Viento fresco

Pueblos sin niños

En 36 municipios andaluces no hay prácticamente niños, según constata el INE

"Los mejores recuerdos son los de la infancia, pero ahora todos los infantes se la pasan delante de una pantalla"

"Los mejores recuerdos son los de la infancia, pero ahora todos los infantes se la pasan delante de una pantalla" / EFE

Jose María de Loma

Jose María de Loma

En 36 municipios andaluces practicamente no hay niños menores de cuatro años. Pueblos en silencio, sin algarabía ni llantos, sin correteos ni mocosos que pidan con media lengua un poco más de merienda. Sin carritos de bebé por sus calles. Son estadísticas del INE, que constata que nos reproducimos menos que la piedra pómez, que preferimos la gran ciudad antes que los pequeños pueblos y que poner una guardería es una insensatez. Hay pueblos en los que solo hay dos niños. Suponemos que están condenados a jugar juntos, uno policía y otro ladrón, uno se esconde y el otro lo persigue, partidos de fútbol de uno contra otro, amigos para siempre, familia casi.

Las grandes ciudades nombran hijos predilectos, las pequeñas no tienen hijos. Las minúsculas se conformarían con sobrinos.

El consuelo para algunos de estos municipios es la llegada de los turistas findesemaneros, que tampoco es que traigan muchos vástagos. El riesgo para estos visitantes es que la autoridad local cojan a uno de sus niños para exhibirlo en un museo. Miren, esto es un niño. Así funciona. No lo toquen que puede morder. Igual no han visto nunca a uno.

La tendencia del éxodo a la costa o a las grandes y medianas ciudades es casi irreversible, si bien el precio pornográfico que están alcanzando los pisos, y los alquileres, en Málaga, Marbella o Sevilla, por ejemplo, puede tentar a muchos a buscar acomodo vital en otras zonas.

En los pueblos del interior español a veces hay más bares que niños aunque ellos sean los únicos que tienen un trago largo de futuro. Decía Rilke que la patria es la infancia pero aquí todos queremos ser patriotas de Madrid, Barcelona, Málaga o Valencia. Y Rilke.

Los de Bilbao nacen donde les da la gana. Pues ya podrían elegir algunos nacer, y crecer, en varios de estos pueblos. Los mejores recuerdos son los de la infancia, pero ahora todos los infantes se la pasan delante de una pantalla. Qué triste ha de ser eso de no poder decir la frase: niño, estate quieto ya con la pelotita. O que nadie te pregunte: ¿he hecho ya la digestión? Pueblos en los que pocas veces se pronuncia la palabra mamá.