Tribuna

¡Te quiero Málaga!

La afición ha sido, de largo, lo mejor del Málaga CF esta temporada. | GREGORIO MARRERO

La afición ha sido, de largo, lo mejor del Málaga CF esta temporada. | GREGORIO MARRERO / José Antonio Beltrán Aguilera

José Antonio Beltrán Aguilera

José Antonio Beltrán Aguilera

Jamás pensé que volvería a vivir esto otra vez, pero así es. Tras 25 años en el fútbol profesional, nuestro Málaga cae al pozo de la 1ª RFEF. Paradójicamente, lo hace a manos de aquellos que venían a salvarlo. Unos, como Manolo Gaspar y los consejeros consultivos Martín Aguilar o Ruiz Guerra, parapetados en el sentimiento malaguista. Otros, como José María Muñoz, presumiendo de gestión y solvencia: «El MCF funciona perfectamente».

Históricamente siempre fuimos un club mal gestionado. Siempre nos ocurría algo, hasta cuando parecía que no sería así. No es por tanto nada nuevo, pero llama la atención que ocurra esto la temporada que nos vendían como objetivo el ascenso a Primera, auspiciado por el dinero del CVC y de instituciones como el Ayuntamiento de Málaga. Estará contento Paco de la Torre viendo cómo han desperdiciado esa inversión proveniente de las arcas públicas. Esto no puede achacarse a un accidente o la mala suerte, ni a los árbitros u otras milongas. Es la suma de errores en la gestión deportiva e institucional, unido a la falta de autocrítica y del reseteo que curiosamente se nos pedía a la afición. Ya se veía venir desde la pasada temporada, donde amarramos la permanencia en la penúltima jornada y gracias a terceros con un equipo que estaba llamado también a luchar por el ascenso. Aun así, nunca llegamos a creernos que finalmente sucediera lo que ha sucedido. ¿Cómo va a bajar el Málaga a 2ªB? Lejos de aprender de los errores o de tomar decisiones tan necesarias como los ceses del entrenador (Guede) o del director deportivo (Manolo Gaspar), aquí no ha pasado nada. Cero cambios. Cero autocrítica y altas dosis de chulería y prepotencia en aquellos que se veían capacitados porque un año sonó la flauta, alentados por un sector de la prensa local que blanqueaba y aplaudía al cortijo («presidente, presidente») con el mismo entusiasmo con el que ahora critican. ¿Ahora? Vosotros también sois culpables.

Aunque sería injusto enumerar responsables de esta situación sin nombrar al innombrable Al Thani, del cual lo único a esperar es que venda de una vez sus acciones del club que está dejando morir. Su negligente actuación y dejadez absoluta propiciaron vía demanda la llegada de los verdugos del Málaga, aunque en honor a la verdad ya estaban dentro del club desde hace años. De hecho, salvo el administrador judicial, estaban todos en las distintas áreas del club. Consejeros llorones, otros especialistas en descensos y concursales y toda una amalgama de trepas que incluso en algunos casos entraron de becarios y ahí siguen dirigiendo áreas sin ninguna mejora en estos años. Este modelo cortijero está implantado en todas las áreas deportivas y administrativas del club. Tanto ha calado que nos ha lastrado a lo que somos hoy día, una organización caótica que adolece de profesionales y profesionalidad. Cualquiera con un puesto de la más mínima responsabilidad en la estructura del club debería ir a la calle, pero al final pagarán justos por pecadores, muchos trabajadores mileuristas sin apellido o enchufe a los que de verdad les duele el club. Ya pasó en el famoso ERE, donde lo peor siguió dentro.

Pudo y debió cesar el administrador al director deportivo tras finalizar la temporada 21/22, pero no lo hizo. Seis entrenadores en dos temporadas, cinco en realidad con la vuelta de Pellicer. Multitud de altas y bajas, gente con nombre y algunos que difícilmente pueden catalogarse como futbolistas profesionales. Si le faltaban agallas pudo nombrar a un director general, pero no lo vio oportuno en su momento. Se vino arriba jugando a ser presidente, embriagado por las loas de sus palmeros a sueldo del club o la Fundación y de sus amigos periodistas. Su orgullo también nos ha condenado, el no haber tomado decisiones a tiempo. Eso sí, bien aconsejado por la que le escribía los guiones, tachó a la afición que pedía explicaciones de opinólogos, minoría ruidosa y otros términos. Desgraciadamente los opinólogos y los 20 tontitos de twitter a los que aludió Manolo Gaspar llevaban razón. No se apostó al 100% por la lógica, la continuidad de Pellicer tras fraguar un milagro con una plantilla sujeta por alfileres. Vino José Alberto López a un proyecto que aspiraba al playoff, con una plantilla supuestamente mejor que la anterior que en mitad de la temporada se le amotina y el director deportivo que te trae se pone del lado de los jugadores. Cesas a tu apuesta para el banquillo, traes al que quedaba libre (Natxo Glez.) que viene de paseo y a las pocas jornadas tiras de un mito del malaguismo para acallar las críticas (Guede), al que debimos ver y juzgar como entrenador, no como mito. Un entrenador sin ideas con el que consigues la permanencia en la penúltima jornada gracias a terceros. ¿Y qué haces? Lo mantienes. Y le montas el equipo a su imagen y semejanza. Un equipo plagado de carencias en las bandas, con centrales que vienen de largos periodos de lesiones y delanteros, salvo Rubén Castro, con un pobre bagaje goleador. Reseteo y a continuar. Uno de los presupuestos más altos de la categoría, nombres que «ilusionan» y a explotar la faceta del mito malaguista de Guede. La prensa vendiendo que estamos en primera cuando aún no ha empezado la pretemporada. Ahora todo está muy bien gestionado. De la temporada anterior cero críticas. Nadie dimite, nadie cesa. Todo bien hasta que echa a rodar el balón y se pone de manifiesto lo que hay. Pintadas, protestas, críticas en redes. Las expectativas son una cosa, las conclusiones al final, algún día aprenderemos. Finalmente, Pablo Guede tiene la vergüenza de dimitir y con el debió hacerlo Gaspar, pero no lo hace.

