Baloncesto

La aventura americana de Javi Rodríguez: del Unicaja a EEUU

El jugador malagueño, hijo del director deportivo del club de Los Guindos Juanma Rodríguez y sobrino de Nacho Rodríguez, internacional con las categorías inferiores de España, ha encontrado un nuevo hogar en Daytona State, Florida, tras su paso por la República Checa

Javi Rodríguez continúa su carrera en Daytona. | LA OPINIÓN

Javi Rodríguez continúa su carrera en Daytona. | LA OPINIÓN / Iván Alarcón. málaga

Iván Alarcón

Pablo Tamba, Álvaro Folgueiras, Jose Tanchyn, Alessandro Scariolo, Jesús Carralero... son muchos los jugadores que han pasado estos últimos años por la cantera de Los Guindos y que han emigrado a Estados Unidos para seguir con sus estudios y con la práctica del baloncesto. No tener un filial el Unicaja en la Liga LEB obliga a estos jugadores a tener que buscarse alternativas cuando acaban su etapa como canteranos o, como es el caso de Folgueiras, están en pleno proceso de formación.

Uno de esos casos criado en la cantera de Los Guindos que se ha visto obligado a salir fuera para seguir desarrollándose como jugador mientras persigue su sueño de acabar siendo profesional del baloncesto es Javi Rodríguez.

Su pasión por el básket le viene de familia: «Lo llevo viendo desde que nací con mi padre y con mi tío», explica. No es para menos. Y es que Javi es hijo de Juanma Rodríguez, actual director deportivo del Unicaja. Su tío, Nacho Rodríguez, es uno de los jugadores históricos del Unicaja y de la propia Liga Endesa, en la que jugó 20 años al máximo nivel.

Javi empezó su carrera en el CB El Palo con tan solo 3 años, a diferencia de su tío que lo hizo en San Estanislao. Afirma con cariño que ha sido en esta etapa cuando conoció a sus mejores amigos. «Allí hice las mejores amistades que tengo, las que sigo conservando hoy en día y las conocí por el baloncesto».

Que un equipo que juega en primera línea se interese por ti es un hecho que no pasa todos los días, pero esta atención no es fruto de la casualidad. A Javier le tocó el momento cuando estaba en preinfantiles. «Destaqué bastante en minibasket, me llamaron para la categoría sub-12 de la selección española, ahí fue cuando se produjo el contacto», cuenta. Terminó la temporada en El Palo y a partir de ahí se entrenó con el Unicaja y jugó algún torneo con el equipo en verano. Fichó por el club verde y morado, siguiendo la estela familiar y cumpliendo «el sueño de cualquier niño de Málaga», el de vestir los colores de su tierra.

«Fue algo muy bonito. El Unicaja, al ser un club de cantera, reúne no solo a los mejores jugadores de Málaga, también de Andalucía, por lo que era un reto para mí subir de nivel». Por desgracia, «todo lo bueno se acaba», que dice el dicho. Tras 5 años en el club, Javi se ve obligado a seguir su pasión en otro lugar. La llegada de la Covid-19 provocó que el club decidiese no lanzar un club en LEB Plata para aquellos jugadores que acababan su etapa júnior. Javier recuerda esos momentos como algo «amargo». «No llegamos a acabar la temporada por la pandemia, teníamos un equipo para hacer cosas importantes, quedamos segundos en el torneo de la Euroliga, pero se terminó», expone.

En vez de aparcar el baloncesto, decidió seguir con el deporte en el que se basaba gran parte de su vida. Para ello voló hacia la República Checa, para enrolarse en las filas de Get Better Academy, una academia de baloncesto que da facilidades a sus jugadores para que vayan a una universidad en Estados Unidos. Estando allí le llegó la llamada de la selección española para el Mundial sub-19. «Me esperaba estar en la preconvocatoria, pero no ir al Mundial, era muy difícil que me eligiesen porque ese año con el coronavirus se suspendió la liga y había jugado poco».

Mundialista con España

Se esforzó para demostrar que merecía estar en el torneo, aunque la competencia era feroz, con algunos compañeros que ya jugaban en LEB Oro y alguno que otro que ya había debutado incluso en ACB. «Tenía un rol poco llamativo, muy defensivo y de hacer lo que el entrenador me pedía, pero me gané el puesto y fui al Mundial», dice orgulloso. Pocos son los que alcanzan a representar al combinado nacional.

