Crónicas de la ciudad

La calle Comisario y el antiguo hotel de Andersen

La antigua Fonda de Oriente donde se alojó en 1862 el escritor danés luce estos días un exceso de cables, posiblemente por obras en el edificio vecino, de la época del desmadre

El edificio de la antigua Fonda de Oriente, a la derecha, junto a calle Comisario, la semana pasada.

El edificio de la antigua Fonda de Oriente, a la derecha, junto a calle Comisario, la semana pasada. / A.V.

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

En un viejo plano de Málaga de 1805 se aprecia ya una calle que comunica la Alameda Principal (por entonces, Alameda a secas) con la calle Martínez, a la mediación de esta última. Se trata de la calle Comisario, que tuvo que trazarse cerca de ese cambio del siglo.

Francisco Bejarano la llama, y con razón, la callejuela del Comisario, porque siempre fue un estrecho pasillo. El gran investigador aventura como posibilidad en ‘Las calles de Málaga’ que el nombre aludiera a que en esa calleja tendría su casa el comisario del Puerto.

De asomar su vivienda a la Alameda, mirando al mar, el comisario quizás viviera en el lateral izquierdo, el actual número 10, que desde hace décadas acoge una de las mejores muestras de ausencia urbanística de civilización. Se trata de un insulso y desproporcionado bloque, con el cuerpo superior sin alinear con la Alameda, que parece haber sido lanzado por una potencia enemiga para restar valor al famoso paseo, en tiempos de desmadre urbanístico.

El inmueble del lateral derecho, el número 8, en la década de 1860 acogía La Fonda de Oriente, que ha pasado a la historia por un cliente, pues en el otoño de 1862 alojó al gran escritor danés Hans Christian Andersen.

Por suerte para la imagen de la ciudad, el majestuoso inmueble, antigua ‘fonda’ -palabra sin connotaciones de segunda categoría entonces-, sigue en pie y no ha sido sustituido por ningún edificio hostil a Málaga.

Andersen describía la fonda como «un hotel bien situado» y donde ya por entonces se hablaba «español, francés y alemán».

Sin embargo, pese a la importancia arquitectónica e histórica del edificio, sigue con todo su contorno estrangulado por el tradicional y subdesarrollado cableado que tanto abunda en nuestra capital.

La fachada de la antigua Fonda de Oriente, ayer, con los sempiternos cables.

La fachada de la antigua Fonda de Oriente, ayer, con los sempiternos cables. / A.V.

Resulta hasta enternecedor comprobar cómo, cuando en el año de la polka se realizó la ficha urbanística de este edificio -en el Catálogo de Edificios Protegidos del Centro con protección arquitectónica de primer grado- ya se recomendaba la eliminación de añadidos no armónicos, algunos de los cuales, en 2023, siguen serpenteando por la fachada, sin una discreta canalización que, sin necesidad de soterrar, al menos oculte el cutrerío.

En estos días, además, se acondiciona un local del ‘hostil’ edificio vecino y quizás por eso han aumentado las colgaduras en el antiguo hotel de Andersen. Además, paradójicamente, dos formas tan distintas de tratar la ciudad se encuentran unidas por una perenne guirnalda de cables aéreos.

Que vuelva el comisario a poner orden. 

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