LA AVENTURA DE LA MÚSICA EN DIRECTO

Clarence: el templo del jazz cumple diez años

Ingeniero informático de profesión, mélomano empedernido, de faz seria y mimosos gustos puristas, Javier Salinas, el gerente e imaginero del local cumple una década al timón de una meta que le ha llevado a atravesar las peores aguas: «No hay ningún trabajo que satisfaga el esfuerzo, pero merece la pena»

El local celebra este fin de semana su aniversario con un dueto excepcional conformado por el flamenco-jazz de Chano Domínguez y Diego Amador, ambos impulsores del local

Barroca entrada Interior del Clarence Jazz Club a la sala de conciertos, y junto a la superior, conforman la más grande de España | RMP

Barroca entrada Interior del Clarence Jazz Club a la sala de conciertos, y junto a la superior, conforman la más grande de España | RMP / RMP

Roberto Montero Parada

Un baluarte del purismo musical en directo y perseverancia en la búsqueda de mantener a flote un sueño, esto es el Clarence Jazz Club de Torremolinos. El nombre y la silueta honran al legendario músico Clarence Clemons The Big Man (el saxofonista de la E Street Band de Bruce Springsteen). Con la prestanza senda de un artista que agarra su instrumento fetiche, así define el malagueño Javier Salinas, gerente, soñador y melómano emperdenido, a su club: «Si te gusta la buena música, te gusta el jazz». Este fin de semana cumplen su décimo aniversario, obstáculos económicos a través.

En la encrucijada entre Pueblo Blanco y La Nogalera, atascado por bares de nueva generación y el cementerio de Torremolinos, en la medianía de lo dejado atrás y lo moderno, en plena Calle Danza Invisible. Al acceso de todo y oculto para muchos brilla tapado un cartel de neón rojo remolón que reza: «Clarence Jazz Club, ven a disfrutar de música en directo en un lugar único…»

El escenario del local torremolinense. | LA OPINIÓN

El escenario del local torremolinense. | LA OPINIÓN / rOBERTO mONTERO pARADA. MálagaRoberto Montero Parada. málaga

La entrada sorprende: un pasillo frágil que conduce a un mar blanquecino repleto de sillas altas y salpicado por ese rojo que ahora confirma «We love jazz». Una pequeña isla neoyorquina adyacente a la Costa del Sol al que le cuelgan cuadros de Ella Fitzgerald, Pepe Rivero o Louis Amstrong. Hay cuatro pianos: uno es la barra, el vertical está sobre el escenario al fondo de la sala, el tercero es herencia familiar, 200 años y no se puede tocar, y el cuarto, de cola, recuerda a un cisne posado en la sala inferior. Ambas forman la sala de conciertos de jazz más grande de España, y la única en la provincia. Salinas, de faz impertérrita y mimosos gustos puristas, limpia al animal todas las noches con una bayeta especial que ninguno de sus trabajadores sabe dónde guarda.

Historia

el Clarence, ha acogido más de 2.000 eventos
Javier Salinas, el alma máter del Clarence Jazz Club. | JORGE ZAPATA/EFE

Javier Salinas, el alma máter del Clarence Jazz Club. | JORGE ZAPATA/EFE / rOBERTO mONTERO pARADA. MálagaRoberto Montero Parada. málaga

Los primeros cinco años serían un periplo fructífero en el que conseguirían reunir hasta 400 socios. Al final, destaca Salinas, «nosotros vendemos música, la esencia de la música es el directo. Eso no se lo quita nadie». Sin embargo, en 2018, tras adscribirse a un crecimiento progresivo que les hizo adentrarse en el circuito internacional y tener como costumbre el aforo completo, el alquiler acabó venciendo. Sin renovación. «Comprarlo era imposible, claro».

