Opinión | TRIBUNA

Las cuentas del Gran Capitán

Según un conocido buscador de internet recurrimos a la expresión «las cuentas del Gran Capitán» cuando se nos presentan unos cálculos que están hechos arbitrariamente y con poco rigor. Tiene su origen el aforismo en un episodio no demasiado contrastado de nuestra historia. El llamado Gran Capitán pretendió justificar ante el rey Fernando de Aragón el dispendio ocasionado a las arcas reales en su campaña militar en Nápoles. Lo mejor que se podía decir del documento sería su condición de ocurrencia literaria y lo peor lo más probable es que contuviera las palabras churras, merinas y tomadura de pelo, aparte de algún que otro improperio dirigido al autor.

Hablando de rigor, el diccionario de la RAE lo define como «propiedad y precisión», un concepto sorprendentemente difícil de aplicar a la comunicación política hoy en día. Se ve que la cosa viene de antaño. De hecho, en nuestra piel de toro abundan las ocurrencias, por llamarlas de alguna manera, y la Casona del Parque no iba a ser la excepción. Vienen a la memoria las cremitas solares que provocan la contaminación marina o el hablar bajito como solución al ruido nocturno. Sin embargo, la semana pasada nuestro «gran capitán» particular inauguró un nuevo capítulo en el diario de sesiones de las ocurrencias políticas, un capítulo a la altura de aquel otro relatado por Lope de Vega. La afirmación del alcalde de Málaga ya la conocemos: construir 40.000 m² de oficinas, centros comerciales y cientos de viviendas «supondrá una reducción de las emisiones de CO2 infinitamente superior a lo que absorbería un bosque urbano», al limitarse los desplazamientos de 2.000 trabajadores al PTA.

Dejando de lado el estupor que provoca que este alcalde hable de quitar coches para reducir la contaminación, hagamos unos números sobre esta nueva chanza. Analicemos el punto de partida de la comparación: las emisiones de CO2 que implicarían los proyectos discutidos para los terrenos de la av. Juan XXIII. El primer término sería el ahorro que generaría la eliminación (muy hipotética) de 4.000 desplazamientos entre el centro de Málaga y el PTA (27 km, ida y vuelta) y el segundo la capacidad de absorción del propio Bosque Urbano en la huella de la zona a urbanizar, 97.700 m² en las zonas centro y norte. En el primer caso, a razón de 0,11 kg CO2/km, resulta una emisión de 1,41 t CO2 en un año, que seguramente será menor porque el coche de gasolina caduca en 13 años. En los 20 años necesarios para el crecimiento del bosque la suma total rondaría las 14.700 toneladas, teniendo en cuenta que el 1 de enero de 2035 dejarán de venderse coches gasolina.

El cálculo en el caso de los árboles se complica por la diferente capacidad de absorción de las especies forestales (álamo, almez, olmo, chopo, acebuche, pino...) y la diferente cantidad de ejemplares de cada una en el terreno según la fracción de cabida cubierta. Partiendo de una media aproximada en ambas variables, de 200 kgCO2/pie y de 0,3 pies/m², el Bosque Urbano de Málaga, a los 20 años, debería estar compuesto por 29.000 árboles y arbustos en los 97.000 m² que se pretenden urbanizar. Para ese momento la vegetación habría eliminado la friolera de 5.820 toneladas de CO2.

Pero no queda ahí la cosa. Hay un tercer elemento que el ínclito De la Torre no tuvo a bien considerar, como buen adalid de la Málaga de las Torres: la construcción de edificios supone tremendas emisiones de CO2. No en vano, el sector constructivo aporta el 38% del total de emisiones de efecto invernadero. Incluyendo la fabricación de materiales tan costosos en energía y por tanto en emisiones como el acero y el hormigón, cada m² de esos edificios supondría nada menos que 694 kgCO2. Por tanto, solo los 40.000 m² de oficinas citados por el alcalde supondrían la emisión de 27.760 toneladas, cifra que sería «infinitamente superior» considerando el total de superficie a construir en los casi 100.000 m² de las zonas centro y norte de la pastilla. Y esto sin tener en cuenta el aumento de la destrucción ambiental de la Sierra de Mijas y La Araña o el daño a la salud del vecindario de Alhaurín de la Torre y El Palo, que provocarían las canteras y la cementera-incineradora, respectivamente. En total, la no construcción en Repsol más la cantidad absorbida por el bosque urbano sumarían 33.580 toneladas.

En resumidas cuentas, si nuestro alcalde hubiera espetado a un rey de la época semejando ocurrencia literaria, seguramente habría tenido que escuchar de su boca las palabras churras, merinas y tomadura de pelo. Porque sí, Sr. De la Torre, el Bosque Urbano de Málaga es superior que el cemento para aliviar la emergencia climática y para permitir el buen vivir en nuestra querida tierra.

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