Festival

Los profesionales consumados

Crítica de 'Código Emperador', la película inaugural del Festival de Málaga

Luis Tosar y Miguel Rellán, en una escena de 'Código Emperador'

Luis Tosar y Miguel Rellán, en una escena de 'Código Emperador' / La Opinión

Víctor A. Gómez

Víctor A. Gómez

Dirección: Jorge Coira

Guión: Jorge Guerricaechevarría

Intérpretes: Luis Tosar, Alexandra Masangkay, Arón Piper, María Botto, Miguel Rellán, Georgina Amorós

Como Juan, el fontanero de las cloacas políticas, el mecánico que engrasa de manera eficiente y anónima las ruedas que hacen girar el sistema, Jorge Coira es un profesional consumado. Comienza 'Código Emperador' y uno se da cuenta al instante de que el gallego pilota la cosa con seguridad y confianza, cualidades no precisamente habituales en el cine español. Ayuda que el planteamiento del asunto (la corrupción y los escándalos de los poderosos) sea casi inédito por estas tierras audiovisuales: apenas hay acción, los personajes, puros arquetipos, están al servicio de la trama y no al revés (como suele suceder entre nosotros) y se ven más pantallas de videovigilancia y móviles que pistolas (que ya está bien de la afición de la ficción policial española por lo tabernario). 

El problema del profesional consumado, como Juan, como Coira, es que su labor principal, aparte de ejecutar su misión, es no dejar rastro alguno, que nadie sepa de su propia existencia. Y eso es lo que termina ocurriendo con el largometraje, al que no se le puede reprochar nada más que precisamente su corrección y eficacia, unas aptitudes que, al final, sólo lo conducen a la tibieza y cierta linealidad; porque, a ver si se me entiende, Coira realiza más que dirige, parece preferir un 'flare' bien puesto a un plano de significación, contundencia o potencia emocional; es un cineasta técnico, sólido, de apariencias estupendísimas pero fondo más bien escasete.

 Así que termina 'Código Emperador' y a uno le queda la sensación de haber visto un producto con empaque, bien planteado y desarrollado, que sabe desmadejar su a veces complejo argumento sin que haya momentos confusos; que se beneficia de de buenas hechuras, pero también que no presenta demasiado peso ni poso, algo que queda especialmente al descubierto en lo que concierne al viaje moral de Juan, bastante desdibujado.

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