Málaga de un vistazo

Aúlla la luna

Ignacio Hernández

Ignacio Hernández

El calor lo abruma todo. La ardentía de estas primeras jornadas de julio se dilata por nuestro entorno físico, social y político; éste último, entreverado en una pugna sofocante entre los partidos en liza para obtener el triunfo en las próximas elecciones del 23J. Las empresas demoscópicas están haciendo su ‘felix annus’ -año afortunado- cotejando casi a diario las variaciones de intención de voto de los ciudadanos, quienes en apenas dos meses volvemos a las urnas revestidas por un bochorno ambiental y emocional.

Entretanto, la luna continúa siendo testigo silente del devenir terrestre desde sus preludios y permanece observándonos como fiel atestiguante de lo que acontece en este planeta azul, más grisáceo si cabe ante las actuaciones generadas por la condición humana cada vez más sumergida en una paradoja existencial y medioambiental sin parangón. Este astro tuvo naturaleza divina femenina para caldeos, acadios, babilonios y sumerios; éstos la llamaron Inanna. La deidad griega vinculada con la luna es Selene, cuyo culto es más antiguo que el de Artemisa o Hécate, diosa lunar quien revelaba su parte oscura, ostentando la calidad de divinidad del inframundo. Tanto en la religión judía como en la cristiana, la luna tiene una gran relevancia puesto que las fiestas más influyentes se determinan en el calendario de acuerdo a los meses lunares.

Entre cúpulas de calor, estreses hídricos, islas de calor…, en estos crepúsculos nos observa de forma sigilosa la ‘Superluna de Ciervo’, la luna llena más grande del año. Su singular nombre proviene de las tribus nativas americanas, ya que en esta época es cuando los ciervos machos comienzan a desarrollar las nuevas astas -¿coincidencia con la campaña electoral? -. La superluna brillará toda la semana y ayuda a alumbrarnos en estas noches tropicales de canícula e incertidumbre: los lobos están en silencio y aúlla la luna.

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