Crónicas de la ciudad
Peligroso estrechamiento de la calle Edward Elgar
Desde que se urbanizó la calle hace unas dos décadas continúa en su sitio una antigua cerrajería que estrecha la calzada y se come parte de un paso de cebra.
Si observamos el trazado moderno de calle Mármoles, comprobamos cómo se encuentra fuera de alineación la preciosa ermita de Zamarrilla.
Su emplazamiento nos habla primero de su antigüedad, pues originalmente se encontraba en las afueras de Málaga, rodeada de huertas y tierras de labor ya que comenzó a levantarse en octubre de 1757 y como nos recuerda Rosario Camacho en su Guía Histórico-Artística de Málaga, a los tres años ya se quiso ampliar y estas últimas obras finalizaron en 1763, en los primeros tiempos del reinado de Carlos III.
En segundo lugar su emplazamiento nos habla de su enorme valía, no sólo histórico-artística, también sentimental para los malagueños, pues el inmueble ha permanecido sin moverse de su sitio y son los peatones los que se adaptan a él a la hora de pasar por esta calle y la vecina calle Zamarilla.
Resulta curioso que en otro rincón de Málaga exista un edificio en circunstancias parecidas, sólo que en este caso no existe justificación alguna ni por su antigüedad ni mucho menos por su valía para que permanezca de esa guisa y tampoco representa algo muy especial para los malagueños, como es el evidente caso de la ermita.
Hablamos de un desvencijado inmueble que no es la primera vez que aparece en esta sección por la inseguridad vial que provoca pero también por la ‘bostezante tranquilidad’ con la que nuestro Ayuntamiento se toma el problema, pues lleva muchos años demostrando que no le quita el sueño.
Se trata de un antiguo taller en la calle Edward Elgar con calle Pulgar en el que, en sus tiempos mozos, en la fachada podía leerse la palabra ‘Cerrajería’ y hoy sólo se adivina el letrero.
De edad indefinida, una foto aérea de principios de este siglo muestra cómo la cerrajería ya se metía en la calle proyectada, la dedicada al compositor inglés, circunstancia que 23 años más tarde no ha impedido que continúe en idéntica disposición.
El problema estriba en que, al meterse en la calle proyectada con posterioridad, literalmente se come parte de un paso de cebra que, por precaución, el Ayuntamiento instaló justo al lado de este viejo ‘farallón’.
Pero no sólo es un peligro para los peatones, también los coches tienen que andarse con tiento porque el emplazamiento de la inoportuna construcción provoca el súbito estrechamiento de la calzada.
Hasta la fecha las quejas de los vecinos por este peligroso obstáculo no han logrado que el Ayuntamiento de Málaga solucione el problema. Por insistir que no quede.
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