

Raro tela. Pero tocado por la varita de las altas capacidades. Y eso rellenaba cualquier carencia camuflada de singularidad.

Canal Sur Radio debe estar de luto. Andalucía en su parcela de oyentes radiofónicos lo está. Porque se ha ido la alegría de las mañanas eternas. Aquellas que las personas siguen recordando a pesar de tenerlo hasta hace días en un programa de madrugada.

Aquí se queda un nutrido grupo de hombres y mujeres que, en La Nuestra, lo admiraba, quería y protegía. Ya todos son recuerdos de quien puso nombres a personajes que éramos y somos nosotros mismos sin querer reconocerlo.

Dios lo tenga en su gloria. O quien él considere que lo deba tener. Qué lástima más grande, Hugo.