Ver, oír y gritar

Delirante parodia de una moción

Ramón Tamames y Santiago Abascal.

Ramón Tamames y Santiago Abascal. / José Luis Roca

Marc Llorente

Marc Llorente

La ultraderecha «progre» debe de estar pletórica con el espectáculo ofrecido en el Congreso. Se subió el telón y he ahí el protagonista de esta farsa vulgar con una absurda visión tragicómica. La astracanada que ha protagonizado Ramón Tamames es una comedia de capa y espada donde se enaltecen los valores caballerescos y la acción marcada por el duelo y el combate con las armas (no siempre nobles) de la palabra.

La imagen caricaturesca y esperpéntica es la del estrambótico figurón que cae en el ridículo al pretender el amor de Abascal y cepillarse a Sánchez en un simulacro de moción de censura, como golpe de efecto, adulteración y foco mediático ante el numeroso e incrédulo público. Quienes ensucian la democracia, no aportan absolutamente nada y tienen un espíritu anticonstitucional se disfrazan de salvadores.

Querían un bufón de corte en una situación grotesca con su testamento político, y la delirante parodia ha sido un gran éxito en el haber de Vox. ¡Felicidades! ¿Qué defiende este comediante a la antigua usanza con sus trucos y engañifas que nos hacen pasar de la risa al llanto? Tres puntos básicos. La unidad de España, la defensa de la Constitución y la necesidad de cambiar el «autocrático» o despótico Gobierno de coalición. Pues vale.

Esa unidad no corre ningún peligro, si bien no se trata de mantenerla a cañonazos, sino convincentemente. La carta magna ya tiene quien la defienda y no necesita timadores. Ni a quienes patrocinan o aplauden los abusos del poder económico. A la ley de leyes no le hace falta ninguna clase de corrupción institucionalizada. Ni crispación gratuita. El texto constitucional rechaza, en síntesis, que se difuminen y atropellen los derechos.

Por todo lo dicho y teniendo en cuenta los problemas que acechan, ¿pueden el supuesto candidato don Ramón y los miembros de ese vehemente grupo, que le arropan, desempeñar el papel de abogados defensores de la justicia cuando lo que defienden es justamente la cara opuesta? ¿No es para echarse a reír en las gradas de esta pista circense que banaliza la política, enfanga y presenta la alternativa del despropósito? O sea que sigue habiendo dos grandes opciones. Progresismo o la desesperación elitista de la derecha extrema y la extrema derecha que se les ve por el jardín, juntas de la mano.

Elijan ustedes en función de los hechos, no porque haya llegado el fin de la legislatura, y de lo que cualquiera sabe que perjudica gravemente o beneficia la salud democrática y los pilares del estado de bienestar. Es decir, la sanidad, la seguridad social, la educación y los servicios sociales, además de un quinto pilar que debe ser la vivienda con políticas firmes de acceso a la ciudadanía. Un conjunto imprescindible que ofrece protección.

A algunos les irrita mucho la reforma laboral, el aumento del salario mínimo, la reforma de las pensiones, lo relativo a la igualdad, el diálogo o la paz ciudadana. Pese a las circunstancias muy adversas, sin que haya soplado el viento a favor, los avances logrados son palpables. En fin, el futuro electoral es de todos. De momento, el 28M en el horizonte más cercano. ¿A quién le incomoda avanzar hacia una fiscalidad justa o la tributación de la riqueza? Les encantan la desigual distribución de la misma, los recortes y retrocesos, y les disgusta también el crecimiento de los salarios, la corrección del fraude, las conductas indeseadas o el desarrollo de los servicios públicos.

La moción de censura de los teleñecos y los que se abstienen en la votación esgrimen la vulgar farsa y la peor de las intenciones. La forma de actuar de unos y de otros canta por sí sola. Unos continuarán trabajando. Otros seguirán contaminando el aire con la aspiración de obtener la batuta para dirigir y desafinar una orquesta que hoy funciona moderadamente bien. En beneficio, dentro de lo que cabe, de la mayoría. De todas las personas que tienen dificultad económica y social y que merecen mejor fortuna.

Ahora cae el telón. Pero sigue el astracán. Esa absurda visión tragicómica que conviene tomar en serio aunque sea un disparate. Triste es que el histórico excomunista Ramón Tamames protagonice la crónica de un discurso filtrado y que se convierta en el títere de cachiporra del sombrío y falsamente transversal guiñol de Vox en el Parlamento.

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