Sociedad

Ateos que viven y sienten la Semana Santa de Málaga

La Semana Santa tiene un significado más allá del religioso para gran parte de la población, que la vive desde otro punto de vista basado en la tradición, el arte, la cultura y el arraigo al barrio al que pertenece

Sara Sánchez, de nazarena en la Paloma, y Sara Fernández viendo la procesión de Nueva Esperanza.

Sara Sánchez, de nazarena en la Paloma, y Sara Fernández viendo la procesión de Nueva Esperanza.

Chaima Laghrissi

Chaima Laghrissi

Sara recorre las calles de Málaga, con itinerario en mano, en busca de todos y cada uno de los tronos que salen durante la Semana Santa de Málaga. Como ella, miles de personas se agolpan en las calles, avenidas, balcones y cualquier recoveco libre de la ciudad, para poder ver procesionar a sus vírgenes y cristos.

La Semana Santa es una semana de fe y devoción. Fe en Dios, en Cristo y en su madre María. Estos días no siempre son sinónimo de religión, sino también se viven como la máxima expresión de la tradición y cultura malagueña, desde la mirada de aquellos malagueños no creyentes.

Y es que la Semana Santa también tiene un significado más allá del religioso para gran parte de la población. Como es el caso de Sara Sánchez. «¿Es posible sentir devoción por la Semana Santa y ser ateo?», Sánchez lo tiene claro: «No hace falta ser creyente para valorarla. Es una celebración cristiana pero se puede separar eso de la tradición y el espectáculo que es. El espectáculo de los tronos, las imágenes, la música y el olor a incienso, todo eso me trae recuerdos», cuenta.

De padres ateos y convicciones en esa misma línea, el gusanillo por la Semana Santa le nació a raíz de su hermano: «Él sí es creyente y le encanta la música. Me inculcó su amor por ésta. Soy partidaria de que se mantengan las tradiciones, es lo que nos diferencia de otros países. Es lo esencial de un sitio. Obviamente, tradiciones que no le hagan daño a nada ni a nadie», subraya.

Unos días que Sara vive con ilusión. Un sentimiento que no consigue explicar: «Yo veo a la Virgen de la Esperanza y siento algo. No sé lo que es ni cómo explicarlo, pero me remueve».

En el barrio de la Trinidad esperan Miguel y Sara Férnandez, padre e hija, que todos los años buscan un hueco entre la multitud para ver al Señor de Málaga procesionar por su barrio: «Yo veo al Cautivo y me emociono. No estoy ni bautizada y suele ser una cosa que le extraña a la gente cuando digo que me gusta la Semana Santa», afirma Sara.

A esta malagueña, la Semana Santa le lleva a tiempos pasados: «Es una semana que la hemos vivido siempre con mucho cariño, ya que era un momento en el que toda la familia nos juntábamos. Mis tíos y todos mis primos pasábamos la Semana Santa en Carretería con nuestras sillas plegables, con los bocadillos y pidiendo cera», recuerda.

Sara Fernández durante la procesión de Nueva Esperanza.

Sara Fernández durante la procesión de Nueva Esperanza. / chaima laghrissi rochdi. málaga

De pequeña, Sara formó parte de la Cofradía de Nueva Esperanza donde estuvo un par de años como nazarena: «No era como penitencia sino por tradición, por salir con mi hermana y todos sus amigos del barrio», indica.

Tanto Sara como Miguel no se consideran creyentes, pero para ellos esta semana es «arte ya no solo por las tallas y los tronos, por la música que lo acompaña, que hace que se cree un entorno muy solemne. Se te eriza la piel en algunos momentos aunque no creas en Dios. También por la historia que lleva cada una de las cofradías, que es parte de la historia de Málaga y de nuestros barrios».

Ese sentir de barrio también juega un papel fundamental en esta fiesta y es que «es ante todo una expresión popular. Es una fiesta arraigada en el sentir más popular, una semana en la que los barrios obreros podían desfilar por el centro de la ciudad y tomar calle Larios por un día», añade Miguel.

Por otro lado, este malagueño manifiesta que «la Semana Santa de Málaga cada vez está perdiendo más su particularidad, antes los tronos se montaban en la calle los famosos ‘tinglaos’ y las cofradías estaban más vinculadas al barrio. Ahora se prima más que sea un evento atractivo para el turismo», cuestiona.

Malagueños como Hassan Férnandez no son apasionados de la Semana Santa, pero «por el bullicio». «Me parece muy bonita. Además, para la gran mayoría es una fiesta popular, no religiosa. Nada más que hay que ver las iglesias el resto del año, solo va gente mayor que después paradójicamente son las que no van a ver tronos, porque no pueden», cuenta.

Hassan, al igual que Miguel, critica la organización de esta fiesta: «Pensar que se limite el aforo es una utopía, además acabaría en que solo puedan ver Semana Santa los ricos; tal y como hicieron el año pasado con los paneles gigantes de las tribunas». Y añade: «Como vecino del Centro, tampoco nos ponen facilidades ni para llegar a casa. Porque se da prioridad a la Semana Santa antes que a los vecinos y se debería hacer algún tipo de exención con nosotros».

En definitiva, malagueños que también viven la Semana Santa de otra manera. Una devoción distinta a la de los creyentes, pero igual de válida.