Novela

No cerrar los ojos a la memoria

Edurne Portela hurga en Los ojos cerrados’ en las heridas abiertas que dejó la violencia de la Guerra Civil y sus consecuencias

Portada del libro

Portada del libro / Francisco Millet Alcoba

Francisco Millet Alcoba

En su primera novela, ‘Mejor la ausencia’, Edurne Portela indaga en las consecuencias de la violencia de ETA a través de una niña; en su segunda ‘Formas de estar lejos’, retrata la violencia machista, y ahora con ‘Los ojos cerrados’, se adentra en la violencia generada por la Guerra Civil y la posguerra y las heridas -muchas aún abiertas- que dejó. ‘Los ojos cerrados’, como las anteriores, se gesta a partir de la preocupación de Edurne Portela por entender y explicar cómo se genera la violencia y como abre heridas en el individuo y en la sociedad, difícil o imposible de cerrar.

Así ocurre en Pueblo Chico, el pequeño pueblo de esta historia adonde llega Ariadna que se instala en el pueblo de su padre en busca de pistas de su pasado cuando era un niño de la posguerra. Trata de indagar en una historia que nadie quiere revivir y que está silenciada y que reconcome a unos y a otros pues se pudre en el silencio vergonzoso de todos; aunque también es el silencio que permite mantener la convivencia.

Ochenta años atrás, en la posguerra, la violencia golpeó con dureza a este pueblo, como a tantos otros, con historias terribles. Un niño quedó herido para siempre, huérfano para siempre. Luego pasaron ochenta años de silencio y aquel niño, ya anciano, conserva toda la memoria, todo el peso del sufrimiento y el dolor no compartido porque las heridas siguen abiertas, porque los ojos siguen cerrados, como los de la justicia, aquella que el niño nunca tuvo.

Solo el anciano Pedro, el niño de entonces, queda como testigo de aquellos hechos. Sus ojos son los únicos que pueden ver lo que hay detrás de otros ojos, incluso detrás de los ojos de los muertos. Sus ojos están perdidos, «no por un delirio senil, sino por el desamparo, la angustia y un asomo de pavor».

En el pueblo, el resto calla y no reprochan pues solo hicieron mirar y consentir y callar. «El joven huérfano de padre y madre desaparecidos les recuerda a todos su culpabilidad, su cobardía, su complicidad y su miedo».

Pero no es posible cerrar los ojos a la memoria porque «lo que dejas atrás, te persigue».

Con una prosa cálida, pero ceñida al drama que relata, Edurne Portela va construyendo su historia con continuos saltos en el tiempo, yendo del pasado al presente y a cada paso va añadiendo nuevas piezas a esa historia de violencia y venganza hasta que el rompecabezas queda completado y esa niebla espesa y blanca que en ocasiones deja al pueblo casi a oscuras, desaparece.

La niebla y una naturaleza agreste y salvaje van muy unidas a esta historia pues es esa niebla y los agujeros de la sierra los que han permitido ocultar los hechos terribles, también la que da cobijo a animales como el lobo que defiende al hombre que le da de comer, pero mata sin piedad al asesino de su protector.