Opinión | La vida moderna Merma

Cofrades municipales

El alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, en una salida procesional.

El alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, en una salida procesional.

Estar acostumbrados a cosas buenas es maravilloso a la par que peligroso. Puede suceder que, un día, te encuentres con un cambio radical de la película con el consiguiente susto por quedarte sin la cómoda estabilidad.

Es un clásico recurso el de no valorar lo que se tiene hasta que uno lo pierde.

Nos ha pasado con la pandemia. Todo lo que dábamos por sentado se nos escapa de las manos y hasta el detalle más nimio nos resulta ahora inalcanzable y deseable.

Con la Semana Santa en Andalucía en general y en Málaga en particular sucede algo parecido. Con la Pascua de Resurrección, salimos de una Cuaresma inédita y una semana grande que, a pesar de todo, han tenido un nivel extraordinario en comparación a lo que podría haber sido.

Atrás quedan, parece, los gritos de desaliento porque en Málaga no había de nada para esta Semana Santa y el resto tenía de todo. Ha pasado. Y el resultado, aparentemente, es satisfactorio para la mayoría.

Y ahora, con motivo del Centenario de la Agrupación de Cofradías, la memoria del cofrade parece que se está refrescando por mil y un frentes. Cien años son muchos años. Y, aunque no los hemos vivido todos, parece que las Hermandades y el mundo cofrade en general están contribuyendo a rescatar para la memoria colectiva la evolución de la que disfrutamos.

Actores de esta historia hay muchos. Cofrades y no cofrades. Partidarios y detractores. Y todos, de una u otra manera, han participado en este gran mural. Desde los que promovían la violencia en el 31 hasta los que la aprovechaban para conseguir otras cuestiones. Desde los que escondieron en sus casas piezas de valor -y se dan por perdidas-, hasta los que las salvaron y devolvieron al culto. Todos hacen posible nuestra encrucijada. Desde Taillefer con su documental polémico hasta Castellanos aglutinando a gente muy valiosa en torno a la Semana Santa de Málaga. El que vende -vendía- los coquis o el que pagaba mantos. Todos forman parte de una misma amalgama, aunque en distintos planos. Unos eran pastilla de carbón y otros son de hilo fino. Pero cofrades malagueños «por la gracia de Dios».

Sin embargo, hay un elemento que llama extraordinariamente la atención y es el paso ligero que se realiza cuando se trata de analizar o destacar el papel del ayuntamiento en el devenir cofrade malagueño. No existe. Se habla poco. Y de lo poco que sale es, por alta probabilidad, para atacar o quejarse. Y la realidad, de manera notoria, es bien distinta.

En Málaga, hablar de Ayuntamiento y cofradías tiene siempre el mismo resultado por parte del personal y es soltar las dos palabras mágicas: Paquito campana. Ahí quedó. Pero, amén de banal y ser un chascarrillo, quizá no se reconozca la labor que realizan.

En ese análisis siempre hay errores y cosas más que mejorables. Quedará para todos en la memoria esa etapa vergonzante donde políticos paseaban de casa en casa de hermandad ofreciendo ayudas a dedo para los cofrades a cambio de una foto cutre y dos palmas. Angelitos. Los dos. Los cofrades que aplaudieron y los políticos que pensaron que era posible corromper un entramado tan solvente como el de los cofrades. Evidentemente la mano se puso. Pero los que posaron para la foto desde el lado político, o no están, o les queda medio telediario.

Pero al margen de circunstancias grotescas como la anteriormente mencionada, quizá sea necesario poner en valor el apoyo que en Málaga -y la mayoría de Andalucía- se ofrece a la Semana Santa. Sin condiciones. Sin pedir nada a cambio. Asumiendo la realidad que es en nuestra tierra el mundo de las Cofradías y arrimando siempre el hombro. Y ahí, por suerte, no hay distinción de colores políticos -por ahora-.

Aún así ¿alguien se ha parado a pensar qué sucedería si tuviéramos un gobierno local de extremistas? ¿imagina alguien a una Teresa Porras de tendencias políticas extremas canalizando toda la ayuda municipal posible a las hermandades? Cuesta creerlo -con Teresas Rodríguez como excepciones- pero sería menester apuntar a la buena sintonía que siempre ha habido entre ambas instituciones. Nuestro alcalde es de Servitas. El líder de la oposición, el socialista Dani Pérez, del Cautivo; y jamás se encuentran limitaciones y ayudas cuando son necesarias desde el Ayuntamiento.

No sería de recibo que sucediera lo contrario teniendo en cuenta el motor económico y social que conforman los que construyen nuestra Semana Santa. Pero puede pasar que llegue un listo, coja el mando y nos diera de lado. Por eso, cuando se habla de Paquito Campana o se oye a socialistas a escondidas rajando de que su jefe sea cofrade y no se esconda -salvo cuando saca a su Cristo que se mete en un varal interior-, no se tiene quizá la suficiente conciencia de que, en parte, todo lo conseguido por los cofrades ha tenido el empujón del ayuntamiento de todos. Desde las ayudas para los mil y un montajes que realizan durante el año, pasando por las verbenas, fiestas e historias mil que son siempre apoyadas en su operatividad por el ayuntamiento. Y por su puesto, a través de la cesión de solares y espacios para sus sedes. ¿Cuántas casas de hermandad están levantadas gracias a que el Ayuntamiento ha cedido el terreno? Con un ayuntamiento problemático, se las hubieran visto y deseado para poder conseguir algo así. Y ahí no se cuenta la aportación y ayuda para rehabilitar la infinidad de templos y patrimonio en los que el ayuntamiento ha respaldado -la manera elegante de decir que ha soltado dinero- para que se llevaran a cabo. Cuesta trabajo pensar que, viendo el panorama político, pudiera volver a repetirse la historia en la que se participara de esa manera tan activa en el mundo cofrade por parte de los entes públicos.

¿Paquito campana? Supongo que sí. Pero tras la chanza y la guasa vacía, está la verdad de la vida. Por eso, cuando subas la foto icónica de esa Virgen tan especial en ese entorno tan fabuloso, no olvides que sin el ayuntamiento… nanai. Y cuando presumas de tu céntrica casa de hermandad que tan emocionante recogida celebra en el corazón de la ciudad o tu barrio... Oye, que sin ayuntamiento, nanai. Lo mismo cuando veas ese altar de culto brillante y altísimo. Que las tarimas las pone el mismo de antes. Y las vallas para las colas, y la limpieza. Y el cartel. Y el librito. Y la ayuda para el manto. Por eso, aunque sea una vez cada cien años, es más que evidente que toca dar las gracias.

Viva Málaga.