La vida moderna Merma

La imposible

"Llama la atención que nadie haya sido capaz de solventar un asunto tan aparatoso. Unos callaban para no parecer que iban en contra de la progresía. Otros por evitar líos"

Cartel del aniversario de La Invisible.

Cartel del aniversario de La Invisible. / Gonzalo León

Gonzalo León

Gonzalo León

Aquí está uno otra vez. Y resulta que al regresar tras la Pascua de Resurrección también se suceden tornaduras a la vida de asuntos exánimes. Cierto que es que, además de los cristianos, existe otro núcleo social que promueve la resurrección y no es otro que el de los políticos al llegar los comicios.

Resulta especialmente curioso que actualmente se sigan usando los términos periodo electoral y campaña electoral pues, cualquier ser humano del mundo occidental sabrá reconocer que actualmente vivimos en un constante periodo de elecciones. Siempre es periodo electoral en nuestro país y cualquier momento es bueno para hacer volar las lanzas que atraviesen los argumentos del adversario.

En este sentido, sí me resulta llamativo que la ciudad haya sabido amortizar de una manera tan nefasta políticamente algo tan sumamente bochornoso como la ocupación ilegal de un inmueble en pleno centro de la ciudad.

Así sucedió con La Invisible en calle Nosquera y poco a poco fue cuajando un espacio de usos múltiples para un perfil específico de ciudadanos. Y está genial que la gente con cosas en común busque espacios igualmente comunes para compartir, intercambiar sus inquietudes y convivir. De hecho, lo hace mucha gente. En las peñas sucede. En los clubes de golf o tenis. En las casas de espiritualidad. En los clubes del Opus. En las asociaciones de vecinos. En Leroy Merlín los fines de semana. En el zoológico. En las casas de apuestas. En los cuartos de baño de Atocha. En todos lados te encuentras lugares donde la gente pone en común sus cosas.

Pero lo que pocas veces pasa es que el lugar elegido para ello sea robado a alguien. Y de tal manera sucedió con este inmueble. Un edificio estupendo de una calle buena del centro de Málaga que dejó de tener sus usos para que llegaran un grupo de ciudadanos, ciudadanas y ciudadanes para quedárselo. Sin más. Y llama la atención que nadie haya sido capaz de solventar un asunto tan aparatoso. Unos callaban para no parecer que iban en contra de la progresía. Otros por evitar líos. Y entre unos y otros la casa no solamente quedó sin barrer, sino que pasó a manos de gente que no era su propietaria.

A partir de aquel momento -y como suele suceder cuando según qué personas tocan según qué cosas- automáticamente La Invisible -La Invi para los amigos- pasó a ser prácticamente una subsede de la UNESCO. No se te fuera a ocurrir hablar mal de lo que allí se hacía o poner en cuestión si era cultura o no todo lo que se cocinaba en su interior. La Invisible no era ni muchísimo menos un bar y un espacio para que los coleguis quedaran en pleno centro sin pagar un céntimo. Nada de eso. Aquello es un centro cultural para el desarrollo común de iniciativas en torno a las artes. Aro aro aro.

Losada junto a su equipo frente a La Invisible.

Losada junto a su equipo frente a La Invisible. / L.O.

La cosa es que Ciudadanos -muy bonito el logo nuevo- sí quiso levantar la mano y preguntar por qué no se solucionaba el asunto. Y fue aplaudido por muchos malagueños, que veíamos con asombro que si parabas en doble fila pasaba un coche con cámara en el techo y te multaba en dos nanosegundos pero que si robabas un edificio, enganchabas la luz o el agua y te ponías a servir bebidas en un bar en el patio y sin ningún tipo de licencia, no te sucedía absolutamente nada. Y algo así pasó con Ciudadanos y Noelia Losada tras su denuncia pública. El otro día los de naranja se encajaron en la puerta de aquello para volver a denunciar la inacción de terceros ante una ocupación que cumple ahora 16 primaveras. Las declaraciones de este grupo político probablemente no sirvan de nada. Y mucho menos ahora a pocas semanas de que todo salte por los aires y Linkedin registre altísimos picos de actividad.

Pero es una pena, y probablemente un fracaso como ciudad, que llevemos tantos años con un personal riéndose en la cara de todos nosotros. En nombre del pueblo llano y la cultura.

Y aquí es el momento en el que se le abren a uno las carnes. Porque, si precisamente alguien sostiene el sistema, la vida y todas aquellas infraestructuras que hacen posible que sigamos a flote es la clase trabajadora de nuestro país. La gran mayoría que trabaja, trabaja y trabaja para salir adelante. Y de todo eso no hay en aquellas paredes ni un atisbo de realidad. Pues se trata de una casa de aburguesados, profesionales de la trampa para conseguir algo por los cauces no legales. Y eso, si de algo tiene poco, es de gente llana y normal. Porque lo normal es asumir el sistema -aunque no se comparta- y trabajar para llegar a mejor puerto.

Habrá que ver de dónde viene cada uno. Qué te ha llevado a dedicar parte de tu vida a jugar al diábolo y a proclamar la libertad desde la cuna de lo ilegal. Pero es que encima manosean algo tan serio, noble, justo y necesario como la cultura.

Manifestación contra el desalojo de La Casa Invisible

Manifestación contra el desalojo de La Casa Invisible / Gregorio Marrero

Solamente hay que echar un vistazo a su agenda actual para entender que la cultura no es lo que ellos hacen. Sin entrar a valorarlo, dista mucho de la cultura real. Y es que en un primer vistazo te encuentras con una charla sobre la -ojo al dato- 'Violencia estética', que viene a ser algo así como que si un hombre se corta el pelo de una manera o una señora se pinta las uñas probablemente lo haga para encajar en la sociedad de manera que está infringiéndose un tipo de violencia -eso sí, ellos no cuentan cuando se rapan media cabeza, se dilatan una oreja y se ponen más anillas que un ternero lo hacen porque ya tal-. Esta cosa rara la puedes trufar de un Taller de Jardinería Radical Urbana -cuando lo he leído he pensado en un Poto Molotov.

Lo mejor de todo es que, con alta probabilidad, muchos de los allí presentes en estas historias estarán jugando a eso porque sus padres se han partido el lomo trabajando para que ellos puedan hacer lo que hacen. La vida es esto. Y aquello, hasta que no pasen las municipales, se le podría cambiar el nombre por La Imposible pues no hay manera de que sirva para nada. Viva Málaga.

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