Opinión | Málaga de un vistazo

El rincón y la esquina

Qué puede frenar esta escalada de violencia en Oriente Medio es un misterio, pues el pedal de lo razonable está enterrado bajo los escombros del odio

Ataques de Irán contra Israel

Ataques de Irán contra Israel / Europa Press

Una guerra sin objetivo definido se puede alargar indefinidamente. Cuál será la última bala y contra quién será disparada, dónde caerá la última bomba, qué saltará por los aires, pero sobre todo: cuándo ocurrirá eso, porque si no se tiene muy claro qué se pretende conseguir, al final la guerra se convierte en el exterminio del enemigo y eso además de una brutalidad, es una tarea imposible, pues por el camino te aparecerán nuevos enemigos que harán la labor tan miserable como interminable. Irán ya asoma la cabeza de sus misiles por el cielo frágil de la batalla. Es verdad que no se sabe muy bien qué mensaje querían mandar con los drones y bombas lanzados hacia Israel, pues más allá del ruido y alboroto, el alcance ha sido más mediático que otra cosa, pero puede que lo más peligroso de ese ataque, y la intención misma, sea las reacciones que provoque.

Estamos cerca de un punto de no retorno, si es que todavía se puede volver a una situación sostenible en una zona donde el equilibrio se tambalea tan fácilmente desde siempre. Qué puede frenar esta escalada de violencia en Oriente Medio es un misterio, pues el pedal de lo razonable está enterrado bajo los escombros del odio profundo del conflicto. Muy al contrario, lo que parece es que el desastre en Gaza, que es ya histórico, en cuánto al impacto catastrófico en la población, se puede extender más allá de esas fronteras. Se extiende de hecho ya en cuanto a posicionamiento, activo y pasivo, y cada vez son más los países que se ponen a un lado u otro de un tablero maldito. No ayuda mucho que desde fuera la posición no sea tampoco clara y no se pida y facilite la paz de forma unánime. Extraña y asusta ver cómo tantos entienden, justifican y naturalizan la muerte y el hambre desde tan lejos.