Opinión | Tribuna

La lucha feminista sirve

Carteles de manifestantes durante el 8M del pasado año.

Carteles de manifestantes durante el 8M del pasado año. / EP

Hace unos días me emocioné con el documental 'No estás sola' de Almudena Carracedo y Robert Bahar. La alegría compartida con miles de mujeres de sentirte parte de lo que hemos vivido desde aquellas movilizaciones de 2016 en las que masivamente salimos a la calle a decir "Hermana, yo sí te creo" o "no es abuso, es violación". La alegría de echar la vista atrás y ver todo lo que hemos logrado. La sentencia de Dani Alves, la Ley de garantía de la libertad sexual, el #SeAcabó, las recientes denuncias de agresiones sexuales en el sector audiovisual o la retirada de la película que competía en el Festival de Cine por estar su director incurso en un caso de violencia machista, no se entenderían sin el empuje y la hegemonía del feminismo.

El feminismo nos ha vuelto a demostrar que la lucha sirve y que formamos parte de ese hilo violeta que nos conecta con las luchas colectivas de nuestra historia. De la rebelión de las faeneras en 1918 a las huelgas feministas de un siglo después, pasando por las movilizaciones del tren de la libertad. Y esa premisa, es la principal condición de posibilidad para seguir impulsando las transformaciones urgentes para una vida digna, libre y con derechos para todas.

El feminismo no solo ha contribuido a levantar un nuevo sentido común, sino que es el principal motor democratizador de nuestro tiempo. Por eso la reacción es tan feroz. Su voltaje está a la altura de la propuesta política que pretende combatir. La reacción machista se cuela por las esquinas: en los púlpitos, en los escaños, en los salones de plenos y en las televisiones, pero también en los institutos, en los bares y en las redes. La 'machosfera' opera cultural e ideológicamente, condiciona la conversación social e incide en la agenda pública y también en las políticas concretas.

Recortar recursos, derogar o dejar sin efecto leyes feministas como la del aborto, la de igualdad o la de derechos del colectivo LGTBI y de las personas trans, como hace el PP, gobernar con quienes niegan las violencias machistas, financiar a organizaciones que acosan a las mujeres que ejercen sus derechos sexuales y reproductivos o debilitar los sistemas de protección social forman parte de esa estrategia que opera, no solo en nuestro país, con el propósito de frenar el avance de derechos feministas.

Los derechos conquistados pueden ser anulados con un simple cambio de gobierno. Por eso es tan importante blindarlos y sostener el empuje y la centralidad de la agenda feminista para seguir avanzando. El derecho al aborto, que costó décadas de movilización en Argentina, fue derogado por Milei por la vía de urgencia, en una de sus primeras decisiones. Por contra, estos días hemos recibido la noticia de la consagración del derecho al aborto en la Constitución en Francia. Ese camino ha de seguir recorriendo España, blindando en su Constitución derechos feministas que son llave para el ejercicio pleno de otros derechos, como el aborto o el derecho al cuidado, y que nos hablan también de qué consideración social tenemos las mujeres, qué capacidad de decisión tenemos sobre nuestros cuerpos, que son nuestras vidas y a qué sociedad, con qué valores y principios aspiramos.

El feminismo aspira a transformarlo todo porque el conflicto es del capital con la vida, como vienen señalando feministas como Amaia Pérez Orozco o Nancy Fraser. Reconocer y hacer efectivo el derecho al cuidado en su triple dimensión (el derecho a ser cuidadas, a disponer de tiempo y apoyos para cuidar y a hacerlo en condiciones laborales dignas) es una palanca de cambio pendiente que pone la sostenibilidad de la vida en el centro. Resolver la actual crisis de cuidados pasa por la asunción por parte del Estado de sus obligaciones, por abordar una reorganización social democrática y justa de los cuidados, que los desfeminice y desprecarice, que redistribuya el tiempo, todos los trabajos y la riqueza. La investigadora del CSIC y catedrática en sociología M. Ángeles Durán, computó el trabajo de cuidados no remunerado realizado por las mujeres y llegó a la conclusión de que, si este se realizara desde el ámbito público, podría generar 28 millones de empleos a jornada completa. Ya es hora de que los cuidados se reconozcan y dejen de ser un obstáculo que penaliza a las mujeres y empiecen a ser un generador de derechos.

Este 8 de marzo tomaremos las calles nuevamente. Las mujeres precarias, las racializadas, las migrantes, las trans, las disidentes, las trabajadoras de hogar, las cuidadoras, las mujeres con discapacidad, las mujeres en contextos de prostitución, las jóvenes, las mayores, todas. También ellos. Saldremos a demostrar que la fuerza del feminismo y de sabernos juntas es imparable y que vamos a por más derechos. Saldremos por todas las que no están. Saldremos también a decir que las feministas estamos con Palestina y por la paz. Que nos duele Palestina y que hay que parar el genocidio.