Opinión | Málaga de un vistazo

Premios y castigos

La gala de los Goya se celebró tímidamente en Málaga con una presentación sobria y empática alineada con la actualidad, que no está para muchas fiestas por más que las necesite. Detrás de los presentadores de los distintos premios había un biombo de monitores con los ausentes asistentes formando parte del decorado. La ceremonia no fue altamente seguida, y la retransmisión no reunió a demasiados espectadores, tampoco muchos pudieron ver las películas nominadas, también los cines estuvieron vacíos durante todo el año y no se espera que este sea muy diferente. Tal es el escenario que nos pinta la pandemia en su trama de película apocalíptica en la que participamos todos y ninguno hace de extra. Así que está bien celebrar algo de vez en cuando, repartir premios, y romper el monopolio del castigo, donde el virus está siendo el actor revelación y se lleva de calle el papel de reparto con cada uno de los contagios.

Este fin de semana se levantaba también tímidamente la barrera de las restricciones al ocio y la gente ha podido sacudirse un poco la soledad en la calle y en los bares reuniéndose, imagino que con algo más de ganas que de prudencia, alrededor de una mesa mientras llegaban las rondas que colmaban la sed de distracción de unos a la vez que nutrían de proteínas la debilitada musculatura de las cajas registradores de los otros.

Esperemos seguir con la dinámica de apertura y que no nos amenace de nuevo una cuarta ola con recuperar el poco terreno que le vamos ganando al virus como ese mar que reclama sus playas robadas cada tanto. Ya nos vamos mereciendo un premio más duradero, un alivio, porque salvo los malos que hay en toda película me parece que la mayoría hemos sabido interpretar el papel que nos ha tocado en esta trágica y kilométrica película.