Diario de lecturas

La maldad que me corroe, las cosas que pasan

La maldad que me corroe, las cosas que pasan

La maldad que me corroe, las cosas que pasan

José Luis G. Gómez

Una librería ardió el otro día en la ciudad, y no estamos sobrados de librerías, pero no puedo evitar que uno de los mejores chistes de Perich me venga a la mente ante la oleada de apoyo que ha arropado a los propietarios y trabajadores: «Cuando un bosque se quema, algo suyo se quema... señor Conde». Sin duda, no soy buena persona. Pese a la maldad que me abriga, espero de veras que Proteo abra pronto sus puertas y que resurja de sus cenizas con más futuro que nunca. Y siguiendo con lo de mi maldad, José Caballero Bonald murió hace unos días, y reconozco que no voy a echarle de menos. Nunca he sido lector suyo, y ni tan siquiera su muerte ha despertado en mí alguna curiosidad. Sé que con él se va una de las grandes voces de las letras españolas y andaluzas del último medio siglo, pero no voy a fingir que conozco su obra –creo que el Ministerio de Cultura también ha dejado de fingir, y decidió ausentarse del entierro de todo un Premio Cervantes, porque se ve que ese ministerio no está sobrado de buenas personas-. Y en esta ciudad que ha sufrido el daño de perder una librería, al menos de forma temporal, hemos ganado una exposición dedicada a ‘Banqueros y empresarios’, en lo que me parece una de las apuestas artísticas más sorprendentes en lo que va de siglo; pero qué se yo de estas cosas, si además soy mala persona.