Opinión | Marcaje en Corto

Altius, citius, fortius: más alto, rápido y fuerte

El reto olímpico parte de aquel lema institucionalizado, precisamente en París (la próxima sede en 2024), al iniciarse los Juegos de esta era moderna. «Altius, citius, fortius», o lo que es lo mismo cada vez más alto, cada vez más rápido y cada vez más fuerte.

Con ese cimiento van cayendo marcas y más marcas, aunque algunas perduren durante décadas, en el camino hacia la excelencia y la odiosa e injusta comparación entre atletas de distintas épocas.

¿De verdad podemos creer que el mejor plusmarquista de cualquier disciplina es, por haber alcanzado antes la meta, el más fuerte de todos los tiempos? Pues no. Porque a cualquier atleta lo hace mejor aquel que desafía arrebatarle el oro, con lo que la sana competencia es artífice de nuevas y mejores marcas, pero también mejora con el paso de las décadas la técnica o el material empleado en cada deporte. Y así resulta a todas luces inadecuado poner el apelativo de «el mejor de todos los tiempos» a uno u otro campeonísimo. No obstante, caemos en el error, a la hora de narrar gestas, y no cambiará el curso de las cosas por mucho que reflexionemos respecto a este asunto.

La especie humana se adapta por naturaleza a los cambios con una asombrosa facilidad. Y forma parte de nuestra forma de entender la vida considerar que lo mejor siempre está por venir. Y no es incierto este planteamiento. Gozamos de los mejores recursos en infinidad de vertientes, incluida por supuesto la deportiva.

Y somos cada vez más grandes, tal y como especie gustamos de observar cuando nos miramos al espejo. Sin embargo, no siempre crecer es positivo. Porque crecer implica tener cada vez más alimento para saciar nuestro apetito. Digo este detalle justo en un momento en el que el cambio climático y las medidas públicas para atajarlo nos dicen que no es momento para crecer en según que ámbito.

Lo ideal a estas alturas del milenio es contraerse. Viene un invierno duro y media Europa imagina una noche fría con la calefacción bajo mínimos. Así que recurriremos a la ropa de abrigo. Saldrán del armario atuendos que no salían a pasear desde aquella última semana en la nieve. O en Ámsterdam, qué frío. Cuánta humedad a dos bajo cero y en pleno diciembre.

Son tiempos no para crecer Deberíamos encogernos, no sólo de hombros. Y sentirnos menos altos, menos fuertes, por supuesto menos rápidos. ¿No han podido observar que con la subida del combustible y de la electricidad se circula a mucha menos velocidad, de manera general, por las autovías?

Yo apostaría a extender en el deporte todas estas medidas energéticas. Va siendo hora de premiar no al más rápido, sino al que más ahorre en su recorrido vital. Porque llegar primero consume mucho. Y luego hay que recargar lo perdido. Y eso son animales y emisiones contaminantes. Es la hora de que de una vez lo menos sea más.

Es el tiempo de la contracción. De la dinámica inversa. De quisiera ser como el niño que fui. No aspiren a ser más grandes ni más fuertes. Que adquirir ropas más anchas requiere de un esfuerzo energético inasumible. Por no decir lo que representa la sequía actual. Tenemos tan poca agua en los pantanos, que debiéramos también plantearnos una ducha de medio litro.

La España (se) seca ya mancha todo el mapa escolar que antaño se dividía, aquí también, casi a partes iguales. Porque este país sólo se pone de acuerdo cuando juega Nadal Parera. Ya no digamos para disfrutar de la selección del eterno Scariolo, porque nadie daba un duro (de los que ya no cambia el Banco de España) por los Alberto Díaz y compañía. No digamos ya para apostar por Luis Enrique (menos mal que nos queda Portugal y ante todo mucha calma, como decía aquel grupo vigués). Menos altos, veloces y fuertes, sí.

Suscríbete para seguir leyendo