Novela

Penelope Fitzgerald: el inicio de un talento literario

Impedimenta recupera ‘El niño de oro’, su primera novela, con la que Fitzgerald inició el camino al reconocimiento literario, que vendría después con obras como ‘La librería’ y ‘La flor azul’

En ‘El niño de oro’ hay todo un divertimento, inteligente y mordaz que pone en solfa y cuestiona el prestigioso mundo de los museos

Penelope Fitzgerald

Penelope Fitzgerald / La Opinión

Penelope Fitzgerald no tuvo una vida fácil. Quizá por eso, mientras luchaba contra la adversidad y por sacar adelante a su familia, no tuvo tiempo para escribir. Solo a los sesenta años, cuando la mayoría de los novelistas han producido sus mejores obras o están en la cúspide de su creación, pudo Penelope Fitzgerald comenzar a escribir, cuando su vida familiar se asentó y eso permitió que emergiera un talento absolutamente distintivo, que Fitzgerald, quizá sin ella saberlo hasta entonces, tenía escondido hasta que eclosionó. En los veinte años que aún vivió (hasta los 80 años) produjo un conjunto de novelas memorables que a los veinticuatro años de su muerte, siguen engrandeciendo su figura de novelista británica.

Antes, como decía más arriba, lo pasó mal. La Guerra Mundial dejó en la ruina mental a su marido y eso llevó también a la ruina económica. Como no podían permitirse el lujo de ir a otro lugar, durante varios años vivieron en una barcaza con goteras en el Támesis, vivencia que inspiraría su novela ‘A la deriva’, que ganaría el Premio Booker en 1979. Cuando eso se hundió, se quedaron sin hogar, una familia sin techo, e ingresaron en un centro de acogida hasta que pudieron lograr una vivienda de protección oficial. Finalmente un empleo de maestra de escuela permitió a Penelope y los suyos salir de la indigencia.

Otra desgracia, la enfermedad cancerosa de su marido, permitió emerger el talento literario de Fitzgerald, que para distraer a su esposo escribió la que fue su primera novela, ‘El niño de oro’ que ahora, como viene haciendo con otros relatos de la escritora, recupera en una nueva edición la editorial Impedimenta.

‘El niño de oro’ es todo un divertimento satírico que se ríe del prestigioso mundo de los museos, de la Guerra Fría y de todo ese boato que acompaña a los hombres y al mundo de la cultura.

En Londres, un Museo (sin nombre en la novela) exhibe por primera vez en el mundo un importante tesoro arqueológico. El museo en cuestión, una versión apenas velada del Museo Británico, alberga una exposición de tesoros preciosos de la República Africana de Garamantia, más concretamente, el Niño Dorado y sus diversos acompañamientos y ajuares funerarios. Afuera del museo, familias y escolares hacen cola en masa, esperando pacientemente durante horas con la esperanza de echar un breve vistazo a las reliquias una vez que crucen la puerta. Dentro del museo, sin embargo, no todo va bien.

Rápidamente nos presentan una variedad de personajes, la mayoría de los cuales son excéntricos, cada uno con sus propios problemas e inquietudes individuales. Está Sir William Simpkin, el anciano arqueólogo que redescubrió el Tesoro de Oro de los Garamantes allá por 1913. Sir William, un hombre bondadoso que se preocupa por los mejores intereses del público, ahora reside en un apartamento privado en el museo, convencido de que dejará su nada despreciable patrimonio al director, Sir John Allison, para futuras adquisiciones. Por razones que se vuelven un poco más claras a medida que se desarrolla la historia, Sir William se niega a visitar la exposición en persona. En cambio, cuenta con la ayuda en sus actividades diarias de un omnipresente guardián, un tipo fiel pero algo solitario llamado Jones y un brillante pero sufrido oficial de exposiciones junior llamado Waring Smith.

Todo queda puesto patas arribas cuando el profesor Untermensch, una autoridad en los jeroglíficos garamantianos, visita la exposición, y le revela a Sir John, el director del museo, su creencia de que, en realidad, todos los tesoros de oro son falsos. Buenas copias, pero réplicas al fin y al cabo. Temeroso de un posible escándalo mediático en el horizonte, Sir John se enfrenta a un dilema. ¿Debería guardar silencio sobre la teoría de Untermensch con la esperanza de que no se filtre? ¿O llamar a un experto independiente para que evalúe los tesoros con la fe de que son auténticos?

Sir John decide enviar a un miembro del personal en una misión encubierta a Moscú para mostrar uno de los «tesoros» a otro experto independiente, el profesor Semyonov, un hombre que probablemente no montará un escándalo. Waring es enviado a Moscú, bajo la apariencia de un turista.

Lo que sigue es una serie de encuentros bastante surrealistas y indirectos mientras Fitzgerald teje una historia de misterio, intriga, asesinato y desorden , con la acción moviéndose de Londres a Moscú y de regreso al Reino Unido.

La historia puede resultar un poquito rebuscada tal vez, pero siempre dentro de los cánones del género. Pero Fitzgerald, gracias a su encantador estilo de escritura y su ojo para lo absurdo, hace que todo encaje.

‘El niño de oro’ está impregnada de un perverso sentido del humor, con sátira y mala leche incluida. El foco de Fitzgerald no salva del ridículo y la sorna a nadie: los pomposos críticos de arte con sus palabrerías, los presuntos expertos, los responsables culturales y los políticos. Fue la primera novela de Fitzgerald pero donde ella ya alumbraba la perfección que llegó con novelas como ‘El comienzo de la primavera’, ‘La puerta de los ángeles’ y, especialmente con ‘La flor azul’, una obra maestra.

El niño de oro

Autora: Penelope Fitzgerald

Editorial: Impedimenta

Traducción: Miguel Temprano García

Precio: 19,50€