MIRANDO AL ABISMO

La prisa y los días

Extraño el mundo de mi infancia, más calmado, más manejable. El invierno comenzaba en octubre y el verano, lo hacía el junio

El calor lastra la venta de ropa en Canarias

El calor lastra la venta de ropa en Canarias / María Pisaca

María Gaitán

María Gaitán

No sé en qué momento dejé de entender por completo, del todo, cómo funciona el tiempo. Sé que he dicho ya que es una incógnita para los seres humanos y qué según la metafísica, eso es debido a que es una realidad, el tiempo, a la que no podemos acceder con nuestra manera de conocer las cosas que nos rodean.

Vale, bien. Hasta aquí todo parece correcto, y más o menos fácil de entender. Ante nuestra imposibilidad de entender el tiempo los seres humanos hemos creado un sistema para hacerlo más manejable. Por eso, a un conjunto de segundos lo llamamos minuto y a un conjunto de minutos lo llamamos horas y a un conjunto de horas un día y a un conjunto de días un mes y a un conjunto de meses un año. Además, hay que añadirle a lo anterior que, dado que la Tierra es un planeta, se mueve y es su movimiento de traslación el que da lugar a las estaciones que se suceden durante un año.

Este sistema de medida temporal ha funcionado desde los inicios del hombre, por eso no entiendo la prisa que impera en estos tiempos. Se empieza a celebrar la Navidad en octubre, la Semana Santa dura más de un mes, y el verano llega a finales de enero. Lo hacemos todo con prisa, todo corriendo, como si hubiera que llegar a algún sitio, pero no nos movemos de donde estamos y nuestros años siguen teniendo doce meses.

Extraño el mundo de mi infancia, más calmado, más manejable. El invierno comenzaba en octubre y el verano, lo hacía el junio. Sí sé que hay cuatro estaciones, pero en este sur que habito y que me moldea a su manera como hace con la arena de la playa, solo hay dos. Los malagueños pasamos del frío al calor de un día para el otro. En esos días todo comenzaba en su tiempo preciso y yo tenía el convencimiento de que el mundo giraba más despacio.

Los días ahora son fugaces, se pierden en la prisa por llegar al punto siguiente. A la siguiente estación, a la siguiente fiesta de guardar… Así se nos pasan las semanas sin ser apenas conscientes de ellas y sucede lo propio con los años.

La pasión desmedida del capitalismo por el “consume y trabaja” nos ha llevado a no disfrutar de las cosas que hacen soportable el mundo. Ya no somos conscientes de que la luz de Málaga produce un cierto tono de violeta en sus montes, como bien sabe Evaristo Guerra, ni tampoco del color verde grisáceo que tiene el Mediterráneo cuando lo dejamos solo, con las barcas pesqueras como única compañía. Ahora solo nos fijamos en las rebajas, las compras de Navidad, la compra de ropa para el verano… No sé dónde tendrá el mundo el botón del freno, pero sí sé que ha llegado el momento de pulsarlo.