Opinión | Viento fresco
Pasado, humo y whisky
Ya no se espera a las doce para la «pegada de carteles». Ahora son pulcros actos a las ocho de la tarde. Campaña
![El candidato de Teruel Existe, en la tradicional pegada de carteles](https://estaticos-cdn.prensaiberica.es/clip/9f0b0486-d68b-4717-90db-840c07bf5598_16-9-discover-aspect-ratio_default_0.jpg)
El candidato de Teruel Existe, en la tradicional pegada de carteles / EFE
De la tradicional pegada de carteles hemos pasado a actos aseaditos a las ocho de la tarde donde los candidatos resaltan la importancia «crucial de estas elecciones» para irse rápido a su casa a calentarles los macarrones al chaval y ponerse el pijama para ver una serie de Netflix. Antaño, en las redacciones se aguardaba hasta las doce y pico de la noche para meter en página a los escañables, líderes, munícipes, diputados y otras hierbas sonriendo y agarrando una suerte de fregona gigante embadurnada en cola para fijar un cartelón. A veces el cartelón llevaba la cara del que lo estaba pegando en una pared y el contraste era lamentable, dado que el de la foto no tenía ojeras y estaba moreno y el que pegaba su propio cartel tenía una faz más que senatorial, sanatorial, de sanatorio. Después de la pegada de carteles y el cierre de ediciones, los periodistas y los políticos convergían en antros a las tantas de la mañana, donde había humo, whisky y francachela no exenta de intercambio de ideas y euforias. Sin jefes de prensa ni intermediarios. O con ellos alentando la petición de otra ronda. En el primer día de campaña ya estaba todo el mundo cansado pero con esa alegría del deber incumplido no se amanecía hasta la una de la tarde. Hoy los candidatos ponen tuits al alba, los periodistas actualizan las ediciones digitales a una hora en la que todo el mundo está durmiendo y en vez de pedirte el voto te lo exigen. Con todo este adelanto horario ganamos tiempo y acabamos antes, aunque al tener más tiempo para pensar puede rondarnos el pensamiento de que estamos acabados. Vamos evitando la palabra nostalgia porque no existe. No son tiempos peores ni mejores aunque los carteles electorales son manifiestamente mejorables. También lo son los que en ellos salen. Ahora no importa posar con agresivo ademán y de la estética del amable vendedor de lavadoras hemos pasado a los caretos del que parece afirmar «yo te libraré de todos los demás, que son malísimos».
La campaña ha llegado y todos saben como ha sido. Nos disponemos a votar con ganas y bañador. Comienza el rosario de mítines en los que los candidatos rezan para que les voten y la feligresía vive la fe del convencido rogando a Dios que el amado líder no esté hablando más de cuarenta minutos. Nadie mantiene ya la atención mucho rato ni aunque hable el mejor profeta. La campaña ya ha arrancado y esperamos seguirla como se sigue un partido del Teruel contra el Salamanca, con cierto interés y el fantasma del aburrimiento. En cualquier momento puede producirse un penalty e incluso un gol. Eso avivaría el ambiente. O, aunque no haya ya carteles, ni impresoras, esa es mi impresión.
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