Crítica de la Sección Oficial

Dragonkeeper: Demasiado corazón para la misma historia de siempre

Salvador Miró, en coproducción con China, nos devuelve a los cuentos de dragones y mazmorras pero decepciona: esta historia la hemos visto ya muchas veces

‘Dragonkeeper (Guardiana de dragones)’, película de animación dirigida por Salvador Simó y Li Jianping, que ha inaugurado el Festival de Málaga

‘Dragonkeeper (Guardiana de dragones)’, película de animación dirigida por Salvador Simó y Li Jianping, que ha inaugurado el Festival de Málaga / L.O.

Miguel Robles

Miguel Robles

En un fantástico mundo humanos y dragones vivían juntos en perfecta armonía. Sin embargo, cuando unas fuerzas del mal amenazaban el territorio, los dragones se sacrificaron para salvar a la humanidad. Muchos años después, ese mismo peligro maligno va a regresar y una nueva guerrera tendrá que reconstruir las bases de ese mundo mágico ahora destruido. No, no os he leído la sinopsis de Dragonkeeper, sino de Raya y el Último dragón, película de Disney. Pero sí, en realidad, quitando palabras y suprimiendo otras, es exactamente lo mismo.

La nueva película codirigida por Salvador Miró, con la expectativa de encontrar un nuevo ejercicio autoral (tras su brillante Buñuel y el laberinto de las tortugas) y toparme finalmente con un auxiliar de un producto de encargo, ya la hemos visto. Suele pasar cuando nos engullimos por la magia de la adultez, el desgraciado poder de recordar las cosas que vivimos. El problema está, y dificulta su visionado a un servidor (que tiene una programación comprimida y exhaustiva en menos de una semana), es cuando una película se ha hecho demasiadas veces.

La imagen encandila (y la música aún más, soberbia) todo lo que el guión, de manera molestamente unidimensional, construye a base de los estereotipos mas anodinos e infantiles. El malo, demasiado malo; el bueno, demasiado bueno, o la mascota acompañante del protagonista -con el único fin de provocar el alarido colectivo de los pequeños guerreros de la sala del "ohh, qué mono"- vienen a recuperar los gags, el absurdo inherente al género de aventuras con el que todos nos criamos y ahora otros lo hacen. 

La animación, llena de un cromatismo poderoso que consigue por ratos desviarnos de volver a mirar el reloj, denota una labor artesana igualmente llena de corazón pero que, por otro lado, solo termina reforzando la misma moraleja -un halo de luz como efigie de la pureza de su protagonista, y su contraparte obviamente opaca en los villanos- y deja a la intuición subtextos más complejos: la tradición del pasado caligrafiada en el olvido de un mural de castillo, los poderosos que quieren aspirar a algo más mesiánico que ocupar un trono y, sobre todo, los débiles, dando razón al pensamiento hegeliano, luchan por encontrar la libertad encadenados a la voluntad de su amo. Me resulta contradictorio que el concepto de acatar los hilos del destino, la providencia de un poder acestral que te saca de pobre, sea esa anhelada libertad. Como una superheroína. Como una princesa. Supongo que, reconociéndome adulto, envidio esa magia de la niñez de ver la misma historia como si fuera la primera vez.