Opinión

El vehículo eléctrico es una cuestión de país

El Gobierno instala 14 puntos de recarga de vehículos eléctricos en la estación de tren de Pontevedra.

El Gobierno instala 14 puntos de recarga de vehículos eléctricos en la estación de tren de Pontevedra. / GVA - Archivo

El mundo está en constante cambio y la automoción está al frente de ese cambio. Como parte de la sociedad, nuestro sector se ha comprometido a cumplir con la rebaja de emisiones con una apuesta decidida por el vehículo eléctrico en Europa. El nivel de compromiso es tal que todas las marcas venderán en nuestro continente solo turismos y furgonetas cero emisiones en 2035.

Las marcas cumplimos con nuestra obligación de electrificar nuestra gama de productos con nuevos lanzamientos de vehículos electrificados. La oferta crece sin parar, pero no así su demanda, como demuestran las ventas en marzo, donde solo el 4,4% del total han sido 100% eléctricos.

Si tomamos como referencia los datos del Barómetro de la Electromovilidad de ANFAC, 2023 marcó un hito notable para la infraestructura pública de recarga en España, con la instalación de un tercio de nuevos puntos para alcanzar casi 30.000 puntos de carga de acceso público en total. Este crecimiento es un paso en la dirección correcta, pero debemos ser conscientes de que aún nos encontramos rezagados en comparación con otros países europeos.

Nuestro objetivo era ambicioso: alcanzar los 45.000 puntos de recarga en 2023. No se ha logrado. Y es un objetivo que no se marcan los fabricantes de vehículos porque sí, sino para cumplir con los objetivos de descarbonización que nos marca Europa, con el apoyo activo de España.

Para lograrlo, es indispensable un esfuerzo conjunto del sector privado y del público. Es hora de que todas las partes interesadas se unan en un compromiso común para acelerar este despliegue. ¿Cómo podemos lograrlo? La respuesta sencilla reside en la implementación de medidas concretas que fomenten la inversión y simplifiquen los procesos administrativos. Además, es clave la gobernanza que, en este caso, debe ejercer y coordinar el Ministerio de Transportes y Movilidad Urbana. Y entiéndase bien: coordinar no es ejecutar.  

No hay tiempo que perder: los objetivos son exigentes, los países de nuestro entorno empujan y España debe decidir si quiere estar en el lado ganador o en el perdedor. No solo nos jugamos cumplir con los objetivos de descarbonización, sino garantizar el futuro de un sector, el de la automoción, del que dependen dos millones de empleos en nuestro país.

Porque no solo hay que descarbonizar los vehículos privados, sino también los camiones, furgonetas y autobuses que transportan mercancías y pasajeros. Aquí hay que diferenciar que el vehículo industrial es una herramienta de trabajo y, como tal, ha de ser rentable desde el momento de la adquisición. En este sentido, las opciones tecnológicas para este segmento están más abiertas, y además de la electrificación aparecen opciones como el hidrógeno y, si la regulación europea lo permite, los combustibles sintéticos. En cualquiera de los casos, lo imprescindible es garantizar la usabilidad de estos vehículos y su competitividad en costes. Por lo tanto, será necesario contar con infraestructuras de recarga y repostaje suficientes, tanto en número como en potencia, así como planes de apoyo a la compra directos y eficaces.

El vehículo eléctrico será la pieza clave en la lucha contra el cambio climático y la mejora de la calidad del aire urbano. Además, su desarrollo y producción generará oportunidades económicas y laborales significativas. Y he aquí otra cuestión de país: España ha de aprovechar la ventaja competitiva que le hace ser el país de Europa que más horas de luz solar posee para la generación de energía fotovoltaica. Una ventaja que nos ha de fortalecer para atraer oportunidades vinculadas al vehículo eléctrico.

Pero las cosas no suceden porque sí, ni tampoco porque se fijen unos objetivos en un documento político. Las cosas suceden porque se ponen los medios y la organización para que sucedan. Y si, como es el caso, España tiene declarada la emergencia climática y considera este sector crítico en su lucha climática, la conclusión es obvia: se debe priorizar en foco y recursos el hecho de acompañar a nuestras empresas en ese tránsito hacia la descarbonización.

España tiene en su mano ser cabeza de león en la automoción cuando solo se puedan vender vehículos cero emisiones en Europa. Tenemos ventajas competitivas con respecto a nuestros socios europeos como las energías renovables y la fortaleza de nuestra cadena de valor industrial. Ahora bien, donde vamos perdiendo el partido es en las ventas de vehículos electrificados que, una vez más, en lo que va de año no superan el 11% del total. Estamos en los mismos porcentajes que hace un año. El sector no puede hacer todo el esfuerzo. Se necesita mejorar el sistema de ayudas a la compra de estos vehículos, una fiscalidad ventajosa, y ofreciendo certidumbre de poder cargarlos en la vía pública. ANFAC ya ha presentado sus propuestas al respecto.