Opinión | LA SEÑAL

Navajitas plateadas

No se había dado cuenta pero el Marlboro se le ha consumido y el fuego ya corroe el filtro beis, lo que en otras circunstancias le habría servido como pincho quién sabe contra quién. Pero solo mata el tiempo en la boca de metro de Ciudad Lineal. Sus colegas están a punto de llegar, todos en manada, como a él le gusta. Mira que hay bandas latinas en la capital, y también de otros orígenes igual de peligrosas, pero entre los Latin Kings, Ñetas, Dominican Don’t Play, Forty Two, Blood y Trinitarios, él eligió esta, la mejor, sin duda. Hoy se van a enfrentar a los Dominican Don’t Play y correrá la sangre, sin duda. En el último combate, un tipo se refugió en una cafetería y él lo sacó a golpe de machete dejando un reguero de sangre, que él decía que no era roja sino verde, porque los trinitarios van de lo que van, y van de verde.

Los ciudadanos que entran y salen del metro, aquellos que están sentados en las terrazas, quienes miran escaparates… todo el mundo es ajeno a lo que está a punto de estallar. Pero como nuestras alarmas están oxidadas… Es cierto que hay un seguimiento de la Policía Nacional y Local al ruido de las redes sociales, pero son tantas las bandas y tan pocos los efectivos, y como luce más el presupuesto en asuntos sociales…, además, ¿acaso no es lo más social el trabajo de la policía, que puede salvar tu vida y tu negocio?, pero ese es un debate que ese chico jamás se planteará.

Los trinitarios son una banda latina, principalmente de dominicanos, que tuvo su origen en Nueva York a finales de los ochenta. Allí no se discutía de lo de aquí, que si menas sí o menas no, en la capital del mundo los miembros de las bandas caen muertos todos los días, bien es verdad que ellos hacen lo que pueden para llevarse por delante a otros de otras bandas rivales, y no solo, también a ciudadanos que se cruzan en su camino. Estos jóvenes son así, y hay que mimarlos y perdonarlos y patatín y patatán. Y se tocó el machete que llevaba en el costado bajo una sudadera Nike -las zapatillas también eran de la misma marca-, disimulado también con su bandana, que le cubrirá el rostro cuando ataque y mostrará los siete puntos, porque el número siete es muy importante, no porque sea pitagórico, que de eso no entienden. Su lema es «amor de siete». Sus señas de identidad son la disciplina -y los hay que velan por la puntualidad, cuidado-, ángel -asisten a los jefes y atienden a las nuevas incorporaciones-, y el guerrero universal -quienes organizan la estrategia de la pelea-. Él lleva puesto un collar de color rosa, azul, verde y blanco. Es suficiente para morir.

En realidad, todos, y sin saberlo, acarician una utopía totalitaria, el aniquilamiento o el dominio sobre el otro y la disidencia, el reparto del botín… y es que la posmodernidad disuelve la verdad. Una minoría quiere gobernar sobre la mayoría, aunque eso sea tiranía, pero ellos creen que es poco menos que derecho natural. Alguno descubrió, como señala Tom Kallene, que la fe es lo más radical que hay y se fue de la banda, pero se tuvo que ir también de Madrid con su familia, y esconderse e iniciar una nueva vida. En ese momento, varios flujos de jóvenes hacen acto de presencia, unos por donde él prevé, y le dicen que les siga, pero hay otros que salen a la luz por un lateral del parque para coger desprevenidos a sus enemigos, e incluso hay seis más que están escondidos como fieras al acecho para cobrarse sus víctimas.

El volumen del tráfico es altísimo, los madrileños regresan a casa desde los más alejados lugares de la mega urbe y, entonces, se escuchan las primeras voces en los aledaños del parque, las madres no saben a dónde dirigirse con sus bebés embutidos en los carritos, y otros niños se quedan petrificados entre los columpios ante la exhibición obscena de machetes que relucen con los últimos rayos de sol de la caída de la tarde madrileña.

Navajita Plateá lo dice así:

Todo está muerto, no sé volver a empezar.

No sé qué es lo correcto, no paro ‘e pensar

de to’ lo que teníamos ya no queda na’.

Me estoy volviendo loco, no puedo olvidar.