Alejandro Simón Partal: la literatura como vivencia

'Ese de anoche', el último libro del esteponero, es una antología que condensa lo mejor de su producción

El escritor malagueño Alejandro Simón Partal

El escritor malagueño Alejandro Simón Partal / La Opinión

Inés Martín Rodrigo

«Hay que aprender a descansar. A veces es ya irreparable». Es lo primero que me dice Alejandro Simón Partal (Estepona, 1983) el día que nos juntamos para charlar de 'Ese de anoche' (Aguilar), su último libro, una antología poética que, según confiesa, le da «un poco de bochorno». Yo le escucho haciéndole caso, que es el modo que tengo de leerle desde que le conocí literariamente, hace ya unos cuantos años.

Somos los dos del 83 y, además de la escritura como necesidad vital, compartimos la orfandad, que es un estado que condiciona la vida desde la muerte. Tenemos, también, sensibilidades bien parecidas, y hasta jugamos los dos al baloncesto en nuestra adolescencia. Hasta ahí, que no es poco, llega nuestro parentesco.

Sus primeros poemas los escribió Simón Partal con 16 años para llamar la atención de una persona que le gustaba. «Podría quedar muy bien y decir que empecé como lector y la transición natural es llevar eso que te entusiasma a la página». La poesía, su lectura, la descubrió gracias a una profesora a la que le chiflaba ese género y que, como él, tenía la intuición de que en los versos se escondía siempre algo.

Vivía Simón Partal, ya entonces, en Sevilla. Había huido de su pueblo. Necesitaba salir de ese entorno, respirar, vivir. «Ahora he vuelto a Estepona, he restaurado una casita en el centro, trabajo allí, vivo allí. Me he reconciliado con Estepona. Pero de adolescente está bien salir para, si tienes que volver, volver y, si no, no. Quitando casos de genios como Emily Dickinson, lo natural del ser humano es el bastardeo de conocimientos y de vivencias».

En su época sevillana, se encontró con Luis Cernuda, por cuya casa natal pasaba cada día, se acercó a su intimidad, a su cuerpo, a su exilio, a su vida convulsa. Y llegó a David Bowie, un autor fundamental para él, gracias al que entendió, por vez primera, lo que podía ser la libertad. Fueron sus dos primeras muletas, aunque por encima están Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz, cuyos textos «siempre ensanchan el misterio, siguen siendo inagotables, como Lorca». Un capítulo referencial en el que Simón Partal también cita a María Zambrano.

Cuando publicó su primer poemario, 'El guiño de la chatarra' (Renacimiento, 2010), «no sabía nada». Se acercó a la caseta de la editorial en la feria del libro de Sevilla y el misterio se hizo carne literaria. «Necesitaba contar algo que me amparase y escribía sólo desde la urgencia de ponerle límites a lo que sentía. La poesía busca ese algo que no está presente. En teoría, su función es darle forma a lo ausente, que cobra mucha importancia en la juventud. Cuando eres mayor, los asombros se repiten pero, cuando eres joven, esos asombros son pirotecnia».

Vinieron, después, más poemarios, libros de ensayo, obras de teatro... y la novela. Escribir 'La parcela' (Caballo de Troya, 2021), que llegó a las librerías dos semanas antes de que su padre falleciera, fue «muy sanador». Disfrutó tanto que le gustaría seguir en la narrativa. Es donde ahora se siente cómodo. «El trabajo funcionarial de la narrativa me alivia mucho. La poesía, sin embargo, son como empujones fulminantes. Vendrán más poemas, pero hay un momento en la vida en que uno piensa que lo decisivo ya lo ha planteado».