Opinión | Entre acordes y cadenas

La canción del verano

Rosalía, en el vídeo de 'Despechá'.

Rosalía, en el vídeo de 'Despechá'.

Cada mes de julio, cuando el calor empieza a ser sofocante y nuestras costas se convierten en la principal atracción turística para españoles y extranjeros, las emisoras de radio dedicadas a lo que hoy en día se conoce como ‘música’ seleccionan cuidadosamente la melodía con la que, durante dos largos meses, nos bombardearán hasta la saciedad. La oirás en el coche, en el taxi de camino al aeropuerto, en los descansos de tu jornada laboral, en la peluquería, en las tiendas de ropa, en los restaurantes y, si al llegar la noche aún no has sucumbido, en los bares de copas e incluso dentro tu manipulada cabeza cuando trates de dormir.

Suelen ser musiquillas pegadizas y penetrantes, con letras simples y banales que coadyuvan a la pretensión principal de quienes financian a sus intérpretes: que los demás no piensen, que se limiten a repetir cual papagayos expresiones ininteligibles tales como ‘ram pam pam’, ‘yeah-yeah, Bad Bunny, baby, bebé’ o, este año, el último éxito de Rosalía, «y ando despechá’, oah, alocá».

Prácticamente todas ellas hablan de lo mismo. De hombres y mujeres, de mujeres y hombres, de discotecas, de relaciones efímeras bajo la luz de un romántico neón de color púrpura y, sobre todo, de sexo, de ropa femenina desperdigada en cualquier habitación de hotel y de partes del cuerpo rozadas, estrujadas y húmedas hasta la extenuación.

«Diablo’, qué safaera’, tú tiene’ un culo cabrón», dice un tal Bad Bunny. «Ahora soy una chica mala», le responde una tal Karol G. Y los y las adolescentes se mueven cual posesos cuando suena cualquiera de estas abominaciones musicales, muchas de las cuales cosifican a la mujer y la convierten en un vulgar objeto sexual. Prueba de ello son los videoclips, en los que voluptuosas señoritas, con pantalones de liliputiense y camisetas mojadas, bailan la danza del apareamiento frente a simpáticos muchachos que les golpean en las nalgas como si participaran en la Tamborrada de Calanda. Luego, al llegar la mañana, junto a un tazón de chocokrispis, les hablarán a sus padres de la importancia de participar en la marcha feminista de esa tarde y de reivindicar que los hombres no pueden tratar a las mujeres como objetos.

En cualquier caso, hemos de reconocer el mérito de estos nuevos ‘músicos’ que, aunque desconocen el aspecto que tiene una partitura, piensan que una viola de gamba es un crustáceo decápodo y hablan del mismo modo que lo hacían los apaches en las películas de John Ford dobladas al valenciano, se han hecho multimillonarios y han conseguido lo que los músicos de verdad, quienes estudian toda su vida en los conservatorios, jamás lograrán. En términos económicos, por supuesto, pues los auténticos músicos crean belleza y nos inundan de sentimientos y emociones que los otros, en su repulsiva vulgaridad, no pueden siquiera llegar a imaginar.

A pesar de ello, a pesar de ayudarnos a comprender a Bach, a Mozart, a Haydn, a Chopin y a impregnarnos de su magia, sobreviven con sueldos exiguos, contratados por horas para amenizar enlaces matrimoniales y algún que otro acto público, mientras que los otros son contratados por ayuntamientos y diputaciones a cambio de grandes sumas de dinero con el único objetivo de corromper los cuerpos y, sobre todo, las almas de nuestros jóvenes.

Y es que todo es publicidad, todo es marketing. Porque si no fuera así, si no fuera por el bombardeo constante a que nos someten, resultaría imposible que mentes vivientes y pensantes considerasen que la nueva ‘canción’ del verano de Rosalía, titulada ‘Despechá’, es, como se ha dicho en la radio, en televisión y en las redes sociales, un ‘himno’”, salvo que se estén refiriendo, que no creo que sea el caso, al himno de la estulticia y la chabacanería.

Dentro de unas horas me veré obligado a salir de casa y coger el metro camino del aeropuerto. Y estoy seguro de que durante todo el trayecto seré torturado con la musiquilla que expulsen los auriculares de mis compañeros de viaje. Agacharán sus pesadas cabezas y mirarán el móvil, las publicaciones de sus amigos en Instagram, los vídeos recién subidos a TikTok y pondrán un comentario en Youtube en el nuevo vídeo oficial de la canción del verano: «esto si dan ganas de bailar!!», con dos exclamaciones al final y ninguna al principio, lo que han aprendido en el colegio con la nueva ley de educación, a no tener ni idea de gramática pero a ser más ‘cool’.

¿Saben ustedes? Hace seis días, creo recordar, vi a una chica con un libro. Estaba al fondo del vagón. Abrí los ojos y había desaparecido. Debió ser un espejismo… de nuevo suena ‘Despechá’.

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