Opinión | El Adarve

El problema no es Milei

El presidente de Argentina, Javier Milei, canta durante el lanzamiento de su libro 'Capitalismo, socialismo y la trampa neoclásica' este martes, en el estadio Luna Park en Buenos Aires (Argentina).

El presidente de Argentina, Javier Milei, canta durante el lanzamiento de su libro 'Capitalismo, socialismo y la trampa neoclásica' este martes, en el estadio Luna Park en Buenos Aires (Argentina). / EFE / Juan Ignacio Roncoroni

Quienes aman y manejan con tanta soltura la bandera española, quienes se proclaman patriotas de cuerpo y alma en todas sus manifestaciones, quienes dicen amar a su país por encima de todas las cosas, aplauden con entusiasmo a quien viene a su patria a insultar al presidente del gobierno de su país. En un conflicto entre dos presidentes (el argentino Javier Milei y el español Pedro Sánchez) prefieren ponerse del lado de un ultraderechista extranjero y critican a su presidente que ha sido descarada e injustamente insultado. Eso es patriotismo del bueno. Al presidente argentino le ha elegido, según dicen, su pueblo y por eso ha de ser respetado, pero al español no le ha debido elegir nadie, por eso solo se representa a sí mismo. Y no es de extrañar, cuando Vox le considera ilegítimo y dice que no se explica “cómo no le han echado ya a patadas, como no le han largado a gorrazos de la Moncloa”.

La presidenta de la Comunidad de Madrid, como era de esperar, defiende al presidente argentino (claro, es de los suyos) con estas palabras: “Le han difamado y no han respetado la democracia”. Él sí la respeta diciendo en la capital de la comunidad que ella gobierna que el presidente de su país es corrupto porque lo es su esposa. De pronto el señor Milei se ha convertido en juez y ha dictaminado quién es corrupto en España y quién no.

Ayer, en la presentación de su libro “Capitalismo, socialismo y la trampa neoclásica” (Planeta, 2024), entonó la canción que ha convertido en su himno: “Hola a todos, yo soy el león. Rugió la bestia en medio de la avenida”. Lo hizo ante un abarrotado Estadio Luna Park en Buenos Aires. En el vídeo que acompaña esta noticia se puede ver la actuación del líder político, que ofreció un show a sus seguidores acompañado de una banda de rock. Durante el evento se pudieron escuchar cánticos del público que coreaba “Sánchez, compadre; la concha de tu madre”, “Sánchez, cobarde; la concha de tu madre”. Cánticos que aplaudirá nuestra derecha patriótica.

El muy demócrata señor Milei acaba de silenciar las redes sociales y las páginas web de los medios públicos de Argentina. ¡Viva la libertad, carajo!

Nadie ha dicho que la mujer del presidente sea una institución del país o que represente a España, como arguye la derecha. Es la derecha quien dice que si la mujer del presidente es corrupta lo es también el presidente. Para agredirlo, sí se pueden identificar pero, para defenderlo, no.

El señor Milei que llega a España para participar en una gran concentración de la ultraderecha y es protegido como corresponde por las fuerzas de seguridad españolas, se despacha con una descortesía inconcebible contra el presidente del país que le acoge, subiéndose al carro que la extrema derecha y la derecha del país han puesto en circulación.

La señora Esperanza Aguirre dice que el señor Sánchez se cree el Rey Sol. No, señora Aguirre. Solo se cree lo que es, mal que le pese a usted: el presidente del gobierno español. Debería ser usted quien defendiese a su presidente de los insultos de un mandatario extranjero. ¿Y quién se cree el señor Milei para decir a gritos lo que dice? ¿Eso le importa a la señora Aguirre?

Pero el señor Milei no solo insulta sino que emite opiniones ofensivas para quienes tienen opciones políticas alejadas de las suyas. Habla del socialismo como un cáncer para la sociedad, como una filosofía de muerte y de pobreza y no tiene pudor para calificar a todos “los zurdos” como unos hijos de puta. ¿Por quién toma a los votantes de izquierdas? ¿Tiene derecho a insultarlos con esa agresividad y ese desprecio? ¿Cómo entiende este señor la democracia?

El señor Milei dice que él no ha insultado a nadie, que no ha pronunciado ningún nombre y que quien se siente ofendido es él. Que él no tiene que pedir disculpas sino que tiene que recibirlas porque un ministro del gobierno, en un foro mucho menos importante que el que él utilizó, en su propio país y no en Argentina, insinuó (no afirmó) que habría tomado alguna sustancia (hecho que no constituye un delito, por cierto). Para decir las cosas que dice, sería una posible justificación porque sin esa supuesta ingesta es muy difícil explicar sus discursos, sus exabruptos, sus estupideces, sus insultos y sus excentricidades.

El caso de Milei, tan jaleado estos días por la derecha y la ultraderecha española, es verdaderamente inquietante. No tanto por él, cuanto por el número de votantes que le han puesto en la presidencia de Argentina. ¿Cómo es posible que más de la mitad de los jóvenes hayan votado a este señor que habla con su perro muerto?, ¿cómo se explica que el 56% de la población vote a un personaje que lleva una motosierra a sus mítines? No son muy prometedores los datos de su política económica que vamos conociendo: ha subido la inflación, ha aumentado la pobreza… Qué decir de la políticas sociales…

Ya sé que la situación del país que tanto quiero y que he visitado en tantísimas ocasiones, era dramática cuando finalizó el mandato del presiente Alberto Fernández, pero eso no justifica que la solución venga de quien anuncia que va a privatizar la sanidad y la educación, que promete al pueblo que lo va a pasar mal, que elimina casi todos los ministerios, que promete desmantelar el Estado…

Me cuentan muchas cosas casi increíbles mis amigos argentinos. Mi editor de Rosario me dice que sigue en shock desde el día que ganó las elecciones este personaje de farándula. El dueño de una editorial de Buenos Aires me acaba de enviar este mensaje: “Miguel, la verdad es que no puedo creer que tengamos un presidente así, en lo económico está en las antípodas de lo que yo pienso, como persona es lo más desagradable que hay, egocéntrico como él solo, descalifica constantemente a la política, mentiroso y podría seguir…”.

Hace poco, me contaba un amigo que Milei había llegado a un pueblo hundido en la miseria y les había dicho a sus habitantes que iba a quitarles las subvenciones que recibían para sobrevivir y que tenían que ponerse a trabajar. Y todos empezaron a aplaudir. No hay mayor opresión que aquella en la que el oprimido mete en su cabeza los esquemas del opresor.

El problema no es Milei. El problema no es que exista un candidato (y ahora un presidente) como Milei. El problema, desde mi opinión, es que una persona como él tenga tantos millones de votantes. Es lo que sucedió con Trump (¿volverá a suceder?), con Bolsonaro, con Meloni…

Pero hay otro problema que me planteo con mucha inquietud por lo que afecta al trabajo que he realizado toda la vida. ¿Qué educación ha recibido la población argentina, qué han aprendido en la escuela? ¿Han aprendido a pensar, a discernir, a analizar la realidad? Y otra cuestión más preocupante: ¿qué valores han aprendido?, ¿qué tipo de sociedad quieren?, ¿cómo entienden la política?, ¿qué modelo de dirigentes desean?

Philipe Perrenoud escribió hace algunos años un artículo titulado “La escuela no sirve para nada”. Dice el sociólogo suizo (cito de memoria): “Bin Laden y los terroristas son personas muy instruidas. Quienes dirigen el sindicato del crimen en el mundo son personas muy instruidas, los presidentes de las multinacionales que se burlan del interés público son personas muy instruidas, y de los doce dignatarios nazis que decidieron abrir las cámaras de exterminio, más de la mitad tenían un doctorado. De donde se deduce que un alto nivel de instrucción tiene muy poco que ver con el orden de la ética”. Más adelante dice que un gobernante puede despreciar al pueblo y ser aclamado en las siguientes elecciones. Se pregunta a continuación para qué les ha de servido la escuela a los votantes.

El peligroso e inquietante aumento de la ultraderecha en el mundo (en nuestro país ya gobierna la ultraderecha con el PP en varias comunidades y en muchos ayuntamientos) nos espolea para trabajar sin descanso en la formación de ciudadanos y ciudadanas críticos, solidarios, compasivos, preocupados por el bien común, respetuosos con la dignidad de todos los seres humanos…. Aconsejo a mis lectores que se sumerjan en las páginas del libro recientemente publicado por el profesor y amigo Enrique Javier Díaz Gutiérrez, de la Universidad de León: “Pedagogía antifascista. Construir una pedagogía inclusiva, democrática y del bien común frente al auge del fascismo y la xenofobia”. Qué oportuna. Qué necesaria tarea.