Los violines guardarían polvo al menos hasta la reapertura en Torremolinos, el 24 de mayo de 2019, a 13 kilómetros del pasado local, con una tremenda capacidad entre las dos salas de 500 clientes. Aún así, ni la fama te libra de los pesos, la encargada de mayor experiencia en el Clarence, Alejandrina González, que se considera una más de la familia, confiesa: «No te puedes ni imaginar la cantidad de veces que nos han confundido con un local de damas de compañía». «O un museo», apunta Salinas.

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Narra el libro Jazz en Español: derivas hispanoamericanas que la música autóctona de Nueva Orleans arribó a Madrid y Barcelona, entre 1919 y 1920, de la mano de los jazzmen que rehuían de tocar en la París afectada por la Gran Guerra. Hoy, uno de sus enclaves más importantes en Europa está en Torremolinos, y para seguir así, reclama Salinas, «La gente tiene que entender que la cultura vale dinero. Las personas sobre ese escenario se han tirado años trabajando para tocar una hora y pico».

Obstáculos

Málagasala de música en vivo

Destaca la época del crowdfunding. Buscaron conseguir 50.000 euros entre septiembre y noviembre para salvar la temporada 2022-2023: hashtags, apoyo de músicos de relevante caletre en redes sociales, eco en los medios de comunicación... Sin éxito. Se alcanzaron solo 27.000 y Salinas decidió devolverlo todo. Le honra el gesto. Finalmente no se llegó a tomar la peor de las decisiones gracias al «esfuerzo» del público en los conciertos, «se estuvo abriendo en números rojos». Ahora, diez años después, un buen montón de obstáculos superados y los que vendrán por superar, este ingeniero informático de profesión y melómeno por devoción lo tiene claro: «No hay ningún trabajo que satisfaga el esfuerzo, pero al final merece la pena».

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Quizás son los 65 cuadros, contados, de variopintos jazzmen que cuelgan en las tenues paredes de la sala magna(la inferior), puede que el clasicismo barroco en las más de 200 actuaciones en un año o, tal vez, el misterio, máxime en invierno (su temporada alta), que envuelve a los valientes músicos anónimos dignos de improvisar en las jam sessions de los jueves. Lo envuelve una denso filtro de elegancia que remembra a los grandes artistas del flamenco andaluz, un género primo hermano.

«Ten en cuenta que los clubes de jazz, antes, eran los sitios de alterne, que para llamar la atención utilizaban a la gente y los ponían ahí a tocar música. Un club de jazz debe ser y estar en una zona underground», asegura Salinas. Puede que sea eso. Lo secunda Ernesto Aurignac, destacado saxofonista de esencia parkeriana y relevancia internacional que ha manifestado su apoyo público al Clarence, «tiene esa movida romántica que se va allí y se consume para ver un concierto, se disfruta el concierto, y luego para la casa. Como si fuera un teatro».

«El mejor concierto del año», así denominó la encargada del servicio en el Clarence el encuentro ofrecido por los berlineses The Sazerac Swingers Jazz Band y Freddie Beaumont. Revolucionaron los nervios de una sala, ya de por sí efervescente, hasta el punto de formarse una conga interminable desde la décima pieza. Con Bring Jazz back to Jazz, la décimo tercera, había que poner el broche. Ese mismo 22 de septiembre, una vez pasada la tempestad, descansaba en la barra Beaumont, latinoamericano criado en Nueva Orleans. Es lo más parecido que podrá llegar nadie a ser un tópico, si el «paraíso español» ofrecido por un público «inmejorable» no hubiera sido suficiente, en una entrevista en privado se arrancó en un soliloquio por flamenco-jazz.

Alejandrina González y Adrián Serra, ex camarero, se han hecho un poco más aficionados al jazz y han comenzado a coleccionar discos firmados por artistas que han tocado en el club. «Tener estos discos firmados es como coleccionar postales», aseguran.

Ernesto Aurignac anima al Clarence con una frase «escueta y fabulosa» que su maestro José María Puyana le solía musitar: «Pa’ lante, siempre pa’ lante».

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