TRIBUNA

La ciudad se transforma, Málaga empieza a parecerse a la Málaga del siglo XXI

Puente de Tetuán, que atraviesa el cauce del río Guadalmedina

Puente de Tetuán, que atraviesa el cauce del río Guadalmedina / Javier Lerena

Fernando Muñoz Cubillo

Fernando Muñoz Cubillo

La ciudad se transforma, callada, silenciosa y resiliente a todas las crisis. Pudiera parecer que a golpe de ocurrencias urbanísticas, o a golpe de inversores extranjeros. Más bien verso a verso se va escribiendo la nueva Málaga, que nada tiene que ver con la barriada de ese nombre, porque los barrios de nuestra provincia no están en el guión de esta historia.

Desde la emblemática, singular e icónica Torre del Puerto, hasta el futuro puerto deportivo de San Andrés, lentamente el puerto se va transformando, al compás de la ciudad.

Todo empezó en el plan director de Puertos del Estado para el período 2014-2020, documento aprobado por el Gobierno de España de entonces, y no revisado, ni evaluado o actualizado desde su finalización en 2020 por el actual Gobierno.

La sociedad malagueña desconocía dicho documento, pero en él se definían los diferentes usos portuarios para la gran infraestructura de que dispone la ciudad justo en el centro de ella.

Desde aquella ciudad que nació y creció a la sombra de las velas de aquellos primeros barcos, hasta la ciudad actual que le dice al Puerto qué quiere de él, cómo lo quiere y le ordena los tiempos, han pasado muchos siglos de historia.

Hace siglos la ciudad se protegía del puerto con numerosos castillos como el de los Genoveses, el de San Lorenzo, el de San Nicolas, San Felipe, etc… hoy es el Puerto quien está perdiendo la batalla frente a una ciudad que lentamente va transformando sus usos portuarios.

Primero fue la Torre del Puerto, monstruosa en su altura, que poco a poco fue bajando su cota para minimizar lo imposible: la ruptura de la línea del horizonte marino. Posteriormente la transformación de los muelles uno y dos, transformándose de muelles industriales a espacios de comercio, hostelería, servicios y manteniendo una actividad náutica exclusiva para quienes hacen ostentación del lujo.

La propuesta que el despacho de arquitectos realizó, respecto a los futuros usos del Muelle 4, con 18 torres más para oficinas, comercios y restaurantes, fue tan disruptiva que ni el presidente de la autoridad portuaria, ni el propio alcalde de la ciudad, cínicamente, la tomaron como suya. Una propuesta fuera de su tiempo que pilló a muchísimas personas de Málaga sobrecogidas por la dura realidad de eliminar prácticamente no sólo las vías férreas, cuatro (que sirven de apoyo logístico a la actividad portuaria), sino la práctica ocupación de todo el espacio dedicado a edificios, aparcamientos, comercios, oficinas, restauración, etc.

Pero para llevar a cabo esta transformación estructural del Muelle 4, hacía falta suprimir la verja que separa el puerto de la avenida Muelle de Heredia, hacía falta eliminar los edificios que están ubicados en este espacio como Aduanas, Guardia Civil, Torre de Agua, Silos o almacenes, y por supuesto hace falta suprimir el tráfico rodado por esta avenida para hacer más permeable el paso desde el puerto hacia el Soho o viceversa.

Y para ello se nos presenta el plan ‘Eje Litoral’, un proyecto más necesario para la especulación urbanística que se está preparando en el Muelle 4, que para facilitar la movilidad Este-Oeste en nuestra «ciudad región» como se presentó recientemente. Una infraestructura que tiene un coste de más de 400 millones de euros para la ciudadanía malagueña, y que se pone al servicio de las futuras empresas que edifiquen o se instalen allí una vez puesto en servicio el conjunto de las 18 torres construidas.

El golpe más duro que recibe el Puerto es el cierre definitivo de los amarres en el puerto pesquero. Un espacio que se cubrirá con cemento, para compensar el espacio logístico que entrega a la ciudad, y ganar un rejuvenecido Muelle 8. Es como quitarle el burladero a una plaza de toros, deja de cumplir su función.

Y finalmente, pero no el último, le llegó el turno al dique flotante de la empresa Mario López. Se nos dijo que era temporal, para mantenimiento del mismo, pero lo cierto es que esa infraestructura no «encaja» en los nuevos usos portuarios que estamos describiendo. Un puerto sin varadero, pierde una parte importante de su función.

Habrá personas malagueñas que estén a favor y otras que estén en contra, seguro. Pero la ciudadanía se merece conocer con transparencia los proyectos y los modelos de ciudad que quienes gobiernan tienen pensado realizar, y no se atreven a escribir en sus programas electorales.

El día que la farola del Puerto se apague, se habrá escrito el antes y el después de la historia de Málaga, cerrando un capítulo milenario que empezó con ese foco de luz en la montaña más alta que aquellas personas malagueñas romanizadas llamaron, «farum» y que posteriormente se le llamó la roca del faro, «gibr-al-farum».