Opinión | Viento fresco

Día de fiesta

El día viene cargado de perspectivas. También tal vez de alguna decepción

Varias personas realizan compras en Málaga.

Varias personas realizan compras en Málaga. / Álex Zea

Hoy es fiesta. Nótese que comenzamos dando noticias. Puede que usted tenga el día libre y esté en casa, empijamado, saboreando un café, planeando el día, que parece nuboso y que podría traer la alegría de un aperitivo en buena compañía, la ausencia de pelmas, la tranquilidad y tal vez un rato de perezosa lectura. Cuántas paellas se comenzarán a preparar en un rato. Qué poco estudiada está la relación entre la correcta preparación del caldo para la paella con la felicidad familiar. Un joven tienta en su grupo de whatsapp a la concurrencia para ir a tomar una hamburguesa. Una chica espera ansiosa una llamada mientras refresca y refresca el Instagram. El sindicalista elige atuendo para la manifa y recuerda con añoranza aquellos primeros de mayo de su juventud. En el segundo conoció la porra policial. En el cuarto, a su mujer. El jubilado vuelve, ya, temprano, de su paseo cotidiano. El día festivo es un enorme solar vacío en el que acabará perdido Es miércoles pero parece sábado. A la tarde parecerá domingo. La voz de un locutor se cuela por la ventana pero cuando llega a nuestros oídos es ya una noticia vieja, viciada por el aire, poco robusta, débil. Gaviotas en la lejanía.

El perro intuye que hoy el paseo será más largo y va dando botes de alegría por toda la casa, en la que un guardia de seguridad que ha estado toda la noche trabajando aún duerme. Sueña con su compañera de turno.

En miles de casas una frase rasga la rutina: «¿Y si damos una vuelta»? Ya me ducharé más tarde, dice el adolescente en el sofá. A esta hora hay una pareja peleándose: te dije que era por el desvío anterior, ahora vamos a tener que dar un rodeo de diez kilómetros. Esa casa rural será el final de su relación y el destino decide retrasar la llegada. Aún serán felices comiendo un bocadillo de plástico en una gasolinera de baños sucios y empleado gruñón. Media hora.

Hay quien usa mucho la frase «me voy a quitar de en medio» sin ser consciente de su lateralidad. Un joven profesor desnudo corrige exámenes bebiendo un whisky caro que no puede permitirse mientras caza faltas de ortografía del tamaño de un mamut. Debería llamar a su madre.

En un hotel, un recepcionista en prácticas duda si preguntar a un cliente que hace el check out si de verdad solo se ha tomado una cerveza del mini bar. El cliente lleva oculta en la maleta una toalla que cree novísima pero que ya ha servido para limpiar el culo y las témporas de otros clientes: una actriz de éxito moderado, apellido cántabro y piernas cortas y un nadador deprimido que contrató el servicio de un chapero con el que se conformó con charlar sobre su defectuosa manera de nadar en el estilo mariposa. También es fiesta para ellos. El recepcionista espera empijamarse pronto. En casa. Se ha perdido la paella familiar.