Opinión | 360 grados

Escuchar a la calle

Pedro Sánchez.

Pedro Sánchez. / EFE

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, «admite el golpe sufrido por el PSOE en las elecciones andaluzas, pero garantiza que se cumplirá la legislatura», informan los medios.

Si con esa garantía, el dirigente socialista quiere dar tranquilidad a los ciudadanos, creo que se equivoca: no se trata de acabar la legislatura, sino de remediar cuanto antes una situación que se ha vuelto crítica, insostenible, para muchos.

A veces da en efecto la impresión de que lo único que le importa en este momento a Sánchez es resistir estoicamente hasta el final sin que parezca preocuparle demasiado lo que pueda ocurrir después.

Como otros exdirigentes tanto de su partido como del principal de la oposición, Pedro Sánchez no tendrá, es cierto, que preocuparse por su futuro: habrá siempre puertas giratorias si se decide por ese camino.

Ahora tiene la cumbre de la OTAN en Madrid, que será un auténtico infierno, por las inevitables medidas de seguridad, para quienes vivimos en esta capital, pero que le permitirá lucirse y demostrar que, bajo su liderazgo, este país es más atlantista que ninguno.

Se anunciarán nuevos envíos de armas a la invadida Ucrania, que defiende con la sangre de sus héroes «nuestros valores» frente a las autocracias como la de Vladimir Putin, y, como ocurre en otros países, se pedirán más sacrificios a los ciudadanos porque mucho más están sufriendo diariamente los pobres ucranianos.

Seguirá mientras tanto disparada la inflación, que no es un fenómeno exclusivo nuestro, según se nos explica con los datos de otros países en la mano, y que tiene que ver con esa guerra insensata en suelo europeo, los precios de la energía y la interrupción de muchas cadenas de suministros en una economía cada vez más globalizada.

Otros países, desde nuestro vecino Portugal hasta el Reino Unido, Italia o Grecia, han tomado ya medidas urgentes para tratar de paliar la situación sobre todo para los más vulnerables, cuyo número no deja de crecer en todas partes, como aumenta, por cierto, la riqueza de los ya ricos.

Medidas como un fuerte impuesto a las eléctricas por eso que llaman sus «beneficios caídos del cielo», que se han disparado últimamente debido a la especulación y a un sistema totalmente irracional de calcular el precio de la electricidad que se nos impuso, es cierto, desde Bruselas.

Precio de la electricidad que es aquí superior al de otros países europeos donde el sueldo medio es muy superior al nuestro, algo que tantas veces se olvida al hacer comparaciones.

En algunos de esos países, los gobiernos han decidido reducir el abono de transporte, dado el aumento del precio de la gasolina, algo que aquí reclaman también los socios de Sánchez.

Pero el PSOE se ha mostrado ducho en procrastinar: parece que no tiene prisa, que nunca es el momento: tampoco, por ejemplo, para acabar con la impunidad absoluta de nuestra monarquía-, y para ello se aferra siempre a argumentos procedimentales.

Lo que ha ocurrido en Andalucía debería ser, sin embargo, un toque de atención, pero no parece que algunos se den por enterados.

«Ellos siguen gobernando en Andalucía, nosotros seguimos gobernando en España”, ha escrito en Twitter Rafael Simancas, secretario de Relaciones con las Cortes y Asuntos Constitucionales, que demuestra así no haber entendido nada.

«Tenemos que escuchar a la calle», dicen otros, que nunca se bajan de sus coches oficiales y no saben aún lo que es viajar en un vagón de metro o en un autobús abarrotado.

¿No les dice algo el hecho de que una región que siempre fue socialista haya votado esta vez mayoritariamente a la derecha? ¿No encuentran explicable la fuerte abstención en los barrios obreros de muchas ciudades?

La grave crisis económica provocada por la respuesta de nuestros países a la guerra de Ucrania va a alimentar sin duda a las derechas, sean o no extremas, pero la izquierda, las izquierdas, están tardando ya demasiado en reaccionar, cuando no se dividen irresponsablemente. Y luego se sorprenden de cómo vota la gente.

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