Llega Pepe Mel y más de lo mismo. Ligeros cambios, pero seguimos sin salir de la zona de descenso a pesar de haber estado a 2 puntos. Rumores de crisis en el vestuario y de que Mel no está todo lo concentrado que debería. Llega el mercado de invierno. Lo de Lumor clama al cielo. Tremenda gestión, ni en un equipo de peñas. Buen ojo de La Cueva, que ahí siguen por cierto apoltronados. Por destacar algo lo de Lago Junior, pero un mercado al que nos aferrábamos para arreglar esto se desperdicia. Pancartas en el estadio, medios de comunicación criticando duramente la gestión del equipo, nervios. Dimite Manolo. Demasiado tarde. Antes llega Pellicer. Tarde. Sería injusto eximirle de su cuota de responsabilidad junto a Guede y Mel, que la tienen.

Siempre estuvimos ahí abajo. Además, con el hándicap que ya no dependíamos de nosotros mismos. Teníamos que ganar y que perdieran otros. Todos cumplen menos nosotros, a pesar de llenar nuestro estadio, de recibimientos apoteósicos, de desplazamientos masivos… Unas victorias en el tramo final nos dibujaban un espejismo de ilusión que se fue haciendo añicos en casa con el Racing o el Huesca, o fuera en Ponferrada.

Y aquí estamos y así nos vemos. Gracias también a otros de los grandes culpables de esta situación, los jugadores, los cuales en algunos casos no deberían ser tachados como profesionales. Si bien en alguna ocasión dieron todo lo que tenían como equipo, salvo excepciones que salvaría de la quema como Cristian o Yáñez y alguno más en contadísimas ocasiones, no dieron la talla. Ni siquiera el pundonor innegociable que se espera de un profesional que se está jugando la vida. Como si no fuera con ellos. Aún siento vergüenza de lo que viví en primera persona en Ponferrada junto a 700 malaguistas desplazados en bus. Muchos de esos jugadores se irán a otros clubs de superior categoría. Sobre vuestra conciencia quede esta debacle, y sobre la de los gestores de este cortijo denominado Málaga Club de Fútbol. Ojalá unos y otros acabéis fuera de nuestro club y no volváis jamás. Sólo habéis manchado de vergüenza esta camiseta y este club con vuestro «trabajo». No os queremos. No os necesitamos. Mientras esta afición siga acudiendo a La Rosaleda y siga desplazándose junto al equipo este club no morirá. Porque si este club sigue vivo y ha tenido una mínima posibilidad de mantenerse en el fútbol profesional es gracias a los que viven, sienten y sufren este escudo y estos colores y siempre estaremos ahí, da igual la categoría. Da igual quien presida, gestione o entrene. Un amor incondicional heredado de padres a hijos, de abuelos a nietos, un amor que no entiende de categorías y que lleva el nombre de no sólo una ciudad, sino de toda una provincia: Málaga. Mientras quede un aliento de vida ahí estaremos junto al Málaga Club de Fútbol. Aviso a navegantes y refundadores malagueñizadores con ganas de protagonismo y mangoneo: ya matasteis un club en esta ciudad y no los vamos a permitir de nuevo, nos tendréis enfrente. Ojalá se solucione el lío judicial de una puñetera vez, ojalá una nueva propiedad que no deje absolutamente a nadie del club, ojalá un club normal.

Por último, quiero enviarte un fuerte abrazo a ti, malaguista, independientemente de tu opinión o forma de ver la gestión del club, o tu manera de vivir esta pasión. El Málaga somos todos. Ahora es cuando más nos necesita. Vienen tiempos duros. Ahora más que nunca es cuando hay que dar la cara por este escudo y estos colores, que están por encima de todo. Con nuestro abono, con nuestro apoyo en casa y fuera. Porque cuando se aprende a llorar por algo también se aprende a defenderlo y en eso ya tenemos un máster como afición. Ahora más que nunca, TE QUIERO MÁLAGA.