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Macron concibe sus “reformas” con mentalidad de empresario

Macron no puede ya presentarse en 2027 y no se vislumbra un sucesor, dice Rouban, según el cual el mayor peligro viene de la extrema derecha de Le Pen

Emmanuel Macron y Pedro Sánchez.

Emmanuel Macron y Pedro Sánchez.

Joaquín Rábago

Joaquín Rábago

Emmanuel Macron concibe las “reformas” que viene impulsando desde que llegó a la presidencia de Francia como las entendería un empresario: sólo como mejora de resultados, lo cual no debería extrañar en alguien que procede de la banca.

El presidente de la Fundación Copérnico, muy crítica del liberalismo económico, citó hace unos días a un ex dirigente de la Medef, la patronal francesa, quien reconoció que Macron se había propuesto desmontar metódicamente y en su totalidad el programa del Consejo Nacional de la Resistencia (CNR).

En una de sus vertientes, ese programa, adoptado en marzo de 1944, es decir en plena guerra, preveía un conjunto de medidas inspiradas en la doctrina económica conocida como “planismo”, tendentes a instaurar una “auténtica democracia económica y social”.

En concreto hablaba de “devolver a la nación los grandes medios de producción frutos del trabajo común, las fuentes de energía, las riquezas del subsuelo, las aseguradoras y los grandes bancos”.

Incluía también medidas sociales como un importante reajuste salarial, el restablecimiento de un sindicalismo independiente y un plan completo de seguridad social para garantizarles a todos los ciudadanos medios de subsistencia suficientes.

El programa del CNR, que tuvo en los primeros años de la Cuarta República un valor emblemático, fue desapareciendo poco a poco de la escena pública con el comienzo de la Guerra Fría y sólo resurgió en 1994.

Fue entonces cuando el entonces presidente socialista François Mitterrand presidió un acto en su homenaje después de que lo redescubriera el diario comunista “L´Humanité” para convertirlo en símbolo de unos servicios públicos fuertes.

Para el politólogo francés Luc Rouban (1), su desmontaje sistemático se acentúa en 2002 con Jean-Pierre Raffarin, primer ministro del presidente Jacques Chirac, y lo continúan los socialdemócratas Lionel Jospin (primer ministro) y el presidente François Hollande.

Todos ellos aplicaron una política restrictiva que algunos identifican con el neoliberalismo de raíz anglosajona, pero que, sostiene Rouban, en Francia tiene una característica especial, dada la extrema jerarquización de su sociedad.

En ese país, las elites no han cambiado. Es un fenómeno que se remonta al Antiguo Régimen y que comienza con la educación y el posicionamiento profesional y social que de ella se derivan, explica el politólogo.

Para Rouban, la resistencia popular a Macron no tiene que ver con el salario, la jubilación o la vida laboral. Si millones de ciudadanos salen a la calle a protestar es porque “están hartos”.

La palabra clave, explica, es “reconocimiento”. Quieren que se tengan en cuenta los años en que han penado, años caracterizados por el esfuerzo físico y los sacrificios personales.

Pero el ministro del Interior, Gérald Darmanin, se permite afirmar que los que protestan representan a una “burguesía perezosa y de izquierdas”.

La gente, sin embargo, quiere que se la escuche, quiere más autonomía, poder participar en las decisiones que afectan a su vida laboral, tener derecho a disfrutar de la jubilación mientras aguanten el cuerpo y la mente.

Macron y su Gobierno, sin embargo, explica Rouban, se comportan como directivos empresariales que intentan imponer una política social sin consultar siquiera a sus trabajadores.

Por su parte, el Partido Socialista propugna un camino intermedio que, según el politólogo, recuerda demasiado la Tercera Vía del laborista británico Tony Blair y el socialdemócrata alemán Gerhard Schroeder, que en realidad continuaron por el camino emprendido por la conservadora Margaret Thatcher.

Para Rouban, el actual Partido Socialista se ha convertido en algo que la gente más desprecia: un pequeño club de políticos conocidos que deciden quién debe ocupar cuál puesto hasta en el último municipio.

Todo ello, opina el politólogo, sólo beneficia a la líder de Agrupación Nacional, Marine Le Pen, que se dedica a criticar sistemáticamente una inmigración que tacha de “ilegal” y que, según ella, perjudica profundamente a la clase trabajadora nacional..

Macron no puede ya presentarse en 2027 y no se vislumbra un sucesor, dice Rouban, según el cual el mayor peligro viene de la extrema derecha de Le Pen, que la pasada primavera obtuvo el 41 por ciento de los votos, 1,7 millones más que en 2017.

(1) Declaraciones al diario alemán Junge Welt. Luc Rouban es director de investigación del Centro Nacional de Investigaciones Científicas y colabora también con el Instituto de Estudios Políticos de la capital francesa

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