Mucho se habla de cómo los entrenadores de formación debemos focalizar nuestro trabajo en la mejora y desarrollo de aquellos jugadores que pueden tener un futuro en nuestro equipo ACB. Según esto, ni los resultados ni los títulos que se puedan conseguir son el objetivo principal, sino que ciertos jugadores con potencial adquieran protagonismo y enfoquemos en ellos todo el trabajo a desarrollar por encima de cualquier otra circunstancia.

No estoy de acuerdo con esta reflexión. Por supuesto que debemos tener claro qué jugadores tienen potencial para pisar algún día la pista del Carpena con la camiseta del Unicaja. Por supuesto que debemos enfocar nuestro trabajo a que estos jugadores se desarrollen y mejoren física, técnica y tácticamente. Pero no por encima de todo. No por encima del EQUIPO. El baloncesto es un deporte de equipo en el que hay cuatro compañeros que juegan contigo, pero en el que tienes, además, otros siete compañeros que comparten vestuario y muchísimas horas entrenando, trabajando, sufriendo, luchando€

La mejora individual de ciertos jugadores se debe buscar a través del equipo, del trabajo colectivo, en un deporte en el que compartir el balón y el conocimiento del juego son detalles fundamentales para la progresión de los jugadores. La defensa tiene un gran porcentaje de trabajo individual, pero es incluso mayor el porcentaje colectivo en ese trabajo defensivo, puesto que es vital ayudar al que tiene desventaja o, mucho más importante incluso, ayudar al que ha ayudado. No estoy de acuerdo con aquellos entrenadores que consideran que su jugador de futuro o «franquicia» debe tirar todos los tiros de su equipo, intentar anotar 40 puntos y jugar 38 minutos. Debemos potenciar la capacidad anotadora de cualquier jugador que sea un buen tirador o un buen jugador de uno contra uno. Pero también debemos enseñarle lo bonito que es dar una asistencia o esforzarse por ayudar a un compañero que fue superado por su adversario. Ahora bien, la principal enseñanza que debemos darle a ese jugador es que debe hacer lo que sea, cualquier cosa que se le pida, en beneficio del equipo, de su equipo.

No creo que se deba entrenar a los jugadores como si fueran tenistas. Nosotros entrenamos a un EQUIPO donde hay jugadores diferentes con distintas capacidades y cualidades y debemos potenciarlas y conseguir la mejora de los jugadores principales a través de un trabajo colectivo.

Y llegados a este punto, me pregunto: ¿Cómo en edades tan jóvenes podemos definir con tanta certeza quiénes son esos jugadores que van a llegar al primer equipo? Y mucho más importante, ¿por qué debemos descartar al resto de jugadores? ¿Quién dice que no pueda llegar algún chico que no tenía esa planta o no era el más hábil cuando era infantil, cadete o incluso júnior? ¿Por qué hay que definir tan pronto quiénes son los buenos y los malos?

Nunca hay que definir quiénes son los buenos y los malos. Todos tienen habilidades que deben aportar al equipo, todos deben hacer lo que sea necesario por su equipo y el tiempo ya dictaminará quiénes son los que tienen más posibilidades de llegar, si es que alguno las tiene. Pero sin coartar a ninguno, sin que seamos nosotros los que decidamos que tal o cual jugador no tendrá opción alguna cuando son tan pequeños en edad y todavía no se han desarrollado ni como jugadores y mucho menos como personas.

Y todo esto debemos intentar conseguirlo sin dejar de lado el aspecto lúdico del juego, algo de enorme importancia. Los chicos se tienen que divertir jugando; deben saber lo bonito que es quitarle el balón al otro equipo, hacer una ayuda a otro compañero porque así sabrá que será ayudado cuando él lo necesite; deben disfrutar asistiendo a un compañero que está solo o anotando un tiro para el que todo el equipo trabajó. Sufrir, sacrificarse, luchar y esforzarse son aspectos de gran importancia para ser jugador profesional y ninguno de ellos está reñido con disfrutar o divertirse. Y por encima de todos está el más importante, el que hará que alguno llegue pero que todos disfruten, el EQUIPO.