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¿Podría el Papa mediar en la guerra de Ucrania?

El Papa Francisco en Lisboa.

El Papa Francisco en Lisboa. / JMJ LISBOA

Joaquín Rábago

Joaquín Rábago

Es la pregunta que se hacen algunos pese a la desconfianza que el Papa que vino del Sur parece generar en el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski.

Ambos se vieron ya a mediados de mayo en el Vaticano, y Zelenski le presentó al Pontífice su lista de reivindicaciones para la paz con Rusia, comenzando con la total retirada de ese país del territorio ucraniano, península de Crimea incluida.

Resulta ilusorio pensar que, a estas alturas, cuando ocupa cerca de un quinto del territorio ucraniano y han muerto tantos miles de rusos, menos en todo caso que ucranianos, en ese conflicto, el presidente del país invasor, Vladimir Putin, vaya a aceptar algo así.

Pero la diplomacia vaticana está más que acostumbrada a negociaciones difíciles entre bastidores, y no parece darse en ningún caso por vencida.

Así, el presidente de la Conferencia Episcopal italiana y cardenal, Matteo Zuppi, viajó a comienzos de junio a la capital ucraniana para entrevistarse con Zelenski.

Posteriormente se reunió en Moscú con el patriarca Cirilo, actual cabeza de la iglesia ortodoxa rusa, a quien el papa Francisco pidió significativamente en mayo que dejara de apoyar la guerra de Ucrania y no se convirtiera en «el monaguillo de Putin».

Según contó el propio Francisco tras su conversación con Cirilo, durante los veinte primeros minutos, el patriarca de Moscú y todas las Rusias le leyó, papel en mano, todas las justificaciones de su país para la guerra.

Pese a haber hecho públicas sus reconvenciones al patriarca ruso por seguir en todo a Putin, no parece que el Papa esté dispuesto a aceptar sin más la versión que de la guerra da Occidente, culpando exclusivamente a Moscú, de haberla desencadenado.

Es decir sin que la OTAN haya tenido en cuenta para nada los que Rusia considera sus legítimos intereses de seguridad.

El Papa, que no en vano viene de Argentina, un país del llamado Sur Global, parece convencido de que hay que escuchar también a países como Brasil, Suráfrica, la India y tantos otros que no aceptan la hegemonía global norteamericana y quieren cada vez más hacer oír su voz.

Según el veterano periodista italiano Marco Politi, buen conocedor del Vaticano, que además fue corresponsal en Moscú, el Papa cree en la necesidad de un «Helsinki 2», es decir una especie de reedición de la Conferencia sobre la Seguridad y Cooperación en Europa, que fue cimiento durante cuarenta décadas del orden de seguridad europeo (1).

Ese espíritu de cooperación, que tanto servicio prestó a la paz mundial durante la Guerra Fría debería incluir hoy también a los países del Sur, es decir adecuarse a las nueva realidad de un mundo que aspira a ser multipolar.

Pero esto no parece gustar demasiado a Kiev ni tampoco a los aliados europeos de Estados Unidos, declaradamente dispuestos como la Casa Blanca de Joe Biden en prolongar esta guerra todo el tiempo que haga falta.

El Papa Francisco tiene poco en común con su antecesor polaco, Károl Wojtyla, ve este conflicto en el corazón de Europa desde una perspectiva más global y teme, según el periodista Politi, que el «odio» a Rusia de polacos y bálticos, aunque históricamente justificado, sólo logre extinguirse con la total derrota y, a ser posible, posterior desmembramiento de ese país.

Pero la divisa del Papa Francisco es que hay que dialogar por mucho que cueste, y el cardenal secretario de Estado Pietro Parolin ha dejado muy claro que no pueden resolverse los conflictos si se divide el mundo en buenos y malos.

El problema es que no se puede mediar en un conflicto a menos que las dos partes estén de acuerdo, y ése no parece ser de momento el caso, explica Politi, quien recuerda algunos casos en los que la diplomacia vaticana fue de ayuda como en la crisis de Cuba entre EEUU y Rusia o en la disputa territorial entre Chile y Argentina conocida como el conflicto del Beagle, por el canal marítimo de ese nombre.

(1) En declaraciones al semanario Der Spiegel.

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