Opinión | Málaga de un vistazo

Cabizbajos

Jóvenes mirando sus teléfonos móviles.

Jóvenes mirando sus teléfonos móviles. / David Castro

Entras en el bus y por un momento algunos alzan la vista a ver cuántos o quiénes entran, o dónde están y antes de arrancar todos miran de nuevo hacia abajo, a sus móviles. Alguien leyendo por enésima vez el último mensaje recibido mientras piensa si contestar o no, si lo entiende o si quiere entenderlo, si debe ser realmente el último y acaso no responderlo. Otro repasa sus notificaciones, su última publicación apenas tiene los ‘likes’ que suele tener, muy por debajo, será la hora, no, ya la hora no importa, será el algoritmo, eso tampoco lo explica, qué será entonces, se habrá equivocado en algo, debería borrarlo o espera un poco más a ver si remonta -se pregunta-, al lado una chica va pasando fotos de una aplicación de citas, busca a alguien, a la velocidad que descarta parece que sabe perfectamente a quién, no lo encuentra y cambia a twitter, o a X, que también cambió. En la fila de atrás uno sonríe como si le contaran un chiste, lo ha leído de algún grupo de whatsapp y enseguida lo reenvía a su primer contacto en la lista que siempre le responde igual: mucho más tarde y con un emoticono. Sentados unos al lado de los otros, pero muy lejos entre sí todos, se van bajando cada uno en su parada, guardando el móvil en el bolsillo, y se van caminando a casa, al trabajo o a cualquier otro sitio. Y ya olvidaron el pequeño trayecto y lo que estaban haciendo por el camino, no recuerdan quién estuvo sentado cerca, ni que lo han olvidado.

El bus llega a su última parada, abre todas las puertas y bajan todos hasta dejarlo vacío, ahora en los asientos no hay nadie y tampoco parece tan distinto. Otro conductor releva al de antes y nuevos pasajeros se suben al bus y se van sentando ya sin ocupar su sitio.