Tribuna

Los noventa años de Rafael Osorio

Profundo conocedor de Las Chapas, luchó siempre por la divulgación de sus virtudes y por la mejora de las infraestructuras

Los noventa años de Rafael Osorio

Los noventa años de Rafael Osorio / L. O.

Francisco Moyano

Francisco Moyano

El pasado mes de diciembre, en una mañana soleada pero ventosa, fue inaugurada la avenida Rafael Osorio Cibajas en la zona de Los Monteros, próxima al Hospital Costa del Sol. Representó el reconocimiento a la fructífera trayectoria vital de un entrañable ser humano que forma parte de la más genuina historia popular de Las Chapas de Marbella, fundador, junto a su hermano José de la Pastoral de Los Cibajas, pionera en toda la provincia y legendaria en el término municipal de Marbella.

Rafael cumple noventa esplendorosos años, homenajeado en la intimidad por su amplia familia y sus numerosos amigos. Además de la avenida, el Ayuntamiento también le nombró hace unos años Ciudadano Honorario. Profundo conocedor de Las Chapas, zona por la que se introdujo el turismo en Marbella, luchó siempre por la divulgación de sus virtudes y por la mejora de las infraestructuras. Trabajó por el deporte de base. Consiguió que la Pastoral de Las Chapas cuente con su calle y fue un innovador en este tipo de formaciones navideñas introduciendo instrumentos poco usuales como la guitarra y el acordeón.

Durante muchos años mantuvo un modesto, pero interesante, museo de la pastoral. Rafael Osorio fue pionero en la instalación de restaurantes de playa, partiendo, en los años sesenta, de un sombrajo veraniego. Sería el germen del Restaurante Rama (ya desaparecido), instalado muy cercano a la orilla del mar. En el mismo lugar contaba con un pequeño huerto que surtía de hortalizas al restaurante. Era ya octogenario y seguía con su cometido de ensartar los espetos de sardinas, siendo un maestro en ese arte y consiguiendo convertirse en un referente. Fue un niño que vivió la guerra civil y conoció de primera mano las penurias y la extrema pobreza de Las Chapas, donde abundaban las chozas como viviendas. No pudo contar con formación académica, pero la suplió con su inteligencia natural y el talante autodidacta que le hizo adquirir la cultura que posee.

En 2006 escribió un libro donde contaba la historia de la pastoral, de los cortijos de la zona y de los caminos que recorrían. Este libro fue una demostración más del carácter solidario que Rafael ha tenido toda su vida y la venta de las dos ediciones publicadas se destinó a instituciones benéficas. De igual forma recogía muchas de las letras de las canciones de la pastoral, que no solamente tenía el cometido de ponerle banda sonora a la Navidad, sino que también ofrecían serenatas, de corte amoroso, o de simple homenaje, como ocurría cuando rondaban a Salvador Guerrero, artífice de Elviria, o al párroco Bocanegra Pérez. Fue pregonero de la feria de Las Chapas, prácticamente por aclamación popular.

En su peripecia vital de nueve décadas han sido pilares fundamentales los amigos (muy numerosos), sus hijos e hijas y los nietos. Y la auténtica columna vertebral María Rueda, su mujer, siempre trabajando a la par, humildemente, en cuanta iniciativa ha emprendido Rafael. Como siempre ocurre en la vida, en su larga existencia, junto a las muchas luces, también ha habido sombras, la más negra de todas el fallecimiento de una de sus hijas. El talante optimista y activo le permitió seguir viviendo con plenitud.

Afortunadamente, los reconocimientos le han llegado a Rafael en vida, cuando sigue conservando su privilegiada memoria y la ilusión y, algo fundamental, la cercanía de los amigos con los que él ha ejercitado de forma perenne su virtud más característica: la generosidad. Tras los noventa, Rafael emprende el camino hacia los cien. El deseo de felicidad y como regalo la dosis adecuada de salud.