Crítica Sección Oficial
La chica que quiso ser chica Almodóvar y terminó queriendo ser Almodóvar
Reseña de 'Alguien que cuide de mí', de Elvira Lindo y Daniela Fejerman, película inaugural del Festival de Málaga
ALGUIEN QUE CUIDE DE MÍ
Dirección y guión: Elvira Lindo y Daniela Fejerman
Reparto: Aura Garrido, Emma Suárez, Magüi Mira, Pedro Mari Sánchez, Francesc Garrido, Víctor Clavijo, María Isabel Díaz, Carlos Olalla
Elvira Lindo escribió hace unos años un artículo en 'El País' titulado 'Ser chica Almodóvar' que comenzaba así: "Ser una chica Almodóvar no es algo que pueda explicarse en un artículo, más bien merecería un ensayo que podría escribir en primera persona cualquiera de aquellas jóvenes que, de pronto, vieron en las mujeres almodovarianas un ejemplo a seguir (...) personajes que tan intensamente experimentaban el amor, el desamor, el desamparo". Bien, no sé si Lindo terminó logrando ser una chica Almodóvar, ni siquiera si se empeñó realmente en serlo; lo que sí ha querido ser, de alguna manera, es el propio Pedro Almodóvar en su debut como realizadora cinematográfica, escrito y filmado al alimón con Daniela Fejerman.
Vamos a ver: papel de pared colorido y de geometrías inposibles, visto; menciones a la alta cultura (Chéjov) y la no tan alta ('Sálvame Deluxe'), visto; una canción de Bola de Nieve, visto ('Ay, amor', que ya sonó en 'La flor de mi secreto'); el rendido y cuckoriano tributo a la mística del teatro, visto... Y así podríamos seguir hasta agotar el espacio para estas líneas. 'Alguien que cuide de mí' resulta, eso sí, el pálido reflejo de un guión almodovariano, sin su pulso para el melodrama arrebatado, ni su capacidad para la creación de imágenes icónicas ni su talento (guadianesco) para exprimir a sus intérpretes; o sea, casi, casi como si le pidiéramos a una inteligencia artificial que nos diseñara un original de Pedro. Es una versión amable, para todos los públicos y sensibilidades, sin chicha ni tensión (ay, la discusión entre Magüi Mira y Emma Suárez: debería haber sido explosiva y resulta magra, con cada intérprete yendo a su bola) de aquello que tanto fascinó a la joven Elvira Lindo de aquellos años ochenta pero que, simplemente, no ha sabido reproducir con la intensidad y la singularidad necesarias.
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