El futuro es ahora (17)

Argentina, entre la paradoja y el enigma

Oscila entre el expansionismo y el regreso a la ortodoxia, pero no ha logrado salir del bache perpetuo

Creación artística del "Péndulo argentino" de Marcelo Diamand.

Creación artística del "Péndulo argentino" de Marcelo Diamand. / Generador de imágenes de la IA de BING para T21/Prensa Ibérica, desarrollada con tecnología de DALL·E.

Miguel Ormaetxea Arroyo

Argentina tiene una importante capacidad científico-tecnológica y una industria cultural sólida y pujante, pero una elevadísima concentración empresarial en sectores estratégicos que condiciona su futuro y le impide salir del bache perpetuo.

Es un caso único, entre los 195 países censados en la ONU. Nadie ha logrado un análisis aceptable. Uno de los más famosos son los ensayos del Premio Nobel de Literatura, Naipaul, de Trinidad y Tobago, de origen indio. Pero está muy sesgado, haciendo mucho énfasis en el profundo machismo sin duda presente en la historia y cultura argentina, pero no explica un devenir histórico muy paradójico. Siempre pensé que el país de América Latina más machista era México.

El magnífico libro “Por qué fracasan los países”, de Daron Acemoglu y James a. Robinson, sí toca algunas de las claves. Las elites extractivas se apoderan de la riqueza, impidiendo que la prosperidad permee y penetre. El peronismo, que ha dominado la política argentina durante decenios, es un espejismo autoinflingido en las clases más desfavorecidas. Cristina Kirchner, una de las grandes fortunas del país, la mujer de un oscuro dirigente e intendente de una provincia olvidada, Santa Cruz, que ha acumulado una gran riqueza extractiva, es un elocuente ejemplo.

Tiene de todo, hasta a Milei

Argentina lo tiene todo: un extenso territorio con algunas de tierras más fértiles del mundo, una población bastante instruida, como ponen en evidencia algunos de los mejores escritores contemporáneos en lengua española: es la patria de Julio Cortazar, de José Luis Borges (al que la Academia Sueca negó el premio Nobel, desprestigiándose a sí misma), Ernesto Sabato o Alfonsina Stormi, por citar a algunos. Tiene excelentes periodistas y profesionales de primer nivel, con actores entre los mejores del mundo.

¿Cómo es posible que un extravagante payaso como Javier Milei sedujese a siete millones de argentinos en las pasadas elecciones primarias, el 30% de los votos? Defiende la venta de órganos, legalizar el uso de armas y dolarizar la economía, al grito de “viva la libertad, carajo”. Gesticula de manera extravagante con su cabello ensortijado, afirma que gobernará a fuerza de referendos populares y que no hará caso al Congreso. El país cumple en diciembre 40 años de democracia, ganada tras miles de asesinatos. ¿Va a tirar al niño con el agua del baño? Daría risa si no diera miedo.

Teatro Colon de la capital argentina.

Teatro Colon de la capital argentina. / Andrzej Otrębski.

Un pasado para recordar

El país partió de una posición privilegiada en los años treinta y cuarenta del pasado siglo, cuando parecía que podía llegar a ser los Estados Unidos del Sur. Ese pasado esplendor puede aún verse en un grandioso Buenos Aires, avenidas y edificios, como el Teatro Colon, que apuntaban a una magnificencia que finalmente se convirtió en nostalgia. Recuerdo la Plaza La Recoleta como uno de los lugares más nostálgicos del mundo, frente al cementerio de La Recoleta, donde descansa Eva Perón, a seis metros bajo tierra, cubierta por una gruesa capa de metal. He tomado un excelente vermú bajo el gran ombú en el invierno austral, al que siempre añoro.

En Ushuaia hay un recomendable restaurante llamado “Volver” al que siempre quiero volver, para degustar la blanca carne del gigantesco cangrejo de la Antártida, mientas veo caer la nieve protegido por su gran cristalera. Quiero coger el barquito que me llevará al Faro del Fin del Mundo, para después empezar a subir a Calafate, Bariloche, hasta llegar a las cataratas de Iguazú y sudar atravesando sus espectaculares pasarelas.

El péndulo argentino

Hay excelentes análisis del problema argentino. Marcelo Diamand denominó “el péndulo argentino” las etapas en las que se alternan el expansionismo con el regreso a la ortodoxia. Desde su posición privilegiada a comienzos del siglo XX no ha logrado salir del bache perpetuo. También lo llaman “la paradoja argentina”. Tiene una importante capacidad científico-tecnológica y una industria cultural sólida y pujante. Su PIB nominal es el 26 del mundo, mientras que en términos per cápita está en el puesto 73 con 20.500 dólares en paridad de poder adquisitivo. Cuenta con el segundo mayor índice de Desarrollo Humano de Latinoamérica.

Un informe del Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas resalta el hecho de la elevadísima concentración empresarial en sectores estratégicos. Solo una empresa controla el 98% de la producción de aluminio, tres empresas el 85% de la producción de cemento y dos empresas el 70% de la extracción de petróleo. Sólo una empresa controla el 43% del mercado de las telecos. No responden a la ley de oferta y demanda, deciden sus propietarios cuando y como quieren. Nadie les puede toser.

¿Un despertar?

Si a eso añadimos que es el país que más debe al FMI, supone casi el 30% de todos sus créditos, queda muy poco dinero para otros menesteres. Ese es el fundamento de la histórica animadversión del pueblo argentino a huir de su propia moneda. ¡Y Milei quiere dolarizar la economía!

Seamos optimistas, o simplemente lógicos: toda esa amalgama puede ser el fermento o el catalizador de un despertar de la mejor Argentina. Más temprano que tarde. En octubre tienen una oportunidad. Así sea.

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(Esta serie de artículos se ha publicado en formato libro bajo el título "El futuro es ahora". Mandala Ediciones, 2023)