Salud

Volver a empezar. La vida después del ictus

Tres historias de superación de pacientes y familiares malagueños que vieron sus vidas alteradas por culpa de esta enfermedad

Los neurólogos subrayan la importancia del compromiso del paciente con la rehabilitación tras el ictus, así como el papel fundamental que desempeñan las asociaciones a la hora de ayudarles a superar secuelas físicas y psicológicas

Carmen Soler, Roberto García y Mercedes Cabello en el Hospital Clínico por la celebración del Día Mundial del Ictus.

Carmen Soler, Roberto García y Mercedes Cabello en el Hospital Clínico por la celebración del Día Mundial del Ictus. / A. T.

Arancha Tejero

Arancha Tejero

Sobrevivir a un ictus supone, en muchas ocasiones, volver a empezar de cero. «Tienes que reinventarte y ser consciente de que ya no puedes hacer lo que hacía antes, o sí, pero con ciertas limitaciones», relata Roberto García (53 años), superviviente de un ictus, que, aunque a día de hoy ha recuperado gran parte de su autonomía, continúa yendo a rehabilitación, tanto física como cognitiva, para seguir mejorando su calidad de vida.

«Hace dos años y medio, estaba haciendo deporte y sentí un pinchazo muy fuerte en la cabeza. Después empezaron los síntomas. Arrastrar la pierna, pérdida de fuerza en la mano y ya en el hospital se acentuó el tema de la visión y veía doble», rememora Roberto, que ahora es consciente de que cometió el gran error de esperar, en lugar de acudir a urgencias inmediatamente. «En ese momento no lo asocias, no piensas que te puede pasar a ti», cuenta el malagueño, que en su caso pudo acudir por su propio pie a urgencias. «Ya ahí me falló el habla y en el lado izquierdo perdí totalmente la fuerza», recuerda.

Tras una semana ingresado, comenzó con la rehabilitación en la sanidad privada mientras pudo permitírselo. Después, pudo continuar con ella gracias a que descubrió a la Asociación Mercader, que ofrece apoyo a pacientes de ictus y a sus familiares. «En la asociación les ayudamos desde todo el trámite con el papeleo hasta con la rehabilitación gratuita para que puedan volver a encauzar sus vidas», explica Alberto Burgos, presidente de Mercader. Padre e hijo decidieron crear esta asociación en 2014, tras el fallecimiento de su madre por culpa de un ictus, para ayudar a los malagueños víctimas de esta enfermedad ofreciéndoles atención psicológica, fisioterapia, logopedia y terapia ocupacional gratuita, para que no se viesen solos ni acabasen «medio arruinados», como les ocurrió a ellos.

«Sales del hospital y no hay una opción social que te indique qué hacer. Si no fuera por las asociaciones las personas estarían muy olvidadas», lamenta Alberto, que señala que hay nichos de población víctimas de ictus que, como no puede pagarse la rehabilitación, se quedan en casa. «Nunca vas a ser el mismo, porque el 80% de los ictus termina con algún tipo de discapacidad, pero sí podemos conseguir que esas personas mejoren muchísimo su vida. En la asociación tenemos casos de gente que ha entrado en silla de ruedas y ha salido andando», resalta el presidente de la asociación.

«El paciente debe hacer un largo esfuerzo para recuperar todo lo que ha perdido en cuestión de horas», reconoce Agustín Rodríguez, neurólogo del Hospital Clínico, que subraya que la rehabilitación es un paso fundamental para poder superar un ictus. Sin embargo, no siempre es un camino sencillo, pues la frustración y el miedo pueden ser un gran obstáculo en esta carrera de fondo en la que, en ocasiones, se avanza a pasos muy lentos.

Es el caso, por ejemplo, del marido de Mercedes Cabello, que hace casi seis años sufrió un ictus en el portal de su casa que lo dejó en coma durante 40 días y que a día de hoy continúa en rehabilitación. Aunque se ha recuperado sobre todo a nivel cognitivo, es hemipléjico y el lado izquierdo del cuerpo no lo puede mover «Es un cambio radical en la vida, pero uno se va adaptando poco a poco. Y la alegría de saber que esa persona, que podría haber fallecido, está viva, es lo que te mueve y te hace seguir adelante», afirma Mercedes, que asegura que no ha perdido la esperanza.

La vida de Carmen Soler y su familia también dio un vuelco cuando su padre Francisco sufrió un ictus el pasado agosto. En su caso, le afectó a la parte derecha y, aunque logró recuperar rápidamente la movilidad, tiene un daño cerebral del más del 30% que le ha afectado principalmente al tema de la comprensión y del habla.

El papel de las familias

«Sales del hospital y no sabes tratar a una persona que tiene ese tipo de daño y que emocionalmente tienen picos de tristeza y de depresión», comparte Carmen, que apunta que toda la familia ha tenido que adaptarse porque hay cosas que él no puede hacer solo. «Me gustaría hacer hincapié en la ayuda que necesitan los familiares porque el paciente lo sufre y lo pasa mal, pero los familiares también», reivindica Carmen, que insiste en la importante de explicarle a los familiares qué es lo que se van a encontrar tras el alta. En su caso, lo que les salvó fue que conocieron a la Asociación Mercader, «que nos ha ayudado mucho», y con la que poco a poco fueron aprendiendo a cómo tratar con un paciente de ictus.

Con ese objetivo nació también en 2004 la asociación Adacema Málaga, por la que cada año pasan en torno a 400 pacientes. «Se quedan muchas secuelas a nivel atencional, de memoria o funciones auditivas que les afectan a las actividades de la vida diaria básicas como comer o ducharse», explica Desiré Gálvez, neuropsicóloga de la asociación.

Asimismo, la especialista hace hincapié en la importancia de la adherencia al tratamiento y que «el paciente tiene que poner de su parte», continuando, por ejemplo, con los ejercicios en casa para poder lograr los resultados que se pretenden conseguir. Por ese motivo, Roberto no duda en seguir trabajando cada día para mejorar tanto a nivel físico como cognitivo. «A mi me afectó a la memoria a corto plazo, pero también a las manos y por eso trabajo, por ejemplo, atando el cordón de un zapato», comparte Roberto, que explica que para pintar un mandala tiene que estar muy concentrado y hacerlo muy despacio «porque la mano se me va».

Aunque enfoca su recuperación con optimismo, reconoce, emocionado, que a nivel psicológico es una situación que te afecta mucho. Por ese motivo, anima a otros pacientes a que acudan a las asociaciones y se relacionen con otros afectados, pero, sobre todo, «a que se dejen ayudar».

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