TRIBUNA

¿Asesinados con motivo?

Juan José Company Orell

Juan José Company Orell

No comentaré los centenares de asesinatos, de militares, pero también civiles, mujeres, ancianos y niños incluidos, cometidos estas últimas fechas a poco más de dos horas de vuelo de esta tierra por individuos cuyo calificativo les dejo a Ustedes, con el ruego de que no les llamen «animales», ellos no actúan así; tampoco entraré a hacer análisis alguno de ese centenar largo de secuestrados por los mismos desalmados; y no lo haré por dos razones, la primera es porque ese tipo de atrocidades se califican por sí mismas y sus perpetradores se colocan en la imagen de lo oprobioso, de lo salvaje, y visten la camiseta de todos los genocidas que en el mundo han sido, sin más; la segunda es que todo aquel que no tenga ya una clara calificación de aquellos actos, en el sentido de entender su suma crueldad e imposible justificación, no precisan de mayores descripciones, ni comentarios; por su parte aquellos que consideran que existe una motivación, justificación o algún tipo de explicación que haga recaer la responsabilidad no en los asesinos que dejan centenares de cadáveres tendidos ensangrentados por las calles del sur de Israel, o en los secuestradores del centenar de vidas en manos de sus esclavizadores, sino en alguien otro, no son merecedores más que del desprecio de todo aquel que le quede algo de humanidad. Ellos ya han tomado partido del lado de los matarifes.

Algunos ya anunciaron que rápidamente dejarían de aparecer en los medios el reflejo gráfico de aquellas muertes de habitantes de Israel y que prontamente serían sustituidas por imágenes de las consecuencias en Gaza de aquella acción criminal y solo debidas a la primera, por el simple hecho de que la reacción siempre sigue a la acción y nunca a la inversa. El mismo día que nos llegaban las primeras imágenes de muertos por las calles, mujeres mancilladas, maltratadas, casi desnudas en una zona en la cual las mujeres deben llevar velo, exhibidas por sus captores como trofeos (no esperen Ustedes manifestaciones en petición de condena de ese maltrato), en el programa televisivo en el que se emitían, en el momento en que uno de los comentaristas se aprestaba a culpabilizar a Israel de esas muertes y secuestros, se colocaba en el fondo de la pantalla los colores de la bandera de uno solo de los contendientes en una clara muestra de objetividad, permítanme el sarcasmo.

Ahora tocan el lamentarse de las consecuencias de la respuesta israelí, a la que algunos consideran que no se tiene derecho, es decir que los ciudadanos israelíes o los ciudadanos no israelíes asesinados y/o secuestrados bien muertos, bien privados de libertad y, seguramente, de esperanza, están. Se condenan los bombardeos israelíes sobre Gaza mientras se pasa de puntillas sobre los ataques con cohetes que continúan sobre los civiles en ciudades hebreas. En algunos medios se indica que la ciudad de Gaza está siendo objeto del bloqueo israelí, una desinformación más o por lo menos una información incompleta. La franja de Gaza, para el que quiera saber y entender, no solo tiene pasos fronterizos con Israel, existe además el paso de Rafah, que le comunica con Egipto, por tanto una de dos, o bien Gaza está bloqueada y aislada al alimón tanto por Israel como por Egipto, o si no es así, Gaza no está bloqueada ni aislada; por otro lado si lo que se ha cortado es el flujo de suministros desde Israel, ello es prueba de que es Israel y no Egipto el que facilita la vida a los habitantes de Gaza y no parece lógico esperar que se sigan suministrando esos servicios con la sola contrapartida de asaltos, muertes y secuestros provenientes desde ese mismo territorio; verdad que no.

Es dramáticamente paradójico que no pocos de los asesinados y secuestrados fueran jóvenes, israelíes y extranjeros, que no parecieran tener pinta de ser rabiosos ocupantes del territorio palestino, y que solo formarían parte de los asistentes de un festival musical para la Paz, algunos de los cuales no me extrañaría que fueran los que suelen manifestarse contra las políticas del gobierno de Netanyahu, a quien este ataque de Hamás le ha venido que ni pintiparado. Lo único cierto es que los extremismos, de un lado y del otro, se retroalimentan para desgracia de todos.

Cuando escribo estas líneas las víctimas mortales de esta nueva oleada de violencia pasan del millar, les iguala que todas son víctimas, directas e indirectas, de Hamás, y les diferencia el hecho de que las últimas víctimas habidas en Gaza, estos últimos días, seguirían con vida, sin daño alguno, si los que se pusieron a asesinar y secuestrar a mansalva, indiscriminadamente, en territorio vecino, no lo hubieran hecho. No es fácil entender que se pueda reprochar y condenar la existencia de víctimas palestinas, muertes y padecimientos absolutamente merecedoras de rechazo y condena, al tiempo que se aplaude, justifica o comprende una igual causación y existencia de víctimas de otra nacionalidad, etnia o religión. La causa palestina no se defiende así, sino que se embrutece.

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