LA SEÑAL

Duelo a garrotazos

La libertad de expresión no es sólo para mí y la que me guste, ¿qué libertad de expresión sería esa, de prêt-à-porter?

Vicente Almenara

Vicente Almenara

Pero, ¿esto qué es?, ¿y me dices que no es nada para lo que veremos...?, pues habrá que prepararse. El psicólogo que increpó a Óscar Puente en el AVE no tenía que haberlo hecho, no se puede ir por la vida increpando al otro pasajero -todos tenemos un pasajero al lado-, aunque los otros hayan hecho escraches a tutiplén, ¿o tú eres como el otro?, porque si eres como el otro pues te trato como el otro, y si sólo lo pareces pues ídem, por chulo. Ni el concejal socialista de Madrid, Daniel Viondi, debió tocarle tres veces la cara al alcalde, Martínez Almeida -que se la toque la que va a ser su mujer, Teresa Urquijo, y suavemente, por favor-. Y es que, en España, de las palabras se pasa a las manos por un quítame allá esas pajas. Nos va el garrote, Goya lo entendió bien, aunque ahora se ha descubierto que los dos mozos de «duelo a garrotazos» no tenían enterrado los pies en la tierra, sino en la hierba, pero esa es otra historia.

Pasa como con el documental en el que el asesino Ternera le habla a Évole. El terrorista me parece execrable, pero yo no prohibía la emisión del corto, quiero que la gente le vea, le juzgue, le insulte, ni permitiría que censurasen a los protagonistas de los GAL si hablasen -y alguno lo ha hecho-. La libertad de expresión no es sólo para mí y la que me guste, ¿qué libertad de expresión sería esa, de prêt-à-porter? Aquella frase de que estoy en desacuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo -y que equivocadamente se atribuye a Voltaire y es de su biógrafa Evelyn Beatrice Hall-, la firmé hace tiempo.

Por eso, tenemos también derecho a mofarnos de quien anunciando la exhumación de Franco del Valle de los Caídos escribió que se dispuso legalmente «por razones de extraordinaria y urgente necesidad»..., sí, 43 años después de su muerte. Y nadie fue detenido por esa tomadura legal de pelo a todos los españoles. Son los de la memoria histórica y la democrática. Si Jorge Semprún levantara la cabeza, les decía un par de cosas, seguro, ¿verdad que sí, Federico Sánchez? Por cierto, les recomiendo «Ivo y Jorge», su peculiar relación con Montand, del escritor Patrick Rotman, mitad ensayo, mitad novela.

El caso es que la ley de bienestar animal ya está en vigor. Solo trece millones de mascotas todavía a las órdenes de Belarra, un auténtico ejército animal, más el que ya entrenan. Pero la guerra la tienen perdida. Hablando de otra cosa, ¿cuántos que apostaron por que el Rey no iba a darle el plácet como candidato a presidente al mismo van a pagar una cena?, hay tanta gente que quiere al Rey que le hacen un favor a la República, como su padre. Obras son amores y déjate de rollos, habría que decir.

En el restaurante Miguel, calle Puerto, lo hablamos, pero esta vez los asuntos locales se comen los nacionales, y nosotros también el lechazo con el excelente vino de cosecha de Valladolid. La auditoría interna en Urbanismo para descifrar su caos burocrático, es la reina. El propio De la Torre fue concejal de Urbanismo con Celia Villalobos, y cinco años nada más. ¿Cómo es que no se ha hecho nunca nada con Urbanismo?, ¿será porque no interesa?, ¿y a quién?, esto es como en la novela negra, ¿quién será el asesino? En fin, a este asunto estamos condenados a volver, como el susodicho al lugar del crimen. Y a las conferencias que vendrán en Ámbito Cultural, de El Corte Inglés, sobre los rosacruces. Legendariamente fue una orden secreta, hoy está relacionada con la francmasonería, de la que tanto saben en la sede del centro de la Muy Respetable Logia Simbólica Pitágoras, o en la Respetable Logia Lux Malacitana, nº 74, pero nada que ver con la del paraíso del níspero en Sayalonga, allá a finales del XIX, ¡qué tiempos! Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita, lo dijo así hace mucho:

Las ranas en un lago cantaban et jugaban,

cosa non las nucía, bien solteras andaban,

creyeron al diablo que de mal se pagaban,

pidieron Rey a Don Júpiter, mucho gelo

rogaban.

Envióles Don Júpiter una viga de lagar,

la mayor quel pudo, cayó en ese lugar:

el grand golpe del fuste fizo las ranas callar,

mas vieron que no era Rey para las castigar.

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