Novela

Antonio Soler y el cerrado mundo del maltratador

En ‘Yo que fui un perro’, la última novela de Antonio Soler, el escritor nos sitúa en un universo hermético en el que Carlos, un estudiante de Medicina, se nos revela como un maltratador a través de las notas en  su diario sobre la relación con su novia

Antonio Soler

Antonio Soler / L. O.

Juan Gaitán

Juan Gaitán

Ahora está de moda el término 'multiverso', con el que se trata de determinar la hipotética existencia de un número infinito de universos. Al parece, el término no es tan nuevo como nos pudiera parecer, fue acuñado en 1895 por el psicólogo William James, y desde entonces la idea se ha convertido en una fértil hipótesis que sugiere muchas obras, tanto científicas como de ficción.

Pero hace falta un escritor total, un escritor en su más amplio sentido y registro, para convertir en un universo a un único personaje y hacernos entender la existencia del multiverso porque cada ser humano es en sí mismo un universo y, por tanto, resulta inescrutable.

No es la primera vez que Antonio Soler hace esto. Casi podríamos decir que ha sido la piedra angular de su obra. Aunque no todas sus novelas hayan girado sobre este concepto, sí las mejores, las que han tenido una mayor relevancia. Porque es una «marca Soler» la construcción de un personaje que es un universo, aunque sea un universo tan cerrado, tan pequeño, tan asfixiante a veces, como el de ‘Yo que fui un perro’, la última novela del escritor malagueño.

La obra está escrita como un diario en el que solo hay una notación de fecha, la primera, con la que se inicia la novela, el 23 de enero de 1991: «Empiezo hoy este diario (…). Me llamo Carlos Canovas Merchán. Soy estudiante de Medicina y tengo un novia llamada Yolanda». Posteriormente, casi al final ya, podremos averiguar otra fecha, «junio, día 5». Los días se suceden sin fecha por una razón, por una suerte de monotonía en la que se va repitiendo sistemáticamente la vida de Carlos, su novia, su madre, su asistencia a la facultad, las clases particulares, los ratos de ocio con un pequeño grupo de amigos…

El eje central de la novela es la relación entre Carlos y Yolanda. Dada la fecha del diario y el dato de que el protagonista es un estudiante de Medicina, podemos colegir que se trata de un hombre de unos veintidós, veintitrés años. Sin embargo, su forma de pensar sobre las mujeres es más propia de otra época, alguien de varias generaciones anteriores. Alguien a quien le preocupa el largo de una falda de su novia, o si sale con una amiga, o si tuvo otros novios antes que él. El noviazgo entre Carlos y Yolanda es tenso, marcado por una suerte de violencia verbal y física que se expresa en todos los órdenes, incluido el sexo. Se aman y se odian, se buscan y se distancian, rompen con frecuencia y hacen las paces.

Carlos anota en su diario su día a día, y en algunos momentos tacha algo de lo escrito, se avergüenza, se arrepiente de sus propias palabras, de sus propios sentimientos. Es la marca del matratador, hacer y arrepentirse, pero volver a hacer.

Es un personaje que se siente fuera del mundo: «subí a un autobús. Veía el mundo a través de la ventanilla. Al otro del cristal, como siempre ha estado». Es, también, un personaje fascinado por una novela, ‘El Enano’ (del escritor sueco Pär Lagerkvist, también escrita a modo de diario, que narra las vicisitudes de un enano en una corte de la Italia renacentista que es la encarnación del mal y la crueldad, capaz de transgredir la línea entre lo humano y lo animal). Las referencias a esta obra son sutiles, como el hecho de que Yolanda, a veces, le llame «bestia». Carlos se ve muy reflejado en el personaje de El Enano, como señala en la página 200: «Me sirve de consuelo. Habla de mí. Yo también tratado como un enano. Rebajado por gente que es inferior».

Además de su violento noviazgo con Yolanda, Carlos tiene una extraña relación con su madre, una viuda que regenta una mercería y que tiene una amiga con la que comparte mucho tiempo para disgusto de su hijo, que no ve con buenos ojos la «sospechosa» relación. El universo se complementa con una serie de amigos, algunos de la infancia, que funcionan como planetas y satélites de este universo cerrado, casi hermético.

Hay en la novela una atmósfera opresiva, cerrada. Antonio Soler es un maestro construyendo este tipo de atmósferas, y también utilizando los territorios de su memoria, los llamados ‘territorios Soler’. Son reconocibles lugares como el Rey Pelé, La Garrapata, la Ciudad Deportiva, que cualquier malagueño puede advertir, y algunos más específicos, como el peluquero que le corta el pelo a Carlos, solo reconocible para quienes vivimos en la misma zona y conocimos a aquel tipo vegetariano que comía grandes cantidades de espárragos y desprendía un característico olor.

Mención aparte merece el lenguaje. Soler ha dicho alguna vez que nunca ha escrito un poema, pero hay algo profundamente lírico en su prosa, en frases que podrían ser versos, como en el comienzo de la página 153: «nubes como cigüeñas, volando rápido. El mundo moviéndose a mi alrededor» o esta otra en la página 212: «el silencio era como un nido». Y a esto se añade el sutil uso de breves descripciones del paisaje que son paralelismos con el ánimo del personaje y sus emociones.

‘Yo que fui un perro’ es una novela hipnótica, asombrosamente literaria, extraordinariamente Soler.

El cerrado mundo del maltratador

El cerrado mundo del maltratador / Juan Gaitán

Yo que fui un perro

  • Autor: Antonio Soler
  • Editorial: Galaxia Gutenberg
  • Precio: 20,90 €