Opinión | Notas de domingo

Cuaderno onubense

Atardecer en Matalascañas.

Atardecer en Matalascañas. / EFE

Lunes. Atravesamos el puente sobre las marismas del Odiel dando las dos de la tarde. Montañitas de sal a la izquierda. Grandiosidad de horizonte a la derecha. El estómago recuerda la hora que es. La inclinación gastronómica es hacia la cerveza con gambas y jamón. Llegada al hotel. Hay gente que cree que ha de contarle su vida, con detalle, al recepcionista. Camino de la habitación oigo a una señora que le dice a su marido: «Mira, ni una nube. Y dice tu hija que allí no para hoy de llover». Digo yo que será su marido. Ya en la estancia, qué gran placer examinar los adminículos. Ahora tienen otro nombre. Jaboncito, frasquito de champú, botecito de esto y de lo otro. Desde el balcón se ve la lengua de tierra, la mar abierta, la flecha de El Rompido, que crece treinta centímetros al año. Barquitos que van. Yo me voy a la hamaca, a imaginar que surfeo, a contar nubes. Alguien recuerda que tenemos reserva en «Don Langostino». Bueno, no es elegante nombre pero sugerente sí.

Martes. Los conjuntos melódicos que animan las veladas de hotel. Qué vidas. Qué aventuras. El cantante tiene trazas en el rostro de noches eternas y carreteras que no acaban. O al menos, me convendría que así fuera para escribirlo aquí. Una novela con uno de esos o esas cantantes. No estaría mal. Una ordenada vida pop de nueve a once. Concierto para parejas maduras que acaban de amortizar la cena bufé. A ver si tocan la nuestra, parece decir un señor en bermudas y polo de rayas a su mujer, que come helado sin entusiasmo.

Miércoles. El Market Asia de Cartaya tiene de todo. De todo. Adquirimos varias cosas que no necesitamos y una toalla,una pistola de agua y crema solar. Curioseo en el departamento de libretas, bolis y cartapacios y veo que hay libros. No muchos. Pero hay. Menos variedad, eso sí, que la que hay en la balda de escobillas para el water. Tienen «El sí de las niñas», de Moratín. Lo hojeo. Se divide en tres actos y tiene lugar en el patio de una posada en Alcalá de Henares, lugar que permite las entradas y salidas de personaje sin menoscabo de la verosimilitud. La acción comienza a las siete de la tarde y termina a las cinco de la madrugada. Tiene su aquel leer a Moratín en un chino con hechuras de Carrefour en medio de la nada de un polígono del extrarradio de un sitio que no conozco. Dejo a Moratín con sus compañeros de estantería: desconocidos autores de novelas de misterio en ediciones anticuadas. ‘El crimen del legajo’, se titula un volumen.

Terrazas en Cartaya

Terrazas en Cartaya

Jueves. Tomamos el barquito que cruza hacia la playa ‘virgen’. Nosotros y otros veinte o treinta lobos de mar con wifi. La travesía es de unos quince minutos. Los niños berrean. Los de los demás, claro. Los nuestros son siempre una monada que pese a lanzarse uno a otro la pelota no molestan a nadie. El barco retorna cada media hora, todo el día, y además -te advierten- hay un mini chiringuito para emergencia: agua, cerveza, papas fritas, sandwich. Sin embargo, el pasaje es precavido y quien menos lleva, porta sombrilla, sombreros, toallas, libros, merienda, bolsones, mochilas, neveras y hasta uno lleva la guitarra, un gato y el portátil. Me imagino al gato conectado por skype con una gata de Brisbane o Barakaldo. Un instagramer parece quejarse de que haya algo de maleza. Panzarriba en el Atlántico, quisiera reflexionar sobre la imponente belleza del paisaje pero me urge reservar en algún lugar, no vaya a ser que me tenga que alimentar de sol y sal, de bellos cuerpos y de cielo limpio. O papas fritas.

Viernes. El viaje de vuelta no ha de ser un fatigoso y deprimente traslado. Aparcamos en Triana. Cerveza fresca. Calle San Jacinto. Y a lo que hemos venido: es el «Jaylu» uno de esos sitios maravillosos donde uno se siente como si estuviera fuera de casa, que es como hay que sentirse en un restaurante así: uno de los mejores jamones de España. Almejas. Y rodaballo a la parrilla. Coqueto comedor. Al declinar la tarde, Las Pedrizas. Con esa señal azul que pone «Málaga 7» se han hecho camisetas.