Por sorpresa, en la misma concentración del Mundial sub-19, su teléfono sonó. La llamada procedía de Florida, era el entrenador de la universidad Daytona State. «Me explicó el proyecto deportivo, me comentó que, a nivel académico, iba a tener una beca completa, que el clima era parecido a Málaga... por lo que estaba encantado. Lo hablé con la familia y tras el Mundial decidí ir a Daytona, donde he estado los dos últimos años».

"El juego allí es más físico, más individual, mucho uno contra uno. No es todo tan táctico ni ordenado como en Europa, pero era un reto que quería imponerme para mejorar la faceta individual y el físico"

Un entorno nuevo, una vida nueva y un viejo conocido con una nueva forma, el baloncesto. «El juego allí es más físico, más individual, mucho uno contra uno. No es todo tan táctico ni ordenado como en Europa, pero era un reto que quería imponerme para mejorar la faceta individual y el físico. Pasé muchas horas de gimnasio, tanto en pretemporada como en temporada regular», explica.

La adaptación a un cambio tan radical no es fácil en muchas ocasiones, pero el haber estado un año en República Checa hizo que el inglés no fuese un problema, aunque los inicios siempre son complicados. «Los dos primeros meses todavía me costaba un poco entender las cosas que me decían. Me acuerdo que en los entrenamientos hacía algo mal y el entrenador me decía de todo y no lo entendía. Así que para mí era como si no hubiese sucedido nada», comenta con una sonrisa, al recordar esas riñas en el gimnasio delante de sus compañeros. «Fue un proceso de adaptación como todo y al final me fue bien, tanto por el idioma, la gente, la cultura...»

Esta pasada temporada, en su conferencia el equipo ha arrasado. Han acabado primeros con el mejor récord de la historia de la universidad: 27 victorias y 3 derrotas, un éxito colectivo en el que Javier, a sus 21 años, ha podido contribuir con su esfuerzo.

Muchos kilómetros separan a Javi Rodríguez de su ciudad natal, pero sigue teniendo el mismo sueño de cuando vivía en Málaga. «Jugar en la ACB y la Euroliga, creo que es el sueño de cualquier persona que le guste tanto este deporte. Jugar en la mejor liga de tu país a nivel profesional, también la mejor a nivel continental como es la Euroliga. Mis ambiciones son ir mejorando día a día, encontrar mi mejor versión y elevar el nivel que tengo hasta mi tope», dice.

A pesar de toda esta experiencia, de todos estos nuevos estímulos, el base no deja los estudios de Business Management de lado y pretende acabar su formación, ya sea en Estados Unidos o en España: «Quiero acabar la carrera, llevo ya dos años en Florida, me quedan otros dos. Si no, lo haré en España. Quiero formarme bien académicamente porque nunca se sabe cuánto te va a dar el baloncesto, un día puedes lesionarte y ahí se acaba tu carrera, pero mientras disfruto del camino y de todo lo relacionado con este deporte».

Una vida orientada al básket

Así ha sido y así es la vida de Javi Rodríguez. Cajista desde la cuna, su familia le transmitió la tradición familiar de la pelota naranja y él aceptó ese legado con gran placer. Siempre recordará sus comienzos con el balón en el CB El Palo, donde terminó de prendarse del sonido que hace la red cuando se encesta. Allí hizo muchas de las amistades que siguen caminando junto a él, aunque no estén físicamente a su lado. Allí pasó toda su infancia hasta que en la adolescencia llegó a Los Guindos, donde terminó de formarse como jugador. Una pandemia mundial se interpuso en su camino, pero decidió luchar y seguir intentándolo, aunque fuese lejos de todo lo que conocía. La República Checa se convirtió en un sitio especial para él. Allí recibió la llamada de su país para vestir sus colores y medirse a los mejores jugadores de otros lugares del mundo. También fue su trampolín para cruzar el Atlántico y aterrizar en Florida. En la Daytona State College ha encontrado una nueva casa y una nueva forma de disfrutar del deporte, manteniendo la ilusión y el espíritu del primer día. Es uno de esos «malagueños y cajistas por el mundo» que siguen buscando cumplir su sueño: ser profesionales del mundo del baloncesto.