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'MasterChef' en Málaga: "Qué bonito mi trono en prime time"

Las cámaras de 'MasterChef', grabando en una cofradía malagueña

Las cámaras de 'MasterChef', grabando en una cofradía malagueña / MasterChef/Cecilia Bayonas

No soy cofrade ni creyente pero la foto que ha facilitado el equipo de 'MasterChef' (más sobre ello unos párrafos más adelante) en la que se ve a los presentadores del talent show en una prueba de ésas de exteriores, evaluando los platos elaborados por los concursantes, junto a un trono de la Paloma me ha resultado estrambótica, triste y definitoria de quienes somos ahora mismo en esta ciudad. A ver, aceptémoslo, Málaga ha generado un boom en torno a sí misma para venderse a extranjeros pudientes, holdings y fondos de inversión, a cualquiera que tenga el dinero; pero es que en esta carrera sin frenos y sin horizonte, en la que muchos ciudadanos se están quedando atrás y parece que nadie de los que está al mando va a girar el cuello para echarles una mano, nada, absolutamente nada está sometido a cierta protección moral, cultural o comunitaria. Toca empezar a poner límites, y yo, ni cofrade ni creyente, me arrogo la tarea: la mencionada instantánea debería hacer que nos detengamos, aunque sea unos minutos, para formularnos algunas preguntas: si todo se puede comprar, ¿hay que venderlo todo? 

Primero, las cofradías ostentan un deber patrimonial, tienen que velar no sólo por la conservación de su stock (ahí residen muchas de las excepcionalidades de las que disfrutan como asociaciones); pero es que también son los paladines de un valor intangible, relacionado con el arte y la fe, que debe ser protegido al extremo, alejado de mercantilismos, que tiene que ser refugiado en su misterio, en su intimidad. ¿Qué buscan los hermanos de Estudiantes y la Paloma al ceder sus posesiones más preciadas para que un puñado de cámaras capten a unos tipos y tipas degustando unas torrijas deconstruidas, soufflé de cochinillo al horno o lo que sea que prepararan aquel día? Aparte de dinero, claro. Supongo que vanagloria: que sus cofradías salgan en prime time, en planos espectaculares, que brille el oro, que Sevilla ni que Sevilla, etcétera.

Con buen tino, en Mena se negaron cuando la productora de 'MasterChef' se acercó para plantearles la propuesta. Pero es que poco se puede esperar de, por ejemplo, una cofradía que ha organizado quedadas para ver los partidos de España durante un Mundial de Fútbol o que tiene en su terraza un club social sonrojante, vergonzoso. Esos hermanos que gritaban los goles de España al lado de un trono, que festejaban el tiki-taka ahogados en pan de oro y velas rizadas no entenderán que yo, encima ni cofrade ni creyente, me ponga hecho un basilisco por lo de 'MasterChef' y tres tipos haciendo un show probando torrijas deconstruidas o soufflé de cochinillo al horno junto a una imagen de un cristo o una virgen.

Alcazabilla, cortada

Segundo, las grabaciones de 'MasterChef' han supuesto cortes totales de Alcazabilla, una de LAS calles del Centro de Málaga, durante un par de jornadas, con las consabidas molestias para los ciudadanos. Entiendo que estas cosas que complican tanto la logística cotidiana pueden ser positivas a medio plazo en términos de retorno, imagen de ciudad y todo eso, pero no he podido evitar sentir indignación al ver una calle como ésta, pública, arteria fundamental, vallada hasta el cielo para que nadie no sólo pudiera pasar tampoco ver lo que se cocía allí (ya se sabe, hay que guardar el secreto de las imágenes hasta que se emita el episodio). Un espacio público, enjaulado, privatizado temporalmente, arrebatado del disfrute de todos por dinero. Que sí, que el progreso también se compra, pero tampoco uno puede dejar de pensar en que estos secuestros del espacio público comienzan a ser ya demasiado frecuentes.  

Porque luego está algo que usted, lector, quizás no sepa y quizás tampoco le importe: en este tipo de grabaciones, los equipos de producción suelen amenazar con demandas y todo tipo de requerimientos legales a los reporteros gráficos (y sus medios) que pretenden informar del rodaje con su cámara. Una productora privada (en este caso, Shine Iberia) 'alquila' una plaza pública para hacer un programa que luego vende a una cadena de televisión pública (La1), así que hace lo que sea para proteger su inversión. Porque la foto que se ha distribuido no la hicimos nosotros, ni los compañeros de otros medios de comunicación; no, la hizo alguien del programa y la facilitó a los periodistas a través del Ayuntamiento de Málaga (tampoco en el Consistorio se hicieron fotos propias, claro: aquí manda el que manda). 

Poesía

¿Recuerdan? En 2018 se levantó una cierta polémica cuando a la productora de 'MasterChef' no se le ocurrió otra cosa que grabar uno de sus episodios en un hospital público, en Majadahonda, lo que obligó a cerrar durante un día completo la cafetería, impidió el uso de la puerta principal del centro y ocupó absolutamente todas las plazas del aparcamiento. Quien seguro que se acuerda es el paciente con movilidad reducida al que le tocara consulta esa jornada. ¿Que cómo salieron de la controversia en Shine Iberia? Muy sencillo, tirando de la habitual poesía hipócrita: «Hemos querido hacer un homenaje a la sanidad pública». Rendimos tributo a un hospital cerrando parte de sus dependencias y ocupando su parking todo un día... Ajá. Aquí, con lo de Málaga, dirán lo mismo si se forma follón: «Hemos querido homenajear a la Semana Santa malagueña y a la pujanza de la ciudad». Y Santas Pascuas.

Al final, lo de siempre: el problema no está en quien compra, sino en quien pone a la venta. Y que pone a la venta todo, sin límites, incluso lo que no es suyo aunque crea que lo tenga en propiedad. Y de fondo, cómo no, los habituales tejemanejes entre lo privado y lo público, en los que, casualmente, siempre sale ganando lo primero a costa de lo segundo.