Historias irrepetibles

El «cinco Copas»

Antonio Carbajal fue el primer futbolista en estar en cinco Mundiales después de rebelarse ante su padre que le prohibió jugar al fútbol después de que un coche atropellase mortalmente a su hermano

Antonio Carvajal «La Tota», durante un entrenamiento.

Antonio Carvajal «La Tota», durante un entrenamiento. / La Opinión

Juan Carlos Álvarez

El padre de Antonio Carbajal hizo todo lo posible para que su hijo permaneciese lejos del fútbol. En la casa familiar había razones sobradas para repudiar ese deporte. Los tres niños, como hacían todos sus vecinos, convirtieron la calle en su primer campo de juego y allí pasaban días que parecían no terminar nunca. Hasta que un día, en el fragor de la batalla, se produjo una inesperada tragedia. El hermano mayor de Antonio, persiguiendo una de aquellas pelotas rudimentarias que ellos mismos se encargaban de hacer, fue atropellado por un coche y murió horas después a causa de las heridas. El dolor y la rabia pudieron con todo.

Carbajal padre prohibió al resto de sus hijos volver a jugar al fútbol. El pequeño Antonio, tras un periodo de tregua en el que pareció respetar el luto, comenzó a saltarse la orden con cierta complicidad de su madre. Eso le obligaba a extremar el cuidado para recogerse justo antes de que su padre llegase a la casa familiar. Pero llegó el día, con trece años, en que tuvo que encarar el problema. Ya entonces se le conocía como «La Tota» por culpa de uno de sus amigos de la infancia, Cantinflas Sánchez –que acabaría siendo futbolista– y quien, mientras aprendía a hablar, era incapaz de llamarle Toño (como el resto del vecindario) y decía «Tota».

Le gustó aquel apodo y se lo quedó para siempre. Con trece años Antonio Carbajal tenía la posibilidad de entrar en los infantiles del Club Oviedo, el equipo del barrio de Ciudad de México en el que había crecido. Pero era necesario decírselo a su padre que reaccionó con un ultimátum: si quería jugar al fútbol tenía que marcharse de casa. «La Tota» no dijo nada. Dio la vuelta, guardó sus cuatro cosas en una bolsa y salió por la puerta en dirección a la casa de una de sus tías donde se refugió durante unos días, lo que duró la resistencia de sus padres que no tardaron en ir en su busca.

Primera etapa en el Club Oviedo

De aquel combate el Club Oviedo ganó un portero para su equipo infantil. Carbajal siempre había ejercido de arquero en los partidos en la calle, volando sobre el viejo asfalto y dejándose la piel a causa de las quemaduras. Le gustaba aquella sensación. No tardó en destacar en las categorías inferiores del Oviedo y con apenas dieciséis años comenzó a jugar con los mayores. Allí se encontró como rival para la portería a quien se acabaría por convertir en una celebridad. José Alfredo Jiménez tenía al fútbol como segunda afición. La primera era la música.

Cantaba y componía canciones a todas horas y había veces en que era capaz de salir de un entrenamiento antes de tiempo porque se le había ocurrido algo y no quería desaprovechar ese instante de inspiración. Competían por el puesto, pero se hicieron grandes amigos.

Carbajal era mejor que él y esa tal vez fue una de las razones por las que José Alfredo Jiménez acabó por alejarse del fútbol y dedicarse en cuerpo y alma a la música, lo que le valió para componer algunas de las canciones más reconocidas de la música mexicana casi siempre interpretadas por Jorge Negrete. Lo que no perdieron Jiménez y Carbajal fue su amistad el resto de sus días.

Hasta 1948 Antonio Carbajal defendió con enorme éxito la portería del modesto Oviedo y sus actuaciones le valieron para formar parte de la selección olímpica mexicana que acudió a los Juegos de Londres en 1948. Una experiencia inolvidable para el joven pese a que no tuvo la oportunidad de no participar en el único partido disputado por los mexicanos. A la vuelta, el Oviedo le traspasó al Club España a cambio de once balones. Así se hacían las cosas en aquel tiempo y en un fútbol con tan escasos recursos. Una docena de balones era poco menos que un tesoro para aquellas instituciones tan modestas.

Su paso por el equipo fundado por emigrantes españoles fue efímera porque solo dos años después el club desapareció por cuestiones políticas y Carbajal se vio entonces sin equipo. Mientras decidía cuál sería el siguiente paso en su carrera llegó la convocatoria para el Mundial de Brasil cuando apenas tenía veinte años. Allí, gracias a la fe que el seleccionador Octavio Vial tenía en él, se produjo su estreno con el combinado nacional, en el primer partido del torneo que enfrentó a México con Brasil en el estadio de Maracaná ante una multitud de más de ciento cincuenta mil aficionados enloquecidos con su equipo. Encajó cuatro goles (dos de ellos de Ademir) pero nadie se lo tuvo en cuenta ante el aluvión al que se enfrentaron aquella tarde. Jugó el resto de partidos en los que México también perdió.

Doble campeón de Liga

A la vuelta de Brasil se comprometió con el Club León, del que ya no se movería y cuyo escudo defendería durante dieciséis años ganando dos títulos de Liga, dos Copas y una Supercopa a lo largo de su carrera. Nadie pudo moverle de allí. Antonio Carbajal llevaba al extremo el sentimiento de lealtad y todos los que intentaron llevarle a otro equipo se encontraron siempre un no rotundo como respuesta. No es de extrañar que se convirtiese en mucho más que un portero, en mucho más que un capitán, para la afición del club esmeralda.

Intocable en su portería y también en la de la selección donde siguió acumulando presencias en los grandes torneos. En 1954 acudió a Suiza donde lo más importante no fueron sus actuaciones (no jugó en la goleada encajada ante Brasil y sí lo hizo en la derrota ante la Francia de Kopa) sino lo que sucedió inmediatamente después. Llevaba pocos días en México cuando recibió un telegrama firmado por el Real Madrid en el que le anunciaban una llamada del presidente Santiago Bernabéu. Y así fue. A los dos días se puso en contacto con él. El dirigente del club blanco, que hacía unos meses había conseguido el fichaje de Alfredo Di Stéfano, estaba formando el equipo que reinaría en Europa esa década y la portería era una de las posiciones que pretendían reforzar.

Juanito Alonso era el titular, pero les interesaba que hubiese más competencia y por ese motivo habían enviado al Mundial a un ojeador en busca de un portero y el veredicto era que Carbajal era lo mejor a lo que podían aspirar. Pero Santiago Bernabéu se encontró algo a lo que no estaba acostumbrado: un no.

Renunció a jugar en el Real Madrid

«La Tota» decidió ser fiel al fútbol mexicano y tras agradecer el interés del Real Madrid y la llamada de su presidente, insistió en que nadie le movería del Club León. Carbajal explicó tiempo después: «mi razonamiento fue que si el fútbol mexicano me había dado la oportunidad de estar en unos Juegos Olímpicos y luego de acudir a diferentes Mundiales… pues me quedo en el fútbol de mi país».

Antonio Carbajal fue convocado luego para el Mundial de Suecia en 1958 (dos derrotas y un empate) y para el de Chile en 1962 (dos derrotas frente a las poderosas Brasil y España y por fin su única victoria en fases finales de Mundiales frente a Checoslovaquia). Su cuenta no finalizó ahí. Ya con 36 años a cuestas el seleccionador Trelles le convocó para el Mundial de 1966 en Inglaterra. El titular era Ignacio Calderón, pero en el último partido que debía enfrentar a México con Uruguay, el técnico decidió que Carbajal saliese para despedirse de los Mundiales. Se marchó con un 0-0 que no les valió para clasificarse y que supuso el adiós de «La Tota» a la selección mexicana. Se había convertido en el primer jugador de la historia en competir en cinco Mundiales, un privilegio del que disfrutó en solitario hasta que le igualó el alemán Matthaus en 1998. Al selecto club se han añadido después otros futbolistas como Buffon, Márquez, Cristiano, Messi, Ochoa y Guardado.

Tras el Mundial de Inglaterra Carbajal jugó una temporada más en el León y en 1967, con 37 años a cuestas, decidió que era el momento de marcharse del fútbol y dedicarse a otras cuestiones. Entrenó al club de su vida y algún otro, incluso ejerció de asistente durante un periodo muy corto en la selección mexicana, pero nunca se sintió especialmente a gusto en los banquillos. Se dedicó a cuidar de su amplia prole (nueve hijos) y a disfrutar de los privilegios que le proporcionó dedicarse tantos años a la pasión que su padre, al que compró un taxi con el dinero ganado, trató de prohibirle cuando era un niño. Hace poco más de un mes, con 93 años, el corazón de «La Tota» de detuvo para siempre y el fútbol mexicano, pero sobre todo el Club León y todo el estado de Guanajato le despidieron como si dijesen adiós a su propia historia.

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