Notas de domingo

Bailar pegados

Jose María de Loma

Jose María de Loma

Lunes. Atisbo una cola en El Corte Inglés. Es una cola compacta, variada, nutrida. No sé si unirme. La esquivo. pero luego, el reporter atribulado que llevo dentro, se impone. Hago fotos. Pregunto. Sergio Dalma, me dice secamente una señora seca. Sí, Sergio Dalma, apuntala un joven. Se me viene a la cabeza la melodía de Bailar pegados. Nunca es dueño uno de los resortes de su mente. La canción estaba ahí alojada en cualquier recoveco de la cabeza. Y ahora, pulsando la tecla necesaria, sale. Bailar pegados. Sí, bailar pegados es bailar. Avanzo un poco. Pero la señora seca me pregunta si pretendo colarme. No, no, le digo, qué va. Camino ostensiblemente hacia el final de la cola, lo cual es mucho caminar. Para que vea que no me quiero colar. Cuando llego al final, soy el último. Claro, valiente obviedad. Hasta que llega una pareja y se pone detrás de mí. Y me pregunta que para qué es la cola. Les digo que para Sergio Dalma. ¿Firma libros? pregunta ella. No, creo que firma discos. ¿Los discos se siguen vendiendo? pregunta él. Opto por salirme de la cola pero temo pasar otra vez por la señora seca y enfilo hacia otro lado. Saco el teléfono para simular que atiendo una llamada. Aprieto el paso. Cuando logro alejarme, a salvo de la cola y de Sergio Dalma y de preguntas capciosas, telefoneo a mi periódico. Oye, que hay una cola tremenda, espectacular, para ver a Sergio Dalma. Tenemos que colgar algo. No, no, qué va, me dice mi compañero y sin embargo interlocutor. Sergio Dalma es mañana, acaba de llegar la nota de prensa que informa de la fecha y la hora. Cuelgo.

Martes. Hay que ver qué buena prensa tienen las magdalenas. Será por Proust. La mía está dura. Perdón. La magdalena sabrosa y dócil acepta sumergirse en el café y me da unas fuerzas inopinadas tras una noche de insomnio. La tertulia en la radio, con Jesús Vigorra, es hoy con el director de ABC de Sevilla, Alberto García Reyes, y Manuela Millán, de Ideal. Discutimos con moderación. Un conocido con el que no me comunicaba hacía años me escribe un whatsapp: «Te veo en forma». Le respondo, apurado por concentrarme en la tertulia, con un emoticono. Acabo. Pasan las horas. Pienso en contestarle con algo más. Algo más cordial. No me decido. No se me ocurre nada. Cojo el teléfono. Estoy a punto de ponerle algo. No me decido. Las obligaciones me van secuestrando. Nada. Al final, la comunicación con mi viejo (ex)amigo, se rompe, no continúa. No sigue. Lo esencial ha sido pospuesto, creo, no sé. La vida sigue. Claro que sigue, pero va tirando cosas por la borda.

Miércoles. Plató. Con la gran Toñi Moreno. Comentamos la apertura de la XV legislatura, el discurso del Rey y hasta las características del baldaquino, el toldo que cubre la entrada de los leones del Congreso. «Eso es un chambao fino», le digo a Toñi, que sonríe, me celebra la gracia y da juego y habla y nos hace señas de que vamos pronto a publi. Al salir, alguien me dice que estoy más joven y delgado. Me dejo por tanto el maquillaje. Me lo llevo al Iñaki, asador de moda donde algunos de los comensales con los que había quedado me advierten de que el vino es caro. Masco la frase: «El vino es caro». Me respondo: no importa cuando digas u oigas esto. Sin embargo, lo caro es quedarse pasmado el jueves y el viernes, jornadas entregadas a la lectura y al recogimiento. No, no. Seamos sinceros: he estado oyendo a Sergio Dalma. Bailar pegados es ficción.

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