725 PALABRAS

Facticio

La Naturaleza nunca apostaría vehementemente por la plantación del enhiesto y facticio falo-torre del dique de Levante, por cuanto significa de redefinición y puntilla a las propias esencias de la ciudad, que vienen siendo sacrificadas poco a poco en los últimos sesenta o setenta años

Juan Antonio Martín

Juan Antonio Martín

Más allá de como trastorno reconocido por las ciencias de la salud mental, desde una visión universalista, facticio es todo aquello que viene a contravenir la verdadera naturaleza de las cosas. Las cosas y los hechos facticios son cosas y hechos contrahechos, antinaturales, artificiales... Por ejemplo, «un poner», todas las voces gritadas y anacrónicas manifestadas respecto de la indecorosa idea de haber elegido el pasado 23 de julio para celebrar unas elecciones habrían sido naturales y no facticias si, de paso, al menos en Málaga, se hubieran elevado las voces en la tribuna de la feria de agosto, en el sentido de mudar las fechas de la feria a periodos menos agresivos desde el punto de vista climático, y ello, especialmente, porque los que saben cuentan que la tendencia al alza en temperaturas ya da muestras de ser sistémica con claros signos de tendencia a perpetuarse.

A tenor de las sinrazones climáticas aducidas públicamente respecto al pasado 23 de julio como jornada electiva, la ya asentada feria de Málaga no debería celebrarse nunca durante el periodo más crítico respecto de las temperaturas, con el añadido bondadoso de que mover las fechas de nuestra feria a periodos climáticos más benévolos aportaría un añadido a la redistribución de los beneficios turísticos en meses de actividad turística más contenida. En los anales turísticos, al menos un par de veces que yo recuerde, se propiciaron discursos en este sentido, pero nunca llegaron a fructificar.

Anyway, que diría the Bard of Avon respecto del pasado 23 de julio, la política patria, cada vez más atrabiliariamente desbocada de derecha a izquierda y de izquierda a derecha, y, además, para más inri, aupada en «la razón de la sinrazón» que aquejaba al Fénix de los Ingenios, por si el calor era poco, mientras tuvo tiempo fue el ejemplo perfecto de la prisa a base de calentar los cascos de sus cabalgaduras hasta la saciedad, para, por cansancio persistente y reiterativo, calentar los frágiles cascos de la ciudadanía segundo a segundo hasta el día de autos. «¡Están locos estos políticos...!», diría Asterix, el galo. Y, en cierto modo, estaría ungido por la razón irreversible.

Facticio es también el vallis lacrimarum de los actos en los que se involucran los políticos que cobran por serlo y solo por eso, que no son pocos, sino multitud. En síntesis, facticia termina siendo toda la política ortopedizada, desde el momento en que el principio esencial de su actividad se resume sempiternamente en tocar y hundir al contrario, independientemente de que a veces pudiera parecer ser la única solución.

Fuera y dentro de la política, de particular manera en la actividad profesional turística, cuando lo facticio termina siendo pingüe, la atención se dispersa en función del milagro del caudal y de la espontanea multiplicación de los panes y los peces que una y otra vez termina verificando la sabiduría de nuestro refranero en cuanto a que «de aquellos polvos, estos lodos». ¡Ay, aquellos polvos...! ¿O no?

Aunque en mi folio virtual hoy se haya derramado lo facticio como un discurso sobre la actividad política, no es un adjetivo privativo de esta actividad excesivamente desgastada en nuestros días por la falta de talla de sus actores principales y secundarios. De hecho, por su significado esencial, facticio, por extensión, puede ser un antónimo cuasi universal de todo lo bien hecho, especialmente de todo lo bien hecho por la Naturaleza, que, nos guste o no, sin nuestra intervención perturbadora nunca falla en «sus proyectos».

La Naturaleza nunca apostaría vehementemente por la plantación del enhiesto y facticio falo-torre del dique de Levante, por cuanto significa de redefinición y puntilla a las propias esencias de la ciudad, que vienen siendo sacrificadas poco a poco en los últimos sesenta o setenta años y mucho a mucho en los últimos veinte o treinta años.

Todos lo fueron un poco o un mucho, me refiero a los últimos y penúltimos desmanes facticios que fueron borrando la exigua identidad esencial de Málaga, la bella, pero el proyecto de la torre del falo-hotel viene a rubricar la falta de actitud proactiva en pos de la defensa de las únicas fortalezas inimitables de Málaga como entidad turística, que, obviamente, nada tienen que ver con las vulgares fortalezas fabricadas que vienen a contradecir a Unamuno:

«Procuremos más ser padres de nuestro futuro que hijos de nuestro pasado», dijo don Miguel.

Suscríbete para seguir leyendo