Opinión | SOL Y SOMBRA

Malos momentos, pésimos líderes

Los malos momentos de la historia suelen coincidir con los pésimos liderazgos. No se puede saber si fue antes el huevo o la gallina, pero estamos indudablemente ante uno de ellos. Probablemente los líderes más cuestionados sean la consecuencia de debates anímicamente estériles en la opinión pública o de la corriente profundamente idiotizada que barre la historia. El que prefiera verlo con la mirada del optimista antropológico solo tiene que observar, aunque sea a distancia, los hechos si desea desengañarse.

Los liderazgos mundiales, en general, son malos por no decir horrendos. Fíjense en Biden que no sabe regirse a sí mismo dependiendo de la hora del día, o en Putin, una especie de psicópata asesino en serie decidido a invadir al vecino y proseguir una guerra que empieza a ser discutida incluso por quienes le apoyaban. Miren a Boris Johnson, que está sopesando, en medio del caos del Reino Unido, la posibilidad de reengancharse a costa de una división aún mayor dentro de su propio partido. ¿Qué les parece Liz Truss, poseedora ya del récord de haber dilapidado su fortuna política en 45 días y de enterrar en ese corto espacio de tiempo a la reina más longeva de Europa? ¿Puede alguien en este mundo conseguir algo semejante con tan poco margen?

En Italia, las discrepancias entre los dirigentes que ganaron las elecciones, de la ultraderecha a la derecha, no han hecho más que empezar. Se han puesto de acuerdo para formar gobierno después de unas semanas de enfrentamiento interno y las disparatadas salidas de tono de ese bufón trágico llamado Berlusconi. Las fuertes tensiones no hacen, sin embargo, que el Gobierno Frankenstein de España se resquebraje, ni siquiera cuando la Ley Trans, un engendro, provoca grietas en el socialismo y una voluntad endeble de su socio podemita, que amenaza con no transigir y acaba siempre transigiendo para no tener que renunciar a los ministerios y las canonjías. Además de pésimos líderes, carecen de coherencia y de pudor